“¿En el mundo de todos los países existe un sólo Madrid?”, cuentan mis suegros que se preguntó mi novia cuando era pequeña al ver en la televisión algo relacionado con la capital de España. A veces tenemos esa sensación, que esa ciudad lo engloba todo y que su omnipresencia supone un agravio para el resto de regiones de nuestro país. La perceptible hegemonía genera que haya voces que focalizan el problema territorial español en la capital y no en Cataluña. Asumen al independentismo como una causa-efecto del presunto favoritismo estructural hacia Madrid poniendo la zancadilla al resto de autonomías; tiene gracia teniendo en cuenta, que desde Franco, vascos y catalanes son los que más garantías estatales tienen en su haber. Los que más se quejan son los que más tienen que agradecer.
Eso no quita para que ese madrileño-centrismo sea una de las claves que condicionan el mapa político nacional y regional; la comprensión espacial de España es lo que determinará su gobernabilidad. Están algunos descolocados por el aparente cordón sanitario del Partido Nacionalista Vasco al Partido Popular frustrando el anhelo presidencialista de Alberto Núñez Feijóo. Sorprende también la posibilidad de que Coalición Canaria se abra a negociar con el PSOE la investidura de Pedro Sánchez. Dos partidos que tradicionalmente estaban situados en la parte derecha del tablero han decidido no hacer ascos a aliarse con la izquierda. El progresismo a diferencia de la derecha, sí está leyendo bien el partido, por eso el marco actual ha superado todas las expectativas. Los que ven en el PNV y en la formación isleña partidos conservadores se han quedado anclados en la primera temporada del panorama político e idiosincrático español. Continúan analizando el ecosistema orientándose con el obsoleto eje izquierda-derecha, no han avanzado en la historia de que ahora todo se mide bajo el prisma polarizado de los que quieren una España homogénea y centralista frente a una nación unida pero heterogénea, mimosa con las diferencias entre las regiones. Sólo así se explica que la mayoría de partidos regionalistas a excepción de la Unión del Pueblo Navarro prefieran a Pedro Sánchez de presidente; están vetando una visión pobre de España enaltecida sobre todo por Vox, el cooperador necesario del PP si los de Abascal no ceden a las presiones externas de apoyar gratis a Feijóo.
El partido que no sepa entender las diferentes sensibilidades territoriales no volverá a gobernar este país. Vuelta al poder que al Partido Popular se le complicará si prescinden de Alberto Núñez Feijóo y le dan la alternativa a Isabel Díaz Ayuso; poco cabe esperar de la impulsora de un nacionalismo madrileño de ciencia ficción. Si la derecha liderada por un regionalista convencido como el líder gallego ha preferido asimilar toda España a Madrid es porque se ha visto atraído por los influjos nacionalistas de Vox; ahora hace amagados de confraternizar con la periferia. Esa empatía hacia la diversidad es lo que marcará la diferencia; hay un empeño atroz por parte de la derecha de proyectar nuestro país como un ente estanco, cuando en realidad lo que nos hace únicos es nuestro abanico cultural. No es lo mismo estar en la Comunidad Valenciana que en la Mancha o en Castilla, esos matices heterogéneos se perciben hasta en algo tan imperceptible a simple vista como el carácter de los lugareños; los valencianos no son iguales que los vascos, ni los madrileños se parecen a los andaluces.
El agravio comparativo respecto a la capital, que es donde vienen las profundas descompensaciones pese a que algunas provincias se empeñen en señalar a las capitales de sus comunidades autónomas, se percibe en el sistema de financiación que mantiene en la marginalidad a regiones como la nuestra. Falta de consideración que no debe servir de eximente a los gobernantes de la Comunidad Valenciana que han ahondado en la situación abriendo un boquete deficitario con una deuda mastodóntica de 46 millones de euros. Se está hablando de quitas de ese pasivo, pero a mí me interesa saber qué han hecho los respectivos Gobiernos para sumirnos en esta situación. Somos la segunda autonomía más endeudada de España sólo por detrás de Cataluña. Estos que han agravado la situación empeñando nuestra tierra también deberían asumir responsabilidades. No sólo hay que pedir más financiación, también deberían pedir perdón.