Toni Solano: “Nos empeñamos en que la escuela siga igual pero vivimos una revolución”

27/01/2019 - 

CASTELLÓN. Antonio Solano Cazorla (Montilla, Córdoba, 1968) es hijo de una familia de trabajadores de Renfe. Sus padres lo fueron y sus hermanos lo son. Llegaron a Castellón cuando él tenía 4 años y aunque inició su vida laboral en el mantenimiento eléctrico ferroviario, ya lleva 19 años supervisando el cambio de agujas en la estación de la adolescencia. Director del IES Bovalar de la capital de la Plana, donde imparte Lengua y Literatura Castellana, también ha dado clases en la Universitat Jaume I. El instituto que dirige ha sido noticia en varias ocasiones desde 2016 como “centro sin deberes”, en virtud de un acuerdo voluntario de profesores y alumnos, a cambio de trabajar en clase. Personalmente, fue uno de los 10 finalistas de los premios Educa 2017 al Mejor Profesor de Secundaria en España. Bajo el lema Aprendiendo y enseñando en la medida de lo posible, cuenta con 19.000 seguidores en Twitter (@tonisolano), y otros muchos leen sus reflexiones en el blog www.repasodelengua.com. 

- Usted es un apasionado de la narración oral como herramienta educativa. ¿Qué ingredientes le faltan al relato de la educación para atrapar a los alumnos en esta aventura?
-Primero, hay que decir que uno de los grandes males de la educación es que presta muy poca atención a la oralidad: para muchos profes, en una clase ideal, todos callan. Y curiosamente, muchos oficios están basados en la oralidad: la atención al público, los comerciales, cualquiera que tiene que exponer un proyecto… Esto está cambiando mucho, pero hasta hace poco algunos alumnos llegaban a Bachillerato sin haber hecho una exposición oral. Nos falta mucho contar. Y luego también, como profesores, nos sobra explicar y nos falta contar.

-¿Cómo es ese matiz?
- Mira, estamos en la idea de explicar las cosas, pero los chavales viven en la era de los tutoriales de Youtube, y ese tipo de explicaciones no les valen. Ven al youtuber de turno y los youtubers hacen relatos, no explicaciones. Obviamente, el profe no tiene que ser eso, pero debe pasar de dar explicaciones a contar historias. Depende del nivel, claro, pero en 1º de la ESO, ¿por qué no contar la historia de la célula, en vez de explicar la célula? Caemos en que aprendan las partes de una célula, pero luego no saben de qué sirve en la vida diaria, porque no hay relato. En Bachiller estaría fuera de lugar, porque el chico está ya preparado para seguir una explicación, pero al principio el discurso del relato es mucho más efectivo que la explicación. 

 - Quizá hemos desprestigiado la palabra ‘cuento’.
Depende de niveles. La educación obligatoria es hasta los 16. Si todos deben estar ahí hasta entonces, cuanto mejor preparados se vayan, mejor para ellos. Necesitan un conocimiento básico más amplio y profundo, no conocimientos dispersos que no tengan relación entre sí. ¿Por qué no garantizar que los que se van con 16 lo hacen con un aprendizaje sólido? En el gran relato de la educación, hay que evitar que haya asignaturas inconexas y que vayamos cada uno a la nuestra.

Muchas veces, en clase nos sobra explicar y nos falta contar

- Usted apuesta por la innovación educativa desde que llega al IES Bovalar en 2006 y detecta grupos con alto grado de fracaso escolar. ¿Es así?
Este es un CAES (Centro de Atención Educativa Singular), porque los alumnos vienen de dos colegios que son a su vez CAES, es decir, que hay más alumnado de compensatoria de lo que toca [en desventaja social, procedente de minorías étnicas, de inmigrantes, así como de familias con dificultades socioeconómicas]. La Ley dice que no se debe agrupar el alumnado con estas necesidades, pero ¿qué pasa? Pues que lo llamamos de otra manera, lo etiquetamos pero no le damos recursos. Cuando llego como profesor, doy Literatura y sintaxis a niños que están repitiendo 2º de la ESO, tras repetir ya 1º, y cuentan los días que les faltan para tener 16 para irse. Estás ahí, con el complemento directo, el indirecto… y ellos con cara de maestro, esto, ¿para qué? Y te dices a ti mismo: pues tienen razón, ¿para qué? No les va a servir para nada en la vida… y entonces cambias la idea de lo que tienes.

- ¿En qué sentido?
- A ver, siempre hay que recordar que tienes que armonizar a estos alumnos con otros que de 4º sí pasarán a Bachiller. Pero decidimos centrarnos en esos primeros cursos en lo práctico: en alfabetización básica, que sepan leer, escribir y defenderse en la vida. Entonces empiezo a plantear otra manera de trabajar, dejando los ejercicios del libro de texto por un lado y aprovechando las lecturas para hacer proyectos con ellas, iniciarlos en la poesía, en fin, cosas que ves que les enganchan. El complemento directo no les va a servir para nada, pero leer un poema en la calle dentro de un tiempo y que se digan ostras, eso me suena, yo leí poemas en clase, eso sí les puede resultar interesante.

-Si han cambiado muchas cosas en la sociedad, ¿por qué se sigue llevando a las aulas la misma pedagogía de hace décadas?
Buf, ese tema es un campo de minas. Tengo claro que a mí hay una pedagogía que no me funciona: la de la explicación en clase seguida de ejercicios y deberes y que acaba con una pregunta del examen. Puede funcionar en algunos casos y en ciertos niveles, pero no como método universal. Está demostrado, eso es la pedagogía hegemónica de siempre, y nos está llevando al fracaso, sin duda combinada con un recorte de los recursos, etcétera. También tengo hijos y lo veo: estudian para el examen, y al cabo de un mes, les preguntas y de aquello no queda nada. Y en un mundo en que todo es audiovisual, seguimos anclados a lo impreso, a lo escrito. Hay muchos fallos y muy complejos de vertebrar, pero está claro que el de hoy es un mundo distinto. Nos empeñamos en que la escuela siga igual porque se ha demostrado eficaz durante siglos, pero hoy vivimos una revolución: lo que suponen Internet y los móviles no se había dado nunca. Eso sí, hay que invertir. Sin inversión de más recursos en educación, pedir que cambie la metodología es una tontería, porque aplicas parches que no solucionan nada, y quemas a los profesores.

- Habrá que pensar bien qué se hace ante esa revolución.
¡Y también andar con ojo! Porque siempre hay quien quiere arrimar el ascua a su sardina y entonces te dicen la solución es meter tablets en los colegios, aplicaciones superguays… bueno, igual la cosa va más por plantear otro modelo de escuela. Este centro tiene ahora 700 alumnos, está desproporcionado para las necesidades que tienen los jóvenes hoy en día. Necesitamos centros más reducidos, con ambientes que eviten que estén estabulados en clase y de un aula vayan a otra… Quizá no sea tanto cuestión de introducir tecnología sino de plantearse qué queremos con la escuela. Igual hasta los 16 años hay que mantener el modelo del colegio de Primaria, donde no hay tantas asignaturas, la relación con las familias es más estrecha… pero dices eso y te acusan de infantilizar a los jóvenes. Pues no lo creo: es armonizar las necesidades con lo que están haciendo.

- Dice que el cambio en las metodologías en la educación debe venir de abajo arriba, pero ¿hay muchos profesores convencidos de la necesidad de un cambio?
- Si no se lo creen los profesores, no hay nada que hacer, eso está claro. Con los profes pasa lo mismo que en la sociedad: algunos se rasgan las vestiduras cuando Vox dice que hay que echar a inmigrantes del país… bueno, aquí también hay quien piensa el problema de la educación es que hay gente que no quiere estar aquí, así que mira, que los echen. Es la misma lógica: si la Administración no me da recursos para atenderles y garantizarles una educación de calidad y encima estoy fastidiando a los otros alumnos... pues que se vayan. ¡Ojo, esa idea triunfa porque tiene sentido! Es normal que las familias presionen para que se vaya ese niño que viene a clase obligado desde Servicios Sociales y que está molestando al resto. Y ¿quién tiene la culpa? En el fondo, la Administración: si obligas a escolarizar hasta los 16, deberías dar los recursos suficientes para hacerlo viable. Con las metodologías, exactamente igual: hacen falta recursos. Yo puedo no hacer exámenes, sustituirlos por informes individualizados y trabajar por proyectos, pero puedo hacerlo porque tengo grupos desdoblados de 20, un máximo de 20 en el aula. Y porque como director tengo 3 grupos y no 6 o 7 como otros profesores. El que tiene 150 alumnos no se plantea esto. Hay que mover ficha y reducir las ratios a 20 o 25. Y mientras no lleguen esos recursos, las experimentaciones se llevan a cabo a costa de mucho tiempo y de arriesgarte. Al menos ahora no pasa como hace unos años, porque antes tenías hasta que dar explicaciones a tus compañeros, porque cada departamento es un mundo y hay sus tensiones.

La pedagogía de siempre y la falta de recursos nos llevan al fracaso en la educación

- Al hablar de innovación surge cierto malentendido porque hay gente que la identifica con las TIC, ¿no?
Así es, pero se ha demostrado que no tiene nada que ver. Hubo el plan Escuela 2.0, que pensaba que metiendo ordenadores en las clases se iba a mejorar: los dispositivos no mejoran nada, las tablets no mejoran nada. De hecho, muchos centros que han introducido tablets, tienen los mismos libros de texto en tablets. ¿Qué mejora hay ahí? Ninguna. Debes pensar dónde quieres ir. Yo uso cada día menos tecnología, porque hubo un momento de experimentación y tal, pero hoy solo uso Google Drive, las redes sociales porque nos gusta difundirlo y Youtube para poner los proyectos. Cuantas menos complicaciones, mejor. No por llenar el aula de aplicaciones y dispositivos mejorará nada; lo que vale es tu actitud y saber a dónde vas. Y la innovación es mejorar: si tienes una tasa equis de fracaso escolar y haces algo nuevo y consigues un mejor resultado, eso es innovar. Así de claro.

- Se habla mucho de la autonomía universitaria, pero ¿tiene alguna autonomía un centro de Secundaria?
-Muy poquita. Ahora mismo yo la pediría para el currículum. Que me dijeran: existen estas competencias básicas y al llegar a 4º de la ESO, el chaval debe saber hacer esto: apáñate. Porque así el centro diseñaría las estrategias necesarias en su caso, como si quiere dedicar el primer año de la ESO a trabajar actitudes. Estamos atados a un currículum que dice: en 1º deben dar esto, en 2º curso, esto otro, que en parte que vuelve a ser lo mismo. Y encima, que como en dos de asignaturas instrumentales no apruebe el alumno, aunque esté sobresaliendo en otras materias, le toca repetir. Y ese niño a lo mejor al año siguiente hubiera superado esa cuestión. Eso demuestra que el que legisla no conoce a los niños, Para ellos, que vienen con unos hábitos, el cambio del colegio al instituto es brutal. Y muchos de los profesores, yo entre ellos, no hemos tenido una formación para enseñar a niños tan pequeños. En la carrera de Filología, como mucho estás adiestrado para enseñar en Bachiller, porque no hay una formación pedagógica en las carreras. Y así, los profes funcionan con el sistema de ensayo-error, en la ESO. Aprendiendo a manejarse. Ahora mismo pediría autonomía en eso.

Para la educación parece que todo el mundo tiene soluciones mágicas

 - ¿Qué coste tiene para la sociedad la situación del sistema educativo, asaeteado por reformas continuas y sin el cacareado Pacto de Estado?
-Altísimo, por supuesto. Es como pensar que todo el marco legal te lo cambiasen cada cuatro años. Imagínate, todo cambiando al capricho del que llega. O la Sanidad. Estos cambios al final llevan a que a los profesores les dé igual, porque es una ley detrás de otra. Si igual me la van a cambiar, tengo que aplicar y seguir adelante. Y además, al final, ¿en qué me afecta el marco legal? ¿en los principios? Venga, si no se los cree nadie: el primer principio de la escuela pública es la igualdad de oportunidades, y es mentira. Mientras haya guetos educativos, mientras no haya recursos para los que más lo necesiten, no será igual el que vaya a un instituto que a otro, o el que esté en una familia que puede que en otra. Eso, que es un principio de la escuela pública, no se está cumpliendo por falta de recursos. Si mandas deberes, no es lo mismo una familia con estudios y con ayuda en casa que el que está dejado… eso penaliza y mucho.

 - ¿No hay punto de encuentro posible entre quienes apuestan por la política de no dejar a nadie atrás y los partidarios de la meritocracia como clave de bóveda del sistema?
Sí lo hay, pero las políticas no lo facilitan mucho. La ley debe garantizar la equidad, pero todos sabemos que hay centros financiados con fondos públicos que tienen reservado el derecho de admisión. Luego, ¿qué meritocracia tenemos? La brecha social se mantiene, los hijos de familias ricas van a ocupar los puestos en grandes empresas, y los pobres están condenados a su franja social, por mucho que la escuela intente revertirlo. Y de eso estamos hartos de ver ejemplos, la escuela tiene muchas cosas en contra y la sociedad no acompaña.

-¿Funcionaba mejor el ascensor social en generaciones anteriores?
- Al menos, nosotros pensábamos que con estudios tendríamos una vida mejor; ellos ya no lo piensan. Creen que aunque acaben una carrera, acabarán trabajando en un restaurante de comida rápida o se tendrán que ir fuera. Ha calado la idea contraria a aquello de que con méritos vayas a ascender: ahora piensan que seguirás siendo el mismo, pero con estudios. Es una evidencia de que la educación no está funcionando como debería. Y con la apuesta por las reválidas eso no lo van a arreglar, porque siempre se castiga al más débil.

- No debe ser fácil convivir con ese desánimo en clase.
- Más de una vez, en grupos de últimos cursos que hacen debates sobre el tema, acaban concluyendo que los políticos son todos iguales, van todos a enriquecerse, y entonces piensas... hombre, que lo diga yo, pero vosotros tenéis el futuro por delante. Tendréis que pensar que tenéis un papel para cambiarlo, porque si esa sumisión es vuestra mentalidad, ¿qué os espera? No sois hijos de empresarios ni banqueros. Tienen rebeldía y conciencia política, pero no piensan que la sociedad espera algo de ellos, que puede estar en sus manos cambiarlo. Todo eso me da miedo, porque si lo dan como perdido, ¿qué esperanza les queda? Lo veo muy mal.

- Usted es autocrítico con el profesorado y con la Administración, pero ¿qué papel le corresponde a la familia en la escuela?
- Preguntémonos qué espacios tienen las familias para participar en la vida de un centro. El Consejo Escolar es un órgano muy burocratizado, está obsoleto y ha perdido mucho poder. En general, no hay vías de comunicación ni espacios propicios, así que las familias no pueden participar y los profes están a la defensiva. Achacamos a las familias que no se impliquen pero tampoco se les facilita. En nuestro instituto, de 700 alumnos que tenemos, solo 200 familias se han activado la web Familia; el resto, por diferentes circunstancias, no muestra interés en si sus hijos faltan a clase o qué pasa con ellos. Ojo, que luego también hay profesores que no se comunican correctamente con ellas, pero las familias tienen parte de responsabilidad, y eso muchas veces nos lastra. Porque cuando la familia está encima del joven, es muy difícil que se nos pierda. Si la familia colabora con el centro, las posibilidades de éxito aumentan. Algo que parece tan sencillo cuesta mucho porque no hay confianza mutua, y además los medios de comunicación muchas veces crean cizaña. Y la Administración te deja a los pies de los caballos, con casos como la jornada continua: si tienes que decidir que en una ciudad hay 4 colegios con jornada continua y 4 con partida, pues se traza un plan, se explica a las familias y se asumen las consecuencias. 

El que legisla no conoce a los niños

- Parece que en la política hay miedo al error por su coste electoral.
- Mira, yo me equivoco muchísimo en clase. Y lo asumo, y les digo a los alumnos: mirad, esto que hemos empezado no tiene ni pies ni cabeza, pues lo dejamos y volvemos a empezar. Pero hay miedo al fallo, tanto por los profes como por las administraciones. Si algo no funciona, debe cambiarse. Pero eso sí, hay que evaluar y ver en qué ha fallado algo y en qué no, para ver si se rectifica o se vuelve al punto de partida. Eso los políticos no lo tienen, imagino que porque tiene un coste electoral. Y que a cuatro años vista es muy difícil hacer cosas. Nosotros empezamos el proyecto de Dirección del centro hace 3 años y ahora es cuando empieza a haber cambios, con trayectorias largas, y si va la cosa bien supongo que dentro de 4-5 años más, empezaríamos a ver cambios sustanciales. Pero pensar que vas a ver cambios en educación en el corto plazo es inviable. Y para colmo, estamos en el reino de los cuñados: para la educación parece que todo el mundo tiene soluciones mágicas.

 


Noticias relacionadas

next