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el interior de las cosas / OPINIÓN

Una realidad convaleciente

13/12/2021 - 

He visto y he sentido, en el océano montañoso de Els Ports, los tremendos fríos de este otoño que ya es invierno. Allí, el viento aúlla con esos sonidos infernales que estremecen, moviéndose vertiginosamente con unas rachas cercanas a los cien kilómetros/hora, aportando demasiado frío para que nieve. Cuando la sensación térmica es varios grados bajo cero, como hace una semana, las nubes descargan fortó, directamente granos de hielo. El matacabras es otra forma más suave de derramar frío sin llegar a nevar.

Uno de mis nietos ha aferrado su pequeña mano a la mía. El viento nos arrastraba, clavando, como agujas, sus ráfagas en la cara. Me gustan estos fríos, siempre me han gustado. Limpian el sistema respiratorio y ventilan los rincones cerrados en el alma. El pasado puente de todos los puentes del año, Morella, y toda la comarca, estaba rebosante de gente que se apresuraba encogida, combatiendo el tiempo gélido, por las calles de piedra, corriendo en busca de un destino gastronómico y de un refugio donde esconderse del feroz viento. 

Hay cansancio y desánimo en el aire que respiramos. La ciudadanía responsable seguiremos malviviendo en este secuestro, reduciendo nuestras vidas, nuestras celebraciones navideñas

Uno de mis pequeños se pegaba a mi cuerpo, bajando su cabeza abrigada ante los bandazos del aire. Otro de mis pequeños parecía volar entre las piedras, sonriendo como siempre sonríe, y el más pequeño de todos vivía feliz, a sus cuatro meses, abrigado y dormido, en el carrito ya preparado para los largos meses de invierno. Caminas con ellos y piensas que la felicidad es esto, un paseo, unas manos pequeñas que te acarician, una sonrisa, y todos los sueños. 

Los pueblos de las comarcas del interior han vivido, durante toda la pasada semana, una avalancha de visitantes. Gente que corría sin detenerse, gente que necesitaba cambiar de ropa como de piel, sentir el frio, un refugio rural, una buena chimenea y una gastronomía diferente. Gente que necesita un pasaporte definitivo para esa normalidad que permanece convaleciente. 

La buena olla morellana de Montse ha ido calmando los fríos, con el mismo calor y amor que ella deposita en las cazuelas. Templar el espíritu, calentar el alma, sentir que no pasa nada afuera, tras las ventanas de las casas que habitamos.

Pero algo está pasando. Han regresado las inseguridades, el desasosiego, la preocupación ante el desconocimiento, la nueva variante del virus, las que vendrán después y los contagios que crecen velozmente. Nos anuncian que los síntomas de la nueva ruta del covid son leves, aunque con mayor rapidez de contagio y con una incidencia acumulada disparada. Nos dicen que, al parecer, no es preocupante, pero también nos dicen que seamos prudentes estas fiestas navideñas, que seamos responsables, -que ya lo somos-, que evitemos aglomeraciones y que no dejemos de usar la mascarilla. Aunque los casos sean más leves que en la primera ola, no deseamos contagiarnos, porque entre todas las declaraciones, afirmaciones y recomendaciones,  hay un preocupante poso de inseguridad.

Afirmar que el momento es leve, pero qué no se puede confirmar al cien por ciento las consecuencias de la nueva variante, afirmar que las vacunas “nos han salvado” pero solicitar, al mismo tiempo, mucha prudencia, está afectando a la sociedad y, sobre todo, a la economía. Hay cansancio y desánimo en el aire que respiramos. 

La ciudadanía responsable seguiremos malviviendo en este secuestro, reduciendo nuestras vidas, nuestras celebraciones navideñas. Seremos prudentes y solidarias. Lo hemos sido desde el primer día en que llegara un virus que, con el paso del tiempo, nos está cambiando la vida. Sin saber hacia dónde nos dirigimos, sin saber dónde está la salida.

En este contexto maldito, el mundo gira de manera extraña, vomitando desigualdades insoportables, consolidando una ignominia que está poniendo a prueba todas las luchas y todas las esperanzas. Un primer ministro británico se ríe de su país, pasando de todo. Un juez español maltrata a las mujeres y nadie le aparta de su pedestal, a pesar de joder la vida de una mujer y una madre de dos hijos. Juana Rivas y todas las mujeres merecen un sistema judicial honrado, honesto y justo.  

PP y VOX unidos por una causa, la de dinamitar el suelo democrático de este país

Un partido político de la derecha camina hacia su lado más rancio y oscuro. El PP hace el ridículo aquí y en el resto del país con un dirigente autonómico que animaba hace unos días a celebrar ‘comidas y cenas de empresa’ por eso de ser oposición al gobierno. Con alegría se sumó el PP de otros territorios de esta autonomía. Al día siguiente, el dirigente nacional anunció la suspensión de estas celebraciones “por prudencia, dada la situación alarmante de contagios”.

La movida de la derecha española, “entera y compacta”, ha demostrado sus prioridades con la decisión de celebrar, sí o no, comidas y cenas navideñas. Han descubierto sus cartas y han puesto de relieve qué es lo que realmente importa a estos partidos destructivos y tóxicos. Un titular, una improvisación, una irresponsabilidad, una confrontación y la ruptura social. PP y VOX unidos por una causa, la de dinamitar el suelo democrático de este país. Porque no importa la evolución socioeconómica de una sociedad en tiempos difíciles de pandemia. No importa. El objetivo es destruir y sembrar el odio y la confrontación. Aquí, en todo el país, en Francia y en toda Europa. Vivimos momentos muy inquietantes que nos están situando en un presente y en un futuro inciertos, en un tiempo triste.

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