RUMBA RUIDO ROCK  

713avo amor, el grupo de culto que mejor compaginó literatura y 'noise rock'

El sello Experience Records, que tenía su sede postal en la tienda de discos Harmony del Pasaje Doctor Serra, jugó un papel clave en la trayectoria de uno de los grupos más singulares de la historiografía musical española. El ex productor, músico y novelista valenciano Salva Alemany nos cuenta los entresijos del primer LP de la banda malagueña, el magistral A veces el dolor (1993)

2/02/2023 - 

VALÈNCIA. Un grupo de estudiantes de filosofía en plena crisis existencial. Un poeta-cantante en perpetua fiebre creativa. Y por último, pero no menos importante, un periodo muy concreto -entre finales de los años ochenta y principios de los noventa- en el que coincidieron en la escena underground nacional una serie de grupos que ponían mucho más interés en el vuelo poético de las letras que en los estribillos fácilmente memorizables.

Podríamos decir que el guía espiritual de este “no-género” especializado en tejer literatura y experimentación musical fue Javier Corcobado a través de sus múltiples proyectos (Mar Otra Vez, Demonios tus Ojos, Corcobado y Los Chatarreros de Sangre y Cielo). A su alrededor surgió una interesante remesa de bandas arrimadas de forma desigual a géneros como el post punk, la música siniestra, el noise rock e incluso la música industrial. Ahí podemos encuadrar a grupos de todo el territorio nacional como los valencianos Amor Sucio; Vírgenes Adolescentes -liderada por Javier Almendral, otra figura clave de esta época-; los vascos El Desvän del Macho y por supuesto a 713avo Amor, trío malagueño formado en un primer momento por el letrista, cantante y guitarrista Carlos Desastre, Emilio Salvatierra (batería y percusión) y Antonio Acién (guitarra, piano), aunque en un momento dado se incorporó también Albert Meagle.

A pesar de su escasa discografía -una maqueta, un par de singles y dos álbumes de estudio: A veces el dolor y Horrores varios de la estupidez actual-, 713avo amor mantienen su consideración de grupo de culto. Fue sin duda uno de los grupos españoles más singulares de su momento, así como un ejemplo paradigmático de una etapa en la que el rock daba cabida al riesgo y la experimentación. El planteamiento musical de 713avo amor era visceral y catártico; se tomaban muy en serio a sí mismos (exactamente lo que cabe esperar de un grupo de veinteañeros inteligentes, algo resabiados y atiborrados de inquietudes intelectuales). No le cantaban a los amores de verano, a las noches de juerga en la discoteca ni a los padres castradores; ellos preferían hacer biopsias emocionales mediante letras crípticas, oscurísimas y llenas de tensión.

La música no era menos densa y barroca que las letras. El método de trabajo del grupo se basaba en la improvisación sobre unas estructuras básicas de guitarra o piano que traían de casa Emilio o Antonio -quienes habían estudiado música en el Conservatorio Superior de Málaga-, y que a menudo daban lugar a desarrollos larguísimos que maridaban vanguardia con un ligero matiz castizo. En el R4 en el que viajaba 713avo amor se podían encontrar casetes de Las Grecas, Los Chichos y Lola y Manuel junto a los de Mudhoney y Jesus & Mary Chain. Para alejarse del noise rock “convencional” que se llevaba en aquellos años, acuñaron una etiqueta algo irónica para ellos mismos: rumba ruido rock.

Muchos de los grupos antes citados de “rock de vocación literaria” estaban vinculados al sello madrileño Triquinoise, que en principio se había comprometido a editar el primer LP de 713avo amor, A veces el dolor, considerado por muchos como una obra maestra. Sin embargo, un cambio en el calendario de grabaciones provocó una disputa con la discográfica, que decidió rescindir el contrato con el grupo, dejándolos en una situación complicada. Tenían muchos temas acumulados desde finales de los ochenta y necesitaban cerrar una etapa para pasar a la siguiente. El problema es que en aquellos años, las grabaciones de discos eran mucho más caras de lo que son actualmente y los canales de distribución y promoción eran mucho más complejos e inaccesibles para llevarse a cabo de forma autónoma.

Ahí es donde entra en juego un pequeño sello discográfico valenciano llamado Experience Records, cuyos socios eran Victor Carbone -que ya por entonces era propietario de la tienda de discos Harmony Records-, Juan Altés y el escritor Salva Alemany, que por aquel entonces trabajaba como productor en su propio estudio del barrio del Cabanyal y además militaba en la banda de revival garage psicodélico RC Druids.

Creamos el sello porque yo tenía el estudio, y podíamos permitirnos grabar a grupos, que era la parte que mayor inversión suponía -nos cuenta Salva-. Más que trabajar sobre una línea estilística concreta, nuestra intención era editar a grupos que nos gustaran, sin más. Sacamos discos a grupos muy distintos entre sí: RC Druids, Furious Planet, Sylvania, que tenían un rollo electrónico que por entonces era muy novedoso, y 713avo amor, que era un grupo que habíamos visto en directo y nos encantaba porque era muy singular y tenía unas letras muy inteligentes”.

Además de una maqueta grabada precariamente a cuatro pistas en un casete en 1991, el grupo malagueño no tenía todavía nada que vender en la calle. A cambio, sus directos daban que hablar e iban creando alrededor de 713avo amor una pequeña legión de seguidores muy fieles. Victor, Juan y Salva se encontraban entre ellos. Por eso, cuando el trío ofreció su segundo concierto en la sala Babia de València (en el recopilatorio Rocke ‘n’ Babia de 1990 hay una canción grabada en directo de la primera visita de 713avo amor a la capital del Turia), los tres decidieron presentarse y ofrecerse a grabarles, editarles y distribuirles ese primer LP que se había quedado colgado tras la espantada de Triquinoise.

“Tuvimos muy buena relación. Eran muy majos y Carlos Desastre me pareció muy lúcido, interesante y diferente a todos”, recuerda Salva de aquellos días de grabación de enero de 1993. Debido probablemente a los escasos medios con los que se contaba, la grabación y masterización se embutió en solo una semana. Muy pocos días para un grupo con canciones tan largas (se grabaron un total de 77 minutos de música). “Designaron a Corcobado para la masterización, pero fue un genuino desastre. Eran unas mezclas agudas y metálicas espantosas. Así que en cuanto se fueron, en el sello decidimos que teníamos que hacer todas las mezclas de nuevo”, apunta Alemany, que también aportó coros a una de las mejores canciones del grupo, “Cielo bajo tierra”. Un dato interesante es que junto a la tirada del LP se prensó una edición limitada de unas 50 copias que venía acompañada de un single. Una rareza prácticamente inencontrable hoy en día. El otro single de la banda, editado en 1992 por Subterfuge con las canciones “Limosna para morir” y “Cielo bajo tierra”, sí está disponible para la venta en plataformas como Discogs.

El LP, cuyo diseño de portada era un collage artesanal realizado por el propio Carlos Desastre-, salió a la venta en 1993. Solo un año más tarde, 713 avo amor publicaban su segundo y último LP -Horrores varios de la estupidez actual-, pero esta vez de la mano de Triquinoise. Desde el punto de vista de Experience Records, fue un proyecto más romántico que viable económicamente. Aunque acabaron vendieron las mil copias de la tirada, incurrieron en pérdidas. “En realidad no solo nos gustaban, sino que pensábamos que iba a funcionar. Lo que ocurre es que no dejaba de ser un grupo difícil y nada comercial”, reconoce Salva.

“Con Experience Records sacamos pocas referencias porque todo era caro, artesanal y muy difícil en general. Por ponerte un ejemplo de cómo se trabaja entonces, teníamos que pagar por adelantado a la SGAE los derechos de toda la tirada de discos, como si ya los hubiésemos vendido. Por otra parte, creo que no tener una línea estilística clara fue un error. Yo me quedo con lo bueno, que A veces el dolor es un disco irrepetible, y que por ejemplo Furious Planet, aunque no tuvo suerte, sigo pensando que era un grupo buenísimo. Lo que está claro es que nuestra gran oportunidad perdida fue recibir la maqueta del primer disco de Dover y llegar tarde a decirles que sí”, comenta riendo.


Al cabo del tiempo, cuando Experience Records ya se había disuelto, Carlos Desastre contactó con Alemany para pedirle los originales del disco con el objetivo de publicar un CD-libro en su nuevo sello-editorial, Compañía de Sueños Ilimitada, y ellos aceptaron sin poner ningún obstáculo, a pesar de que los derechos eran suyos. El último capítulo de la historia de A veces el dolor se escribió hace poco más de un año, cuando el sello andaluz Alone Records reeditó todo el repertorio discográfico del grupo con versiones remasterizadas, revisadas y aprobadas para la ocasión, contenidos y notas especialmente presentadas para estas ediciones.

Terminamos este artículo con una anécdota a la altura de la leyenda de 713avo amor. En 1994, la banda se despidió para siempre de sus seguidores de una forma bastante dramática: un suicidio artístico en directo. Según contaron Emilio Salvatierra y Antonio Acién en una charla organizada en Málaga en 2021, ese día tenían que subir al escenario para competir en el concurso de pop-rock Villa de Bilbao. “Estábamos afectados, en plena crisis existencial. Y llenos de pura rabia porque nos parecía que los discos que habíamos sacado no hacían justicia a nuestra puesta en escena en directo, que era nuestra esencia. Así que no tocamos ni una sola canción. Carlos fue a por su maleta, sacó textos y se puso a recitar mientras nosotros dimos una improvisación de 45 minutos al más puro estilo Swans”. Lo más gracioso es que, según cuentan, ganaron el concurso.