CASTELLÓ. Fue en 2015 cuando se colgó en la Concatedral de Santa María de Castelló el primer cuadro de Vicente Traver Calzada. Aunque, en realidad, el encargo le llegó al artista burrianense, muralista nato, unos años antes. En 2008. Pero, por cosas de política finalmente no se llevó a cabo y ha sido este jueves cuando, una década después, el retablo ha lucido por fin completado. Nada menos que nueve obras pintadas en óleo-temple sobre lienzo tiene expuestas Santa María. Las dos últimas, Pentecostés y La Sagrada Familia, con tres metros de ancho y dos y medio de altura.
Como un "regalo caído del cielo" ha definido Traver el momento de ver su obra finalizada. Y es que no han sido pocos los obstáculos que el artista ha encontrado por el camino. El último, el de la realización de La Sagrada Familia. Una obra que ha tenido que costear de su propio bolsillo, al no contar con más presupuesto de la Diputación. La institución provincial ha financiado, no obstante, el resto de lienzos. Una colaboración que le ha costado 353.925 euros. Así mismo, entre los planes iniciales del artista estaba la colocación de cuatro esculturas de los Evangelistas y que tampoco han podido llevarse a cabo.
Pero más allá de las trabas burocráticas con las que ha topado, el burrianense se siente un "afortunado" por ser de los pocos artistas que hoy en día pueden decir haber pintado un retablo. Un trabajo que siempre ha estado al alcance de muy pocos y que hoy en día es casi inexistente por su poca producción. "Saber que mi obra perdurará en el tiempo es el mayor regalo que podía tener", ha expresado el pintor durante su presentación. Traver ha vivido este emotivo momento acompañado del presidente de la Diputación, José Martí; la diputada de Cultura, Ruth Sanz; y el obispo Camisiro López, en representación de la Diócesis Segorbe-Castellón.
El valor de la obra del burrianense no solo se mide por su tamaño, que como decimos es de casi tres metros de altura, también por la complejidad técnica con la que las ha desarrollado. A fin de que los cuadros no brillasen, Traver ha utilizado un óleo especial, un óleo "mezclado con yema de huevo". Una técnica mixta que empleaban en la antigüedad los holandeses y que ya está en desuso, pero que es de gran utilidad para conseguir que los cuadros no brillen ante la gran cantidad de luz que entra, en este caso, en la concatedral. "Resulta muy pesado porque hay que hacer rayitas y rayitas, pero trabajar de esta manera permite que los cuadros tengan mucho colorido. Es la mejor manera de sacar el colorido y, en este caso, he querido que sea así para competir con el exceso de luz que generan las vidrieras", explica el artista.
Pero antes de esto, el pintor pasa aproximadamente un año realizando los bocetos. Es -asegura- la parte más ardua de su trabajo, ya que los repite una y otra vez hasta dar con el "bueno". Después, busca sus modelos, figurantes que le ayudan a imaginar cómo deben quedar sus ideas plasmadas en un cuadro. Incluso los viste de la época, para posteriormente fotografiarlos. El momento de pintar son dos meses, estima el creador.
"No se trata de pintar bien, que también es el caso, sino de crear interés en toda la obra. Traver consigue llenar sus pinturas de personajes tremendamente humanos y llenos de carácter. Tiene una iconografía riquísima y logra una obra tridimensional que parece escapar del cuadro", señala Antonio José Gascó, cronista oficial de la ciudad de Castelló.
Ahora, con el retablo ya completado y expuesto, el pintor asegura tener otro proyecto entre manos. "Allá donde veo una pared vacía, veo una posibilidad de pintar", manifiesta el mismo. Es Traver uno de los pintores y escultores más emblemáticos de la provincia.