ALICANTE. La moda es revolución. “A lo largo de la historia, las tendencias en el vestir también se han convertido en formas de denuncia y rebelión, y han servido como herramientas de protesta para demostrar la disconformidad con el sistema establecido, e incluso como vía de liberación, especialmente en el caso de las mujeres”, decía Laura Opazo en La moda es revolución (Zenith, 2023). De Coco Chanel a Emma Watson o Lady Gaga, la moda ha jugado un papel clave en el desarrollo de carreras en el cine, la moda, la política o la vida. Desde aquí os pido que miréis a Yolanda Díaz. Una vez leí que Alfonso Guerra la había llamado “Mélenchon vestida por Christian Dior”.
Para empezar, este artículo no es una crítica, sino un análisis de un elemento, la ropa, que nos parece forma parte del discurso de cualquier político. La ropa, la tuya, la mía, la de Pedro Sánchez, la de Santiago Abascal, la de Yolanda Díaz, habla. Y nunca es 'inocente', ingenua. Como dice mi admirada Katja Eichinger, la ropa "constituye un rico lenguaje simbólico a través del cual creamos y comunicamos significado. Tiene un impacto inmediato en cómo nos sentimos en nuestro cuerpo, por lo que es muy íntima, y al mismo tiempo nos convierte en seres sociales. La moda es una parte importante y realmente fascinante de nuestra cultura diaria. Y todos participamos. No podemos no comunicar a través de nuestra ropa. Como escribió Oscar Wilde: 'solo las personas superficiales no juzgan a los demás por la ropa'".
La propia Díaz admitió que le gustaba la moda. "Me encanta la moda, siempre ha sido muy importante en mi vida, es algo que creo que heredé de mi madre. Desde en un juicio como abogada laboralista hasta en una reunión con trabajadores, en el Congreso de los Diputados o en el Gobierno". Entonces, ¿por qué Yolanda Díaz nos llama tanto la atención? ¿Esperamos, acaso, un nudismo de izquierdas? Nunca he visto a nadie hablar del estilo de los políticos de derecha. Es como si confundiéramos las ideas progresistas con nuestra forma de expresarnos ante el mundo. La idea de progre con rastas y pantalones morunos es tan anticuada como la de que para llegar a puestos de importancia una mujer deba de ponerse un traje azul marino con raya diplomática.
La sociedad va cambiando. Nuestros estilos van evolucionando a lo largo de los años. Que tire la primera piedra quien no haya evolucionado en su estilo a lo largo de los años o no lo haya adaptado, siquiera mínimamente, a la cultura de su empresa o a su profesión. Quienes critican su cambio parecen desconocer lo anterior, y suelen ser los mismos que te ponen verde cuando cambias de gustos musicales (como cuando tu madre te recrimina que antes -hace 40 años, vamos- te gustaba Miguel Ríos y ahora no). Uno cambia, eso es axioma. A veces, incluso queriendo.
La transición de Yolanda Díaz está en que al principio mostraba una imagen más informal, menos trabajada. Según ha ido ganando por un lado presencia, al pasar de la política regional a nivel nacional, y sobre todo a la hora de ganar peso o responsabilidad, ya como ministra o vicepresidenta segunda del Gobierno, ha sabido depurar, creando un estilo propio y sofisticado que la ha convertido durante mucho tiempo en una de las políticas mejor vestidas de nuestro país. Casi todo lo que lleva es nacional, y bastante asequible (cuando no mucho). Zara y Adolfo Domínguez están entre sus marcas preferidas, elecciones que parecen impregnadas de cierto toque patriótico. También tira de Cos, Custo Barcelona y Maje.
Hablaron de que la vicepresidenta se había pasado a las marcas de lujo por aparecer vestida de este último porque se había gastado 275 euros en un vestido de Maje sin ser consciente de que eso, hoy en día, no es lujo. Ni mucho menos. Lujo es Valentino o Prada o Loewe. La pregunta es, ¿qué pasaría si quisiera llevar lujo? No termino de entenderlo. Y ese, señores, es el éxito de Yolanda. Su visión renovada del todo.
Nuestra imagen siempre debe de ir en consonancia con lo que queremos transmitir. Yolanda Díaz lleva la ropa que podría llevar cualquier mujer medianamente joven y medianamente progresista –que no rupturista–, burguesa trabajadora, que no aristócrata ociosa y clásica pero con toques modernos, más integrada que apocalíptica en terminología de Umberto Eco. Justo lo que ella trata de hablar a la sociedad: de progreso, igualdad, feminismo y lucha de clase.
Nunca he leído nada sobre la ropa de un hombre que se dedica a la política. Nadie ha criticado la raya diplomática ni los trajes azules marino. ¿Por qué este ensimismamiento hacia? ¿Por qué hacia una mujer de la que solo nos debería de importar que defienda nuestros derechos? Si es que ya lo dijo Stella McCarteny: “Puedes tomarte la moda todo lo en serio que quieras, pero el día a día siempre es política, porque son personas expresándose”. Así que les voy a dar un dato: por mucho que les pese, el estilo no se aprende, se tiene. Y Díaz, a diferencia de otros, lo desprende
Y así, sin más, aprendí que la moda no entendía de política.