VALÈNCIA. Una y otra vez, como en aquel Atrapado en el tiempo protagonizado por Bill Murray -en el día de la marmota- el pensamiento que repiquetea en el Palau de la Generalitat que preside Ximo Puig es el de adelantar -o no- las elecciones autonómicas. Una prerrogativa del presidente que, desde hace meses, viene sobrevolando la calle Caballeros sin que el jefe del Consell termine de decidirse.
En cada momento, han sido unos pros o contras los que se han puesto sobre la mesa para la decisión final y, en estos momentos, son otros nuevos los que vienen pesando para dirimir si Puig debería -tal y como pretenden algunos referentes del PSPV- tomar la decisión final de anticipar los comicios.
¿Por qué ahora y no antes? El presidente de la Generalitat se ha mostrado muy reivindicativo durante la legislatura sobre la posibilidad de ejercer su derecho a aplicar esta decisión. En el fondo, Puig es partidario de impulsar un adelanto que perduraría en el tiempo y permitiría a la Comunitat Valenciana tener un calendario propio en el futuro: es decir, que las elecciones autonómicas no tuvieran que coincidir con el resto de CCAA ni tampoco con las citas estatales.
Una posibilidad que el líder de los socialistas valencianos viene acariciando desde hace meses pero que no se ha atrevido a tomar como prioridad. Es más, uno de los argumentos que esgrimió Puig para dejar abierta la puerta a esta convocatoria fue que su compañero Pedro Sánchez convocara un 'superdomingo': esto es, fijar para el 26 de mayo todas las elecciones conjuntamente. Locales, autonómicas, nacionales (Congreso y Senado) y europeas el 26 de mayo.
Esta opción chirriaba en el PSPV, al considerar que los ciudadanos deberían posicionarse sobre "demasiadas cosas el mismo día", tal y como manifestó el propio Puig. De la misma manera, el trasfondo de la cuestión también consistía en las dudas -razonables- que generaba ir de la mano con Sánchez y la marca estatal a unos comicios autonómicos cuando el Consell del Botànic tenía razonablemente controlada la legislatura y todos los sondeos le otorgaban la reedición de la mayoría.
No obstante, ese plácido equilibrio se rompió en las elecciones andaluzas. La irrupción de Vox y la debacle socialista propició una mayoría de derechas que desterró al PSOE-A del gobierno tras casi 40 años de hegemonía. Tras este shock, el desconcierto y nerviosismo se elevó en las filas socialistas hasta no dar por segura ninguna autonomía ante el ascenso del posible pacto tripartito de derechas.
Con estos mimbres, no resulta extraño que desde el Palau de la Generalitat se escudriñe cualquier posibilidad de obtener la victoria. Es más, el paso adelante dado por Pedro Sánchez ha insuflado cierta moral a los socialistas, que ven con optimismo la candidatura de su líder sobre todo por el relato del voto útil -Podemos está en crisis- frente a la extrema derecha que puede aglutinarse por la suma de PP, Vox y Ciudadanos.
Un posible impulso que podría aprovechar Puig para adelantar las elecciones y unificar fecha con la cita estatal. Es decir, sumar su destino al de Sánchez esperando que ese voto útil de movilización frente a la extrema derecha también se viera reflejado en la Comunitat Valenciana y le garantizara repetir como presidente de la Generalitat.
Es más, algunos alertan del peligro de que un posible buen resultado del PSOE el 28 de abril luego no se refleje en las autonómicas del 26 de mayo por producirse una desmovilización del electorado de izquierdas. Es decir, si se impide que Vox pueda participar del Gobierno de España porque la derecha no sume, se teme que un mes después los votantes o simpatizantes del PSPV no acudan a las urnas.
Ahora bien, y aún dando estas consideraciones como ciertas, ¿cómo se justifica un adelanto electoral de menos de un mes? Complicado. Más aún cuando el propio Puig ha reiterado en numerosas ocasiones su preferencia por no hacer coincidir las elecciones generales con las valencianas.
En este sentido, fuentes socialistas puntualizan además que el presidente de la Generalitat tendría el problema no poco importante de poner sobre la mesa esta cuestión con la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra. Compromís, sobre esto, ya ha mostrado su desacuerdo público y los propios socialistas han reiterado que una decisión de este tipo debería ser consultada con sus socios del Botànic. Así pues, ¿Puig se atrevería a imponer su criterio aunque encontrara el rechazo de la coalición valencianista?
Como presidente de la Generalitat está en su derecho de hacerlo. No obstante, y aunque la mayoría de fuentes socialistas consultadas por este diario creen que sería beneficioso para las siglas del PSPV, también admiten las dificultades de dar una justificación convincente más allá del tacticismo electoral. Una explicación con la que Puig no se encuentra cómodo al margen de las complicaciones que conllevaría lidiar con Compromís. Y es que no es lo mismo una campaña respetuosa frente al probable socio de gobierno futuro que una guerra abierta.