MURCIA. “He estado intentando convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer: Puede resultar doloroso, pero no tiene por qué ser una tragedia. Si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no tendría espacio para lo nuevo. Sin duda, evolucionar constituye una infidelidad…, a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo. Tal vez cada día debería contener al menos una infidelidad esencial o una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro…, una afirmación de que las cosas pueden ser no sólo diferentes, sino mejores”, decía Bárbara Lennie citando un fragmento de Intimidad, de Hanif Kureishi (novela que Patrice Chéreau también llevó a la gran pantalla en 2001 de forma más o menos interesante) mirando a cámara en Todas las canciones hablan de mí, la ópera prima de Jonás Trueba.
En Volveréis, la última película del pequeño de los Trueba, presentada en la Quincena de realizadores del pasado Festival de Cannes, donde se alzó con el premio a Mejor película europea, y que llega este viernes a los cines españoles, el director madrileño parece retomar el tema de la ruptura en una tragicomedia protagonizada por su equipo de confianza: Itsaso Arana y Vito Sanz. La película cuenta la historia de Ale (Alejandra) y Alex, una pareja que tras 15 años juntos deciden separarse y se proponen llevar a cabo una idea que de primeras podría parecer absurda: organizar una fiesta con sus seres queridos para celebrar su ruptura.
Partiendo de esta idea que podría parecer una simple gamberrada (y tal vez también haya algo de esto), Trueba consigue hacer de una película que podría ser todo un drama una película divertida, emocionante y llena de ternura. El motivo de la fiesta le sirve al director para contar la vida de la pareja a lo largo del tiempo previo a la separación: sus encuentros y desencuentros, sus momentos buenos y malos, sus esperanzas y sus dudas, lo que un día fueron y ya no son, lo que tuvieron y se esfumó pero, aun así, de algún modo, sigue ahí, lo que les gustaría ser mañana y no saben si serán. Jonás Trueba habla del amor y la amistad, de lo que pasa dentro de una pareja, de lo que queda en ella tras años de convivencia, de por qué amamos como amamos, por qué sentimos como sentimos, del significado de los recuerdos, a través de su habitual estilo, un estilo en el que también se refleja una filosofía de la vida, una manera de verla y, con ello, de ver y hacer cine.
Como en sus anteriores, la esencia de la película está en lo conversacional, en saber captar lo extraordinario de lo ordinario, lo costumbrista (pocos directores han filmado como él, con esa delicadeza y cercanía, la idiosincrasia de la ciudad de Madrid), en lo que dicen y hacen los personajes, en su humanidad, sus naturalezas contradictorias y a veces paradójicas, en sus encuentros con otros, en los lugares que frecuentan, en lo que pasa cuando parece no suceder nada, en todo cuanto conforma sus días. También en ese cruce entre cine y vida que siempre hay en las películas del director, cómo ambas cosas se mezclan y se alimentan la una de la otra, con divertidas secuencias como en las que aparece Fernando Trueba (padre del director y que interpreta al de la protagonista), Miguel Ángel Trudu (montador en la película y también en la realidad) o Francesco Carril en el rodaje de Los años nuevos, serie también real (la nueva de Sorogoyen, creada y dirigida junto a Paula Fabra, Sara Cano, Sandra Romero y David Martín de los Santos), que se estrenará en el próximo Festival de Venecia.
“El amor-repetición es en verdad el único dichoso. Porque no entraña, como el del recuerdo, la inquietud de la esperanza, ni la angustiosa fascinación del descubrimiento, ni tampoco, la melancolía propia del recuerdo. Lo peculiar del amor-repetición es la deliciosa seguridad del instante”, dice la voz de Itsaso Arana leyendo un pasaje de La repetición, de Kierkegaard, hacia el final de la película. Jonás Trueba logra contar con sencillez y belleza lo complejo, reflejar con cierta ligereza e ilusión (sin llegar a ser cursi) sentimientos y emociones profundas y a menudo escurridizas. Volveréis es una película muy grata de ver, una película hermosa y conmovedora, con cierta magia, sobre el fin del amor y su continuidad, sobre lo que pasa cuando este parece haber terminado, citando a Carver, sobre “De qué hablamos cuando hablamos de amor”.