Ha vuelto a ocurrir. Se reunían en Davos (Suiza) muchos de los que mandan (políticos y empresarios, fundamentalmente), para explicar que las cosas están muy mal y hay que arrimar el hombro, que hay que ver, el medio ambiente, pero por otro lado siempre ha hecho calor en Davos en enero, sobre todo si vienes en tu jet privado quemando queroseno con un entusiasmo rayano en la locura y parangonable con tu entusiasmo por el medio ambiente ese.
Iban dispuestos a reírse un poco de las payasadas de Milei y a explicarnos que nada más lejos de su intención que ser como Milei, aunque en la práctica, pues bueno, las medidas económicas que dice Milei que quiere adoptar tampoco estarían tan mal, que la gente son una panda de vagos y los derechos laborales y el bienestar social están sobrevalorados, pero en esto que entró en la sala el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. El Perrosanxe.
Entró Pedro Sánchez y probablemente, como le pasó en el Parlamento Europeo hace unas semanas cuando se dedicó a humillar ritualmente al líder de los conservadores europeos, Manfred Weber, aulló un lobo de Davos, pero no un "lobo" de los negocios como El lobo de Wall Street, sino un lobo de verdad. Aulló para anunciar al mundo lo que iba a pasar.
Pedro Sánchez comenzó a hablar y no dejó títere con cabeza. Denunció el chiringuito de Davos como lo que era, un teatrillo donde los ricos justifican su riqueza y ponen paños calientes sin efecto práctico alguno (todos los años, ritualmente, hay algunos ricos que exigen que les suban los impuestos, en plan solidario, ... ¡y nunca, nunca, nunca se los suben!). Sánchez habló de los derechos de los trabajadores, esa gente desconocida que se dedica a hacer que las cosas funcionen, como los jets privados y las pistas donde despegan y aterrizan los jets privados, o el servicio de catering para los jets privados, y afirmó que más centrarse en esa gente y menos en las chorradas de los archimillonarios de la nueva hornada de Silicon Valley con complejo de Mesías.
Eso al público ya no le gustó tanto, claro. ¿Qué hace Pedro Sánchez dejándoles mal a ellos? ¿Pero este hombre no hace en su país esencialmente políticas de centro liberal con algunas migajas cara a la galería? Pues sí, eso es lo que hace, pero claro, como casi es el único que aún se molesta en dar dichas migajas en Europa Occidental, y sobre todo, como discursivamente lleva meses erigiéndose en portavoz indiscutible de lo que queda de la socialdemocracia europea, la cosa resulta muy llamativa.
Previamente, Sánchez había aterrizado en Davos (en su jet específico, por supuesto, no va a dejar a Alberto Núñez Feijóo sin su fetiche del Falcon para criticar cada vez que hay campaña electoral) y se había hecho fotos con un anorak de la marca deportiva española Joma, con un coste de 88 euros. Una prenda de ropa normal y con un precio común, algo insólito en el ambiente de Davos, y un mensaje implícito muy eficaz, no sólo para Joma (que ha agotado las existencias del anorak), sino para el público, que se apuntó la sencillez en el vestir y la cercanía del presidente del Gobierno español, que ya se había significado por una posición pro Palestina mucho más clara que la de sus correligionarios europeos (lo cual tampoco es decir demasiado, visto cómo se las gastan éstos, todo sea dicho), y que lleva años prodigando discursos y detalles, especialmente en la escena internacional, para proclamar su recio progresismo irrenunciable.
No se trata, evidentemente, de que Pedro Sánchez sea el líder de izquierdas de verdad que muestra ser con sus declaraciones y actuaciones públicas. Recordemos que este hombre intentó dos veces formar Gobierno con Ciudadanos. La primera como única opción que le dejó el aparato del PSOE, en 2016, pero la segunda, en 2019, como opción preferida, y eso tras ganar una moción de censura y después legislar durante un año gracias al apoyo de Unidas Podemos. Pedro Sánchez es, en cada ocasión, lo que piensa que necesita ser. Recordemos el ya manido aforismo: "Más sabe el Perrosanxe por perro que por sanxe". Y ahora tiene muchos alicientes para ubicarse en la izquierda del espectro político (dentro de lo que podemos entender como tal en el PSOE, esto es, mucho más en términos declarativos y simbólicos que efectivos, muchas palabras y pocos actos), porque su coalición de Gobierno, aunque variopinta, amalgama sustancialmente a partidos progresistas, uno de los cuales, además, es su socio de Gobierno.
Sin embargo, y aunque en principio Sánchez tiene cuatro años de legislatura por delante, su afán por prodigarse en este tipo de maniobras de cara a la política exterior deja patente que su interés es crearse ese perfil de rojo irredento que a la vez es civilizado político socialdemócrata en un mundo occidental que cada vez vira más a la derecha. Un referente de la izquierda que trascienda su propio país, que pueda perdurar incluso tras una eventual pérdida del poder en España. Pedro Sánchez es muy joven (51 años) y le queda mucho recorrido, en España y tal vez, si las cosas se tuercen, fuera de ella. Porque ahora el escenario es adverso para la izquierda, pero no tiene por qué seguir siendo siempre así.