EL CUDOLET / OPINIÓN

¿Un Nadal aporofóbico?

Foto: JORGE GIL/EP/ARCHIVO
24/12/2022 - 

No suele excitarme el Nadal, más bien lo contrario. Intento darle al pulgar en el calendario para que corra más rápido, acelerar y cambiar de año siguiendo adelante. Apenas tengo apetito en Nochebuena, menos aún en Navidad y por supuesto detesto la Nochevieja. Unos huevos fritos, pasear a mis perros y paginar un poco sobre Pompeya es para mí una buena noche.

Una semana después, la Nochevieja, es una festividad que la baneo de mi paupérrima agenda social porque enterré a mi viejo hace diecisiete años. Desde entonces no encuentro estímulo a tal jornada. Todo lo que envuelve al Nadal me recuerda a un cuento de hadas. Pura fantasía. Desde hace muchos años no tiene ni una pizca de sentido. El Nadal son unas fechas adornadas por la hipocresía y encendida de falsos propósitos. El buenísmo forma parte este carnaval mercantilista.

Foto: Pablo Martí/Diodo Media/Save The Children

Nadie nace divino. Aquí, en el planeta tierra, los únicos reyes han sido o son tus padres, de carne y hueso, que han velado por ti desde el momento que ves la luz. Son los verdaderos magos de tu existencia. Son a los únicos que hay que rendirles pleitesía y homenajearlos cada día que pasa el almanaque. En mi caso ya no lo puedo hacer, salvo cuando encuentro un rato y acudo a visitarlos al cementerio. Ahora han tomado el relevo de mis cuidados y atenciones mis dos hermanas Carmen y Dolores.

El Nadal es un producto de consumo de un sistema capitalista que carece de sistema nervioso y que se la suda el origen de la festividad. El capitalismo solo quiere y cree en engordar su cuenta corriente, y que la brecha entre ricos y pobres siga in crecescendo. Desde hace un tiempo siempre que se acercan estos días tan señalados para el mundo occidental, me aferro al neologismo que dio vida una valenciana, Adela Cortina, Catedrática de la ética. Me pregunto en voz alta, ¿si en el Nadal se agudiza más la aporofobia?

Intento con lógica responderme, releyendo el génesis de tal concepto que radica en el odio, aversión o rechazo al pobre. Yendo más allá, no solo sirve acordarse estos iluminados días de los sin techo con donaciones de alimentos y ropa, pan para hoy y hambre para mañana. La aporofobia desnuda al más desfavorecido en un sistema de reciprocidad, el capitalismo, proveedor de bienes y servicios, cosa que el pobre no puede figurar por la falta de recursos. También me lo tomo con humor o guasa, recordando la frase de un payaso justiciero de una serie de televisión, no es moro, es árabe. 

El mundo occidental debe trabajar, colaborar y cooperar porque se reduzca al máximo la brecha entre pobres y ricos, creando una sociedad más justa. Si no lo hacemos correremos el peligro de vivir una nueva etapa basada en el pago al uso. Es decir, usted no posea nada, solo viva si hace uso y destina su renta, la que le damos, para abonar las facturas de sus proveedores de telefonía, energía, alimentación y transporte empaquetados por un Nadal aporofóbico.

Noticias relacionadas