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Violines y guitarras

18/10/2019 - 

CASTELLÓ. Asumamos de partida que los análisis en fútbol, al menos desde fuera, siempre vienen orientados en uno u otro sentido en función del resultado.

Si en Tarragona alguien hubiera evitado el cabezazo que dio el empate en los últimos minutos al Nàstic... Si se hubiera defendido mejor el centro lateral ante la SD Ejea que supuso el empate de penalti en el descuento... Si esos lances del juego no hubieran ocurrido, el Castellón tendría cuatro puntos más. Sería líder. Duele porque, en ambos partidos, restaban muy pocos minutos para el final y daba la sensación de que el trabajo estaba hecho.

Podría ser, pero estamos hablando en condicional. Cabe reconocer también que, en Tarragona, el Castellón no hizo una buena segunda parte y que fue su rival quien le regaló en bandeja el gol. Todos los equipos se reparten errores en cada partido, y muchos prefieren cometer los menos posibles antes que asumir riesgos en busca del mayor número de aciertos. Dicho de otra forma, la disyuntiva es jugar a ser protagonista y controlar el juego o jugar a no perder y esperar a que suene la flauta en la portería contraria.

En el Castellón, esta temporada el juego de supervivencia de la pasada ha mutado a un fútbol alegre, combinativo y vistoso que ha llevado a los de Cano a las posiciones punteras de la clasificación. Ya hemos comentado en alguna ocasión que, una vez asentado el modelo, lo realmente complicado es mantener ese control del juego durante tres cuartas partes del partido. O aprovecharlo para cobrar mayor ventaja en el marcador. Hasta ahora, casi siempre el Castellón ha sido superior en las primeras partes y en las segundas ha tenido más problemas para mantener su dominio y jugar en campo rival. Los centrocampistas titulares, en general, destacan por sus cualidades con el balón. No es que estén mal físicamente. Sufren persiguiendo al rival. Son violinistas, no percusionistas. Por eso, cuando el equipo pierde el balón durante muchos minutos, retrocede metros por inercia y cuando recupera la pelota se encuentra muy lejos de la portería contraria.

Ante esta tesitura, Óscar Cano siempre ha apostado, hasta ahora, por la velocidad y desborde a la hora de refrescar al equipo. Serra ha superado a Gálvez como jugador número doce. Alfredo, Íñigo y, desde hace dos semanas, Jairo son los siguientes en la lista. El cambio es drástico. Del juego de posición, asociativo y con pausa, a la espera de encontrar el momento oportuno, al intento de llegar en tres pases al área contraria.

El contragolpe alarga al equipo y ensancha el campo de acción de los centrocampistas que, a esas alturas, van ya con la reserva en el depósito.

El técnico tiene otros centrocampistas en el equipo. Pero son de otro corte. Gálvez y Castells no son jugadores de pie y sí de abarcar mucho campo. El tercero, Pablo Roig, todavía no ha participado, al igual que Castells. Es curioso porque Cano lo hizo debutar y la temporada pasada, en otro contexto, se asoció bien como interior y demostró ser útil en la presión alta.

Quien mejor sabe cómo sacar el máximo partido a su plantel es el técnico, eso es obvio. Pero mi impresión es que le iría de perlas poder tener dos mediocampistas más, y del perfil de los que juegan de inicio. Dicho de otra forma. Ensamblar violines y guitarras eléctricas es difícil, pero no imposible. Habrá que seguir ensayando.

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