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el interior de las cosas / OPINIÓN

Todas las revoluciones

25/11/2019 - 

 Nunca regresas de La Habana. Permaneces allá, enredada en su mirada, en el corazón loco de sus canciones, en la Catedral sumergida en su lecho de tejas, en esa melancolía que arrastra y nos marca profundamente. Arrastras las palabras para comprender tantos sentimientos, frustración y tantos sueños. Para no detenernos. Hay ciudades que nos provocan parálisis, indiferencia, paciencia, que diría una estimada amiga. La Habana, sin embargo, deja rebeldía y resistencia, revuelve sus entrañas y las nuestras. Aún escucho su música callejera, esa alegría y tristeza que confluyen armoniosamente. Las voces de una tierra que sigue engendrando revoluciones. Hay muchas habanas en el alma humana. En este pequeño país mediterráneo es imprescindible, cada vez más, engendrar revoluciones. Parir la lucha diaria de quienes no llegan a final de mes, de quienes viven acosados por absurdos decretos sociales, de quienes sufren la censura y la mermada libertad de expresión, a quienes se les niega el pan y se señalan, a quienes sufren el abuso de poder y los ridículos dictados orgánicos de los partidos. Engendrar y parir, encender todas las luces para observar cómo corren las cucarachas de pasillos y las ratas de despachos a esconderse. Revoluciones para sobrevivir a la ignominia, desigualdad, al despotismo, mediocridad, al neofascismo, y a todas las malas artes de la política. 

Es imprescindible hacer revoluciones. Parir la lucha diaria de quienes no llegan a final de mes, de quienes sufren la censura y la mermada libertad de expresión, a quienes se les niega el pan y se señalan, a quienes sufren el abuso de poder.

Revolucionarias. Revoluciones que deben ser permanentes. Hoy volvemos a conmemorar otro 25 de noviembre. Otra fecha reivindicativa que reactiva, junto al 8 de marzo, la fuerza de las mujeres y la publicidad institucional. Dos citas del calendario que obligan a promover la Igualdad y la lucha contra la Violencia de Género. Dos veces al año. Solamente dos veces al año. Parece que no hay latido el resto de los días si no se generan tendencias mediáticas y políticas. Saldremos a la calle para reivindicar la vida de más de mil mujeres asesinadas desde que hay cifras oficiales, desde el 2003. Unos datos que no incluyen a las mujeres maltratadas que decidieron acabar con su vida para escapar del infierno, ni a las mujeres que son asesinadas fuera del entorno doméstico, ni a muchos menores que han muerto de mano de sus padres asesinos. Son centenares las mujeres que conviven con secuelas de la violencia y son miles las víctimas de los malos tratos psicológicos, aún muy difíciles de denunciar, lo que denominan luz de gas, ese abuso sutil y manipulador por el que se desgasta la estima y confianza en sí misma de la mujer hasta el punto de anularla, de convertirla en un manojo de dudas y miedos. Son muchas más las víctimas. Demasiadas. Y siguen aumentando los macabros números. Y siguen las promesas y compromisos políticos. Crece la muerte y no abordamos con contundencia la vida de las mujeres amenazadas, abusadas, maltratadas. Hay avances en la atención y protección, pero es evidente que son insuficientes. Hay pactos nacionales que se quedan en papel mojado. 

Parece que no hay latido el resto de los días si no se generan tendencias mediáticas y políticas. Saldremos a la calle para reivindicar la vida de más de mil mujeres asesinadas desde que hay cifras oficiales.

Violencia machista. Violencia que se ejerce contra la mujer por ser mujer. Violencia física, psicológica, sexual, laboral, verbal, mediática. Seguimos siendo mujeres objeto en manos del férreo modelo patriarcal. Nos quieren calladas, quietas y con miedo, denuncia la feminista y antropóloga Marcela Lagarde. La violencia de género es la primera causa de muerte entre las mujeres, según la OMS, por encima de las guerras, los accidentes de tráfico y enfermedades. Además, las estadísticas alertan del aumento del machismo entre jóvenes, y la presencia de micromachismos en todos los ámbitos sociales. Hay machismo ambiental. Respiramos un machismo altamente contaminante. Educar en Igualdad, gobernar por la Igualdad, convivir en Igualdad y promover la Igualdad son la clave de esta lucha. El terrorismo machista mata a demasiadas mujeres pero no llenamos  las calles de este país protestando o exigiendo justicia, igualdad, libertad y respeto hacia las mujeres. Solamente lo hacemos dos días al año. Solo en estas fechas se extienden las políticas reivindicativas y difusoras. Menos mal que las organizaciones feministas avanzan y se mueven permanentemente, a pesar del desprestigio con el que están siendo castigadas desde la derecha y el neofascismo. Son ejemplares, como los son la Xarxa Feminista pels Bons Tractes y la Plataforma por la Igualdad de Castelló o el Grup de Dones dels Ports, de Morella. La enredadera feminista viene de lejos, se hace de muchos nudos, lazos y vivencias. En el espacio feminista cabemos todas y todos. No es excluyente, es, precisamente, igualitario e integrador. La lucha por la igualdad real no puede detenerse, es, sin duda, la base de una sociedad mejor, más igualitaria y decente. Y a toda la sociedad debe importarle la felicidad de las mujeres.

La lucha por la igualdad real no puede detenerse, es, sin duda, la base de una sociedad mejor, más igualitaria y decente. Y a toda la sociedad debe importarle la felicidad de las mujeres.

Revolucionario. Ricardo era mi vecino. Compartíamos, en los años ochenta, la misma planta de un edificio de la calle Columbretes. Era una buena persona. Fue uno de los impulsores de los servicios sociales castellonenses, un cura obrero, cercano, estimado, ético, comprometido. El Padre Ricardo y su hermana vivían dedicados a las personas más vulnerables y marginadas. Todo comenzó en 1978, cuando era el párroco de la iglesia San Juan Bautista, en uno de los barrios más desfavorecidos de Castellón. En diciembre de 2008, le entrevisté para el periódico Mediterráneo. Llevaba tres décadas entregado a la solidaridad, a la ayuda y apoyo de los más necesitados, huyendo de la caridad y reivindicando constantemente la dignidad de estas personas. En la parroquia creó guarderías y atención sanitaria gratuitas, el comedor social y el albergue. Decenas de voluntarios han colaborado en estas acciones solidarias. Con el paso del tiempo las necesidades aumentaron y el Padre Ricardo peregrinaba de administración en administración solicitando espacios para el comedor de transeúntes y techo para quienes vivían en la calle. 

Ricardo García nació en Forcall, recorrió varias parroquias de Els Ports hasta dedicarse de lleno a las acciones sociales. Reivindicaba “una sociedad más justa, más equitativa que no existan tantas diferencias entre la población, hay muchas diferencias entre unos y otros que sufren una pobreza absoluta, hay mucho sufrimiento, una precariedad absoluta”. Al comedor social de Tombatossals acudían personas de todos los barrios. Muchos vivían en la calle, dormían en el parque Ribalta y en los bancos de la antigua estación de trenes. El Padre Ricardo les acompañaba por las noches para que la policía les dejara dormir en las instalaciones de Renfe. Ha merecido numerosos reconocimientos pero él siempre decía que “no se trabajaba para tanto premio”. Y con cada premio, solicitaba más espacio y más ayuda institucional. Las crisis iban sumando transeúntes, inmigrantes, familias enteras en busca de techo y alimentación. Su labor permanece, fue la primera piedra de la solidaridad castellonense y, ahora, con su muerte, se reconoce su persona, mi mejor vecino, su cercanía, esfuerzos, entrega. La solidaridad y empatía deberían ser obligatorias como asignatura social. Por siempre Ricardo. 

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