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EL EUROCRISTIANO TIBIO / OPINIÓN

Tres décadas de colaboración universitaria universal

27/05/2024 - 

Este año se cumple el trigésimo aniversario de la fundación, con personalidad jurídica propia, de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE). Corría el año 1994 cuando dos docenas de rectores, reunidos en Salamanca, decidimos fundarla. Necesitábamos una organización puramente académica, sin presencia de cargos políticos, y lo hicimos. El Consejo de Universidades, aun muy útil, no nos bastaba por tratarse un órgano mixto, en el que, presidido por el ministro, había, junto a los rectores, muchos consejeros autonómicos y personas designadas por los partidos. En mi opinión, fundar la CRUE fue un acierto. A propuesta del rector anfitrión, Julio Fermoso, fui elegido su primer presidente. Con la ayuda del socialista Félix García Lausín como secretario, y de varios rectores, lanzamos el proyecto. Un éxito.

"ECHO DE MENOS QUE NO HAYAN PEDIDO LA DISOLUCIÓN DE HAMÁS, UN GRUPO TERRORISTA, CON LO QUE LES HABRÍA QUEDADO MÁS REDONDO EL COMUNICADO"

De inmediato tuvimos que abordar la estrategia de colaboración internacional de las universidades. Después de todo, era uno de los principales motivos para fundar la asociación. Me fue fácil prolongar en la CRUE la doctrina que estaba aplicando en la Universidad de Sevilla: colaborar con universidades de todos los países al margen del color político de los gobiernos de sus naciones. Convenía mantener la colaboración universitaria tanto si los gobiernos nacionales eran socialistas, como si eran liberales, y tanto si se trataba de una dictadura como de una democracia. Había que colaborar con las universidades francesas, pero también con las coreanas. Mi principal motivo a favor de la colaboración académica universal era que siempre había servido para, superando barreras y diferencias políticas, ayudar a los científicos sometidos a gobiernos opresores. La porosidad universitaria siempre sirvió para difundir los valores democráticos y constituía una buena herramienta para minar de forma sutil las dictaduras.

Para avalar esa doctrina no tuve reparos en echar mano de mi condición de víctima del franquismo (en 1968 me habían expedientado y expulsado transitoriamente de la Complutense y en 1970 me habían condenado a tres años de cárcel por conspirar contra el franquismo). Con esas credenciales aduje que muchos universitarios españoles nos habíamos beneficiado de la colaboración con universidades europeas y americanas durante la larga etapa franquista. Yo mismo disfruté de una beca postdoctoral del Gobierno francés en una universidad parisina. Al permitirnos a los universitarios españoles experimentar de primera mano las ventajas de la democracia, en vez de contribuir a reforzar la dictadura, ese tipo de lazos internacionales la debilitaron. ¿Habría sido positivo que los rectores europeos hubiesen pedido cortar toda forma de colaboración con las universidades españolas bajo el franquismo? Obviamente, no. Análogamente, establecer una barrera aislante con los científicos que viviesen en regímenes opresores no perjudicaría a los gobiernos, sino a los jóvenes investigadores, muchos de los cuales serían progresistas e incluso socialistas. Un error a evitar.

Por hacerlo corto, mi tesis de la colaboración universitaria universal salió adelante casi por unanimidad. ¿Han variado las condiciones para que esa doctrina no sea ahora aplicable a las universidades israelíes e islámicas? En mi opinión, sigue vigente. Y la luz de ese principio comentaré el comunicado que emitió el 9 de mayo la Junta Rectora sobre "la situación en la franja de Gaza". Ya el mismo título destaca por su prudente laconismo. Nada de palabras gruesas, ni de apelaciones excesivas a la emotividad. Simplemente, "la situación en la Franja de Gaza". Con todo, el comunicado ha sido objeto de interpretaciones contrapuestas. Según unos, es demasiado tímido, lo que convierte a los rectores en cómplices del "genocidio en Gaza". Según otros, los rectores han claudicado ante la rampante ola de antijudaísmo que nos invade. Por mi parte alabo, con algunas reservas, el equilibrio y mesura del comunicado rectoral.

Los rectores han expresado, primero, su "compromiso con la paz, la convivencia, la justicia y el derecho internacional humanitario". ¿Qué persona de buena voluntad podría discrepar de esos ideales? A continuación, han declarado sentirse "profundamente conmovidos por el agravamiento del conflicto y las penosas consecuencias que está teniendo para la población palestina". Lo suscribo. Finalmente, piden el cese de las actuaciones del ejército israelí, pero también de cualquier acto terrorista. Correcto. Así mismo, piden que se deje entrar ayuda humanitaria, que Israel respete el derecho internacional y la liberación de los rehenes. Un prudente equilibrio. No obstante, echo de menos que no hayan pedido la disolución de Hamás, un grupo terrorista, con lo que les habría quedado más redondo el comunicado. Después de todo, el fiscal del Tribunal Penal Internacional ha pedido juzgar a Netanyahu por crímenes de guerra, pero también al máximo dirigente de Hamás.

"los equipos rectorales que propongan cortar los lazos de colaboración con las universidades israelíes estarán cometiendo el grave error de confundirlas con el gobierno de Netanyahu"

Además, la Junta Rectora de la CRUE ha instado a las universidades a revisar sus acuerdos con sus colegas de Israel y a sopesar la conveniencia de suspender los establecidos con las que no se hayan pronunciado inequívocamente por la paz. A menos que consideremos belicista permitir matricularse a los soldados y reconocer el derecho de Israel a defenderse, todas las universidades israelíes se han declarado favorables a la paz. Es más, acogen la pluralidad de opiniones imperante en su sociedad. Porque, no lo olvidemos, viven en una democracia representativa. ¿Sería capaz algún rector español de negar la admisión en sus aulas a nuestros militares? ¿Qué debería hacer la UPCT, que tanto ha colaborado con el Ministerio de Defensa? Y hay otras universidades españolas que también lo han hecho. ¿Son, por ello, cómplices de las matanzas de civiles en Gaza? Nadie sensato lo creería.

En suma, los equipos rectorales que propongan cortar los lazos de colaboración con las universidades israelíes estarán cometiendo el grave error de confundirlas con el gobierno de Netanyahu. ¿Sería correcto confundir a la UPCT o la UM con el gobierno presidido por Miras? ¿Sería razonable no colaborar con esas universidades por discrepar de su política ambiental? ¿O cortar las relaciones con las universidades catalanas porque nos repugnen las ideas separatistas de algunos de los gobernantes de esa región? Igual que no convenía confundir a Franco con las universidades españolas, no hay que confundir a Netanyahu con las universidades israelíes. ¿O es que Shlomo Ben Ami, mi apreciado dirigente socialista judío, no merecería ser invitado a impartir sus profundos conocimientos en ninguna universidad española?

Y no solo propongo seguir colaborando con las universidades israelíes (varias de ellas entre las mejores del mundo), por más que condenemos los sangrientos excesos del Gobierno de Netanyahu, sino también con las islámicas. ¿O deberíamos excluirlas porque los gobernantes islámicos impidan a las mujeres acceder a sus estudios? ¿O quizás deberíamos cortar con las universidades que expulsen a los profesores homosexuales? Ambas situaciones son comunes en las universidades islámicas, mientras que nada de eso ocurre en las universidades israelíes. Pues bien, sigo aferrándome a mi doctrina primigenia: hay que colaborar con las universidades de todo el mundo a pesar de las posibles aberraciones de los gobernantes de sus naciones. 

Hay que apostar siempre por la autonomía universitaria y convertir a nuestras universidades en heraldos de la paz, la convivencia y la democracia. Las barreras solo benefician a los dictadores y los agresores. Eso sostuve hace treinta años y eso sostengo ahora. Me acusan de haber cambiado de criterios políticos, pero son mis detractores los que han renegado de la sana doctrina primigenia: la reconciliación nacional y la colaboración universitaria internacional. No en vano representé a las universidades españolas tanto en Bruselas como cubana Pinar del Río o en la israelí del Néguev. No abjuraré de esos logros tempranos por más tiendas de campaña que me pongan por delante. Mi lema: colaboración universitaria desde el río hasta el mar.

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