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El verdadero heavy arrollador de Whäldemar asalta la XXII edición del Metal Fox en Lucena del Cid

27/07/2024 - 

CASTELLÓ. Es difícil encontrar la esencia pura de algo en estos días de crossovers, mezclas y mixturas que a veces parecen mezcolanzas. La pureza de un sonido, de una estética, de una imaginería a favor del género musical que se practica está algo demodé. Todo eso se ha ido perdiendo. Escuchar a Judas Priest, Manowar o Iron Maiden es sentir esa esencia inmaculada en la música. Ser fiel a un sonido característico. Whäldemar, un combo de heavy/power metal de Barakaldo, mantienen esa esencia que los hace únicos, irrepetibles y genuinos. Heavy metal sin ambages y de enorme calidad que sacudirá las cabezas de los asistentes al festival Metal Fox en su XXII edición en Lucena de Cid, por el que han pasado bandas del calibre de Lèpoka, Azrael o Angelus Apatrida. Este año el sábado 27 de julio junto al campo de fútbol acompañarán a los vascos, Exodia y Darkblazzers.

Whäldemar llegarán al festival con su séptimo elepé, Sanctuary of Death, quizás su mejor y más contundente obra, recién salida del horno. Hablo con Carlos Escudero, voz y letrista del combo, mientras regresan a casa en furgoneta tras un último bolo.

La contundencia de Dreambreaker, el pasaje algo frío de Deathwalker o el medio tiempo Forevermore, dejan al oyente KO. Heavy metal acelerado, algo sinfónico y tan directo con un dardo. Nos vamos a Barakaldo en aquellos días en que la banda estaba a puntito de formarse. “Pedro (guitarrista y productor del grupo) estaba montando una banda para hacer heavy, yo soy más mayor, yo tenía mi banda, donde hacía mis coros y era el más heavy de la banda”, recuerda, Escudero. “Él vino a vernos y me escuchó gritar alguna canción. Le dijo a un amigo en común: a ver si se baja el sábado por la tarde a tomar algo, y una vez que nos vimos y vi cómo tocaba, y él vio mis gustos, y cómo podía cantar, y dos tíos juntos muy fans de Manowar, DIO, Gamma Ray, eran las canciones que queríamos tocar. Fue un flechazo”, admite.

Whäldemar lo tuvo claro desde el minuto uno, lo suyo era heavy metal, ese sonido que les había volado la cabeza nada más escucharlo. La música que practicaban sus ídolos, los músicos a los que pretendían emular. Ese primer álbum fue Fight to The End, toda una declaración de intenciones, y además con un sello detrás, algo que reforzaba la idea de que éste combo iba a llegar lejos.  “El primer disco es el clásico que éramos muy jóvenes, no teníamos la experiencia, pero estamos súper orgullosos de la idea de la banda, del sonido duro, de esas canciones que tocábamos por ahí”, relata. “Y de poder grabar con un sello como Arise Records, que tenían una tienda y un amigo nuestro se pasó por allí y les puso la maqueta, y dijeron: ¿esto qué es?, son unos amigos de Barakaldo, y ellos respondieron, estos son alemanes. A la semana siguiente aparecieron en el local con una grabadora, que no se creían lo que hacíamos, y nos ficharon para dos discos. Eso para unos chavales como éramos nosotros, jóvenes, con el respaldo de un sello, con un estudio, con Carlos Kreator, que era el mejor productor de la zona”, el sueño de cualquier hijo del rock.

Siete años entre trabajos

Entre su segundo trabajo, I Made my Own Hell y Metal of The World transcurren siete años, aunque ambos discos establecen las bases de la música y letras de Whäldemar, es con su siguiente elepé donde de verdad el grupo comienzan a ser lo que son hoy en día.  “El salto fue con el disco Shadows of Combat, ya fue en los estudios de Pedro, además fue más seguido. Fue el primero en el que conseguimos un sonido más definido, más de la época. El siguiente, Against all Kings, es el primero de la nueva época. Ese disco dio ya un paso importante. Pedro se convirtió ya en una productor importante, un nuevo productor a tener en cuenta. Yo digo que soy amigo de Michael Jordan. Todo el mundo ha grabado con él”, sentencia.

Con ese redondo los de Barakaldo comienzan a salir fuera de la península, tocan en otros países. “Con el Against all Kings tenía temas fresquísimos, estuvimos en Tokio, Moscú, Holanda. Yo que no había salido de éste país en la vida (risas)” El vocalista me narra una anécdota muy curiosa en su “primera” salida de España. “Mira, siempre he contado que la primera vez que salí fue cuando fui a ver a los Manowar a Donosti, y fuimos en autobús, que montaban los bares heavies y se pasó de largo, y era la primera vez que pisé Francia, se coló en la salida (risas)”

Sanctuary of Death es un elepé donde la presencia del productor y guitarra ha tenido mayor importancia. “En este disco ha influido mucho Pedro, en otros álbumes han participado otros miembros de la banda. Pedro tiene un nivel de inspiración, su músculo cerebral está muy trabajado”, dice. Es increíble, hablando con otras bandas, el escaso tiempo que han tardado Whäldemar en componer el disco. “Será el disco más rápido de la historia, hicimos dos temas en enero o febrero, cuando decidimos hacer un nuevo disco, lo dejamos y ya nos pusimos con  tenemos que hacer un disco, y prácticamente en una semana me invadió Pedro a canciones”, recuerda. “Me enviaba las canciones, como tiene su estudio en Burgos, me mandaba las canciones medio hechas, las melodías ya están ahí, al día siguiente otra, y otra. Cosa de diez días. Lo que a otro grupo les costaría un año”, apunta.

El apartado de las letras

En el apartado de las letras es el propio Carlos el encargado de las mismas. “En un principio siempre que me llega esa premaqueta que nos envía Pedro, ya nos está evocando algo, ese sonido que ha cantado Pedro, ya hay un sentimiento de algo, ya me ha dado la primera palabra. No nos salimos del heavy clásico”, comenta. Sin embargo, en esta ocasión el cantante se ha dejado influir por la pluma de Vázquez Figueroa. “Me leí un libro muy interesante, El Touareg, de Alberto Vázquez, es un librazo muy interesante. En los discos de Whäldemar, en nuestras canciones míticas, yo siempre me baso mucho en el nivel de superación. Creo que para un heavy como yo lo más importante es ser el más fuerte del mundo, “dice. “Luego lees que un hombre va por un desierto, que no encuentra agua en dieciocho días, que se come las tripas del camello para sobrevivir, que tiene honor, que tiene que ser hospitalario, que tiene que darle las tripas a alguien. A mí esto me llega al fondo del corazón. Cuando le contaba estas batallas a Pedro, que es un absorbedor, es una esponja de mis locuras, me decía: sí, la portada será por el desierto, y el viejo Whäldemar se arrastrará por el desierto… (risas)”

Straight to Hell fue su anterior trabajo, con él estuvieron girando tres años, pandemia mediante. “El título de ese disco viene de un amplificador que tenía Pedro, que en el potenciómetro del volumen te pone máximo, mínimo, y en la parte de máximo ponía straight to Hell (risas)”. Como ha tantas bandas, los heavies también tuvieron que sentarse en la época del Covid, “Cuando vimos que venía el virus, teníamos el disco muy avanzado. La gente decía que lo retrasáramos, al principio hicimos canciones sentados en sillas”.

Con un disco recién sacado y muchas ganas de tocarlo es como se encuentra la banda de cara a la gira. “Nosotros siempre, cuando hemos sacado un disco, nos gusta tocar los temas nuevos, es lo principal, que para eso sacamos discos nuevos, para eso estamos muy orgullosos de nuestros discos nuevos. Esto de vivir como las viejas bandas de solo tocar los clásicos… entiendo que a los que no le salen discos buenos, lo entiendo, pero nosotros haciendo discos buenos estamos metiendo cinco temas sin dudarlo. Están teniendo una buena respuesta”. A pesar de la importancia que tiene la banda por su impoluto y poderoso heavy, son un grupo modesto y humilde. “Van a ver a una banda humilde, que salimos ahí cómo si fuera el último concierto, siempre a disfrutar a tope, haya cien o mil”, remata el cantante.

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