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FUTURA LEY DE IGUALDAD

Transexuales: Conquistando la igualdad

Hasta ahora han sido el colectivo más vulnerable de LGTBI. Desprotegidos en el ámbito sanitario, laboral y educativo, con un paro de más del 70%, abocados a la marginalidad y al acoso, las personas transexuales conquistan una gran cima con la futura Ley integral de reconocimiento del derecho a la identidad y expresión de género en la Comunitat Valenciana 

| 24/06/2017 | 12 min, 57 seg

VALÈNCIA.- Cuando Alec Casano comenzó a buscar respuestas a su identidad, hace unos veinticinco años, en España no las pudo encontrar. Oyó hablar de términos como sexo de origen y sexo sentido, leyó a expertos de referencia como Jos Megens (coordinador de la Unidad de Género de Ámsterdam) que ya había adelantado camino en su país, Holanda, lo buscó y entendió entonces que era transexual. Ya tenía la contestación pero le quedaba mucho camino por andar. «Aquello no era visible. Yo mismo llevaba la mochila de la carga social negativa respecto de este término. Tenía que explicarlo a mi familia, enfrentarme con el estigma social e intentar reivindicar unos derechos básicos como los de cualquier otro ciudadano que ya no iba a gozar por el solo hecho de ser transexual», comenta este profesor de Primaria de 46 años que hoy celebra la inminente aprobación de una de las leyes trans más progresista del estado español y de las más completas del mundo. 

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El pasado mes de noviembre, el Consell presentó el Proyecto de Ley integral de reconocimiento del derecho a la identidad y expresión de género en la Comunitat Valenciana, que se plantea como el más transversal hasta ahora, y que recoge la protección y garantías plenas en el ámbito sanitario, educativo y laboral, además de la despatologización del colectivo con «el derecho al reconocimiento de su identidad de género libremente manifestada, sin la necesidad de prueba psicológica o médica. De igual modo prohíbe las terapias de aversión, conversión o contracondicionamiento destinadas a modificar la identidad o expresión de la misma de las personas trans», una de las cláusulas más demandadas por el colectivo

 «El proyecto que llega a las Cortes surge del consenso entre los colectivos, la Administración, las consellerias, los grupos parlamentarios y los expertos, que han definido una ley que recoge medidas y derechos para que las personas transexuales puedan vivir en igualdad. Cuando personas que sufren discriminación dejan de hacerlo, y se les garantiza que vayan a vivir mejor, es la sociedad en su conjunto la que se beneficia», indica el director general de Igualdad en la Diversidad, José de Lamo, quien ha sido el responsable de elaborar el texto normativo.

Para llegar hasta aquí ha llovido mucho. Alec, quien ha estado presente en prácticamente todas las negociaciones de la ley en el ámbito autonómico y estatal, recuerda que hasta el año 2007 era necesario someterse al escrutinio de un juez o forense que acreditaba que el cuerpo del demandante se correspondía con el sexo demandado. «Era un viacrucis porque dependías de la voluntad de la administración. Tenías que demostrar básicamente que te habías operado», comenta Alec, quien recuerda la humillación que aquella prueba suponía.

«En 2007 se dio un gran paso permitiendo el cambio de nombre sin que fuera necesario demostrar una cirugía de reasignación de sexo. El proceso se convirtió en un trámite administrativo pero se dejó fuera al colectivo de menores e inmigrantes. El proyecto de ley valenciano es quizá el más progresista de los que hay porque sólo en el ámbito sanitario y bajo el criterio de la sanidad universal contempla el acceso a las terapias psicosexológicas, el acompañamiento y acceso de bloqueos hormonales a los menores una vez alcancen la pubertad, el cubrimiento de las cirugías, el tratamiento farmacológico e incluso la congelación de los gametos antes de la hormonación para poder usarlos en un futuro», comenta. 

Años perdidos en cuerpos ajenos

Aplaudido por el colectivo trans de la Comunitat, que se compone de aproximadamente 600 personas, para muchos la ley llega tarde. Es el caso de Raquel, quien después de cuatro décadas viviendo como hombre y más de veintidós años en matrimonio, decidió romper su silencio y explicarle a su esposa Sonia quién era realmente. «Al confesárselo a mi mujer decidimos acudir al psicólogo. Primero nos decían que era un capricho pasajero. Yo sabía desde pequeña lo que sentía pero nunca pude dar el paso por la presión social, aunque siempre albergué la esperanza de que algún día mi vida sería realmente mía. Pasamos por doce sexólogos hasta que hace dos años dimos con el profesional que nos pudo explicar que lo mío no era algo pasajero. Yo siempre fui Raquel encerrada en otro cuerpo», comenta esta funcionaria del Estado que lleva más de 27 años en la administración.

Raquel explica que en el trabajo ha tenido una buena acogida y remarca que le ha sido más fácil porque cuenta con una plaza fija y que, a pesar de que lleva casi dos años de terapia de hormonación y desde el primer día con la transición, aún sigue esperando que cambien el nombre de su carné (hasta ahora debían pasar dos años desde el comienzo de la terapia de hormonación para poder solicitar el trámite), o el mail de su puesto de trabajo, por ejemplo. 

La tasa de paro del colectivo trans es del 70% debido a la estigmatización social que padece

«Mi mujer ha decidido seguir conmigo porque, como dice, se casó con la persona y no con un sexo», apunta. No es un caso aislado. Dariel y Vicky son pareja desde hace diez años. Hace uno, Vicky le confesó a su novia que era una mujer. Dariel recuerda que al enterarse se puso a llorar. «Sentí que había perdido a mi novio, pero me di cuenta de que en realidad era la misma persona, incluso mejor porque había dejado de fingir. Es feliz, y yo con ella», indica. Dariel apunta que desde aquel momento también comenzó a plantearse su identidad y que la ha encontrado en la masculina. Su familia no lo ha acabado de entender pero ya no hay vuelta atrás, señala. En el caso de Vicky, quien dice haberse vuelto a enamorar de Dariel pero ahora sin tapujos, ella siempre supo quién era. «Un día me dije que ya no quería más esa vida mediocre y lo solté. Mi hermana me dijo que lo intuyó desde la infancia pero mi madre y mi abuela no lo aceptan. Un año después, cada vez que salgo vestida de mujer sigo teniéndolas en la cabeza», comenta. «Ahora, mi vida pasa por muchas terapias de las cuales hay varias que no cubre la Seguridad Social como son la depilación, el logopeda o el tratamiento de voz» y comenta que pagarlas «es un suplicio» porque pocas oportunidades laborales se le brindan. Ha decidido montar una empresa online para evitar que la señalen con el dedo a la hora de buscar trabajo. 

Algunas estadísticas indican que el paro se ceba especialmente con el colectivo trans, llegando a alcanzar el 70% y empujando a la marginación a muchas personas. Un informe de Lambda de 2012 indicaba que el 48% de transexuales se había visto obligado a prostituirse ante la imposibilidad de acceso al mercado laboral debido a los prejuicios de los contratantes. Ana Cano fue trabajadora sexual durante muchos años. Recuerda que cuando ella hizo su transición, en los años ochenta, no tenía más opción que la prostitución. Primero fue expulsada del instituto por venir vestida como una mujer y más tarde se dio de bruces con el INEM que le exigía que para trabajar fuera uniformada de hombre. La única salida que le quedaba era la calle. «La suerte que tuve fue que mis padres no me dieron la espalda. La mayoría de mis compañeras tuvieron que marcharse de sus ciudades natales a Madrid o Barcelona. Hacíamos el exilio de manera generalizada. Nos llamaban travestis, maricas, y el rechazo era algo común e incluso aceptado. Muchas de mis compañeras, las que no contaron con el apoyo de la familia, acabaron en el mundo de la droga, y muy pocas chicas de mi generación han sobrevivido», señala.

Ana salió de la prostitución en 2000, cuando comenzó a reciclarse en cursos de formación profesional. Hoy trabaja en una fundación apoyando a mujeres víctimas de la trata y regenta un cabaré solidario para apoyar a personas con el VIH. «Ser trabajadora sexual me permitió pagarme mis cuatro operaciones. El sistema no nos cubría nada, las cirugías eran carísimas y muchas, ante la falta de información, acabaron poniéndose silicona líquida o accediendo a terapias hormonales inadecuadas que les han dejado secuelas para toda la vida en el hígado, por ejemplo», asegura. Indica que su decisión le cerró muchas puertas, y no le permitió desarrollarse en diferentes facetas de su vida pero «he sido yo, y por eso soy feliz», remarca.

El 48%, casi uno de cada dos transexuales, se ve abocado a ejercer la prostitución para poder sobrevivir

Las futuras generaciones son las que con mayor optimismo valoran esta ley. Los tiempos han cambiado, también la sociedad. Guillem Montoro y Allan Segura lo tienen claro. Ambos rondan la veintena. Son estudiantes universitarios y no se plantean las barreras laborales. Comenzaron su transición recientemente. Guillem de 21 años, hace aproximadamente siete meses. Allan, de 19, acaba de someterse a la terapia hormonal y dice que el ámbito universitario ha sido su mejor apoyo. No ha sido así en la adolescencia. Los dos sufrieron bullying, y a pesar de la información, tardaron en identificarse como transexuales. Su reivindicación principal se encamina hacia el colectivo educativo y el de los padres.

«Mi madre lo sabe y me apoya y mi padre también está enterado pero no sabe que hago una vida de chico» apunta Allan, quien tuvo que marcharse de su municipio porque se sentía señalado cuando decidió hacer la transición social. «Hago vídeos donde pretendo ayudar a jóvenes que están en mi situación. Además intento romper estereotipos, soy un chico que se cuida, se depila, algunos me dicen que para seguir así me podría haber quedado como chica, pero yo les digo que soy metrosexual», comenta entre risas. 

En el caso de Guillem, que decidió «salir del armario» públicamente a los 19 años, la reacción de la familia, tal y como apunta ha sido en un 90% positiva. «Me he volcado con los jóvenes. Coordino el grupo joven de una fundación que se ocupa de visibilizar la infancia y la adolescencia trans. En un año y medio hemos pasado de cinco a cincuenta miembros, todos de edades comprendidas entre los 13 y los 26 años. Vamos a institutos y damos charlas porque no queremos que pasen por lo mismo que nosotros», sentencia. 

Niños sin etiqueta de género

La nueva ley contempla que a los menores se les garantice el acceso a tratamientos de bloqueo hormonal al inicio de la pubertad y al tratamiento hormonal cruzado en el momento adecuado de la pubertad para favorecer que su desarrollo corporal se corresponda con el de las personas de su edad. Asimismo, dispondrán de un plan de seguimiento, acompañamiento y asesoramiento psicológico, según se señala en el borrador. Este punto ha sido el más espinoso a la hora de debatir el proyecto. Los expertos sanitarios lo tienen claro: cuanto antes comience la terapia de bloqueo mejores resultados se lograrán pero queda la duda de la edad a la que un niño puede saberse transexual.

El doctor Vicent Bataller, sexólogo, psicoterapeuta y presidente de Sexólogos sin Fronteras, fue de los primeros profesionales en abordar la transexualidad y quien la incluyó como una forma más de diversidad sexual en el Congreso Mundial de Sexología celebrado en Valencia en el año 1997. Es partidario de que los menores y adolescentes puedan escoger su sexo sentido. «Lo fundamental es que en ese proceso estén acompañados por los profesionales especializados en transexualidad pero no que les traten. Hay que darles espacio y apoyo», indica.

Guillem y Allan comentan que los tests psicosexológicos a los que se someten son muy arbitrarios. «Te preguntan si te gustaría ser florista o militar. A veces sientes que el profesional es un policía del género en vez de un acompañante, mientras tú lo que buscas es un apoyo que te dé herramientas para sobrellevar el proceso tú mismo, pero también tu familia», indica Guillem. 

Es la opinión también de Mabel (nombre ficticio), madre de un menor transexual. «Lo que nosotros pedimos es un espacio para movernos en la incertidumbre. Pedimos que no se etiquete al menor hasta que él mismo se identifique. Con cinco o seis años eso es difícil pero el problema es que a esa edad en el colegio ya sufren maltrato y eso no es homofobia, sino el estigma del género. En cuanto alguien rompe los esquemas de género cae en la marginación», apunta. A este respecto la ley aprobada da derechos al menor tales como la posibilidad de cambio de nombre, la obligación del centro educativo a dirigirse al mismo por el nombre escogido, el respeto a su imagen física y el acceso y uso de las instalaciones del centro de acuerdo con la identidad de género sentida, incluyendo los lavabos y los vestuarios. «Pretendemos que la inclusión en el ámbito educativo no dependa de la buena voluntad de los centros sino que esté reglado por ley para que el paso por la etapa educativa no sea traumático sino que se reconozca la identidad plena de los menores trans y de este modo, no se encuentren con trabas para seguir formándose», indica de Lamo.

«Cuando pasas el tránsito puedes hacer una vida absolutamente normal porque la sociedad no tiene ni que saber cuál ha sido tu sexo de origen. En mi caso, yo prefiero decirlo. Soy transexual y moriré así. Quiero desmitificar el concepto, romper con el estigma, dejar de esconderme. No hemos decidido ser transexuales sino que hemos nacido así. No pido nada que no garantice la ley para cualquier otro ciudadano, sólo lo mismo», añade Alec. Quizá esta nueva ley no pueda garantizar ese reducto de paz como pide Mabel, pues eso depende de todos los que construimos una sociedad pero sí refuerza un pilar fundamental que tanto ha reivindicado este colectivo, la igualdad. 

(Este artículo se publicó originalmente en el número 26 (XII/2016) de la revista Plaza)

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