Hoy es 15 de noviembre

conversaciones cultur plaza

Alicia Giménez Bartlett: “La novela negra mediterránea no tiene nada que envidiar a la nórdica”

25/12/2018 - 

VALÈNCIA. Todo el mundo conoce a Petra Delicado. Y, si no, debería. El personaje, ideado por la filóloga y escritora Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) representa uno de los primeros protagonistas femeninos en novela negra, un género histórica y tradicionalmente ocupado por decadentes policías. Siempre, eso sí, en masculino. Y no es que Delicado carezca de problemas, como señala su creadora: “Los tiene como todo el mundo, pero sí ostenta una filosofía de vida un poco cínica, irónica, en la que considera que no hay que tomarse nada excesivamente en serio. Eso la libera de las tragedias típicas del policía: muchas veces se debe a sí misma en circunstancias poco heroicas y se pitorrea de ella misma. Es una manera de vivir”, alega con una sonrisa.

Petra Delicado y Alicia Giménez Bartlett conviven desde hace de veinte años. La policía se ha convertido en un personaje recurrente en la prosa de la escritora que, echando la vista atrás, señala cómo el tiempo ha afectado a todo. “Cuando empecé a escribir estos libros había pesetas, no había teléfonos móviles, ni se imaginaban los métodos policiales de investigación que hay ahora… Han cambiado muchas cosas”, sostiene. Frente a todos estos imparables cambios, Delicado se ha ido reciclando y madurando con el tiempo, como demuestra su último caso, publicado por Giménez Bartlett el año pasado y bajo el título de Mi querido asesino en serie. La filóloga manchega siempre ha mencionado que, cuando llegue la hora de jubilar a Petra, lo hará; por el momento, sin embargo, la inspectora sigue más viva que nunca.

Lo hacen también otros rostros femeninos que protagonizan cada vez más libros. En esa línea, Giménez Bartlett aprecia una mayor inclusión femenina en la literatura, algo que la llena de regocijo: “Cuando creé a Petra era novedoso; ahora ya no”, apunta. Ganadora de alguno de los premios más prestigiosos y reputados, como el Planeta (2015) con Hombres desnudos, el Premio Carvalho (2015), el Carvalho de novela negra (2014) o el Nadal con Donde nadie te encuentre, Giménez Bartlett fue la invitada de honor del reciente I Encuentro de Clubs de Lectura de las Bibliotecas Municipales de València. Aprovechamos la ocasión para hablar con ella.

-El novelista de crímenes Jean-Patrick Manchette consideraba que la novela negra era parte del realismo crítico. ¿La novela negra lleva implícita la crítica social?
-Si no la crítica, por lo menos el reflejo social. La novela empezó en el siglo XIX como un testimonio de la realidad. Ahora tenemos otros muchos medios de mirar la realidad: el periodismo, las redes, el testimonio de la gente… Pero, aun así, muchas veces la novela te sigue dando el análisis de lo que está sucediendo: el ambiente de la calle, cuál es el momento. Eso es social y siempre tiene un punto crítico en sí mismo. Así que no creo que las novelas de Petra Delicado sean novelas sociales en sí mismas, pero sí tienen elementos de realidad y críticos. 

-La novela negra vivió una revolución global gracias, en parte, a las novelas surgidas de los países nórdicos (con títulos como Millenium o la saga de Camilla Lackberg). ¿Se puede hacer novela negra en cualquier parte y con cualquier tema?
-Naturalmente que sí. La novela mediterránea no tiene nada que envidiar a la nórdica: Camilleri, Márkaris, la francesa Fred Vargas… Es un punto de vista más sureño, menos violento (no hay tantos desmembramientos de cadáveres); y, en la misma línea, hay una mirada más compasiva a nuestro alrededor, más social. Los nórdicos se pasan todo el tiempo atizándose cafés. Eso debe ser terrible. Aquí también le damos a la paella y el vino.

-En una ocasión, mencionaste: “No puedes estar haciendo basura, aunque se lo coma alguien”. ¿Cuándo se detecta que una está produciendo basura literaria?
-Te das cuenta en seguida. Un escritor tiene que ser autocrítico. Si lo que busca es que lo que lleva entre manos, ya no diré perfecto, pero más o menos bien, decente, literario; se da cuenta a no ser que se dedique solo a repetir una fórmula de éxito y sacar pasta como sea. A veces encuentras esa fórmula y el editor te dice: “Sigue así, has dado en el blanco”. Yo en veinte años he hecho diez novelas. Me lo he tomado con calma y he procurado no meter la pata (que quizá lo he hecho igualmente, pero esa ha sido la idea).

-Para las novelas de Petra Delicado, te has llegado a documentar colaborando con una policía nacional real de Barcelona. ¿La veracidad es algo clave en tu obra?
-En la novela negra es imprescindible. Hay un montón de frikis lectores de novela negra que se lo saben todo sobre los procedimientos policiales, las investigaciones, las armas… Es un género que no solo ha de ser verosímil, sino veraz, sobre todo en lo que respecta a la investigación. Por tanto, claro que me documento.

Me acuerdo de que cuando empecé, en una de mis novelas, Petra Delicado sacaba una pistola Glock y pegaba siete tiros. Llegó una carta a la editorial diciendo: “Díganle a la escritora que ese modelo de pistola no tira siete tiros seguidos”. Era un lector. Hay que ir con cuidado y asesorarse con todo.

-En Hombres desnudos señalabas que hay una lucha social latente de la que nadie habla (y debida, sobre todo, a la crisis económica). ¿Cómo la valoras ahora, unos años después?
-Ha habido un cambio, no solo económico, sino de roles entre hombres y mujeres. Y en ese libro está muy presente. Hay hombres jóvenes que pierden su trabajo; y al mismo tiempo hay mujeres socialmente muy potentes y vencedoras para las que su trabajo es importante; que ponen el éxito quizá por encima del amor… y eso crea, de repente, un malestar social entre los sexos. No solo sigue vigente, sino que cada vez será mayor.

-La prostitución, por norma general, tiene cara de mujer. Sin embargo, en Hombres desnudos, escoges hablar de la prostitución masculina, ¿por qué motivo?
-Primero, para explorar un mundo que existe en España. Creemos que no, pero sí. Me he informado muchísimo y he hablado con muchos de estos hombres que, a veces por la crisis económica (y la pérdida de trabajo), o porque no encuentran una manera de vivir, se dedican a ello. Hay un mundo ahí oculto que a veces parece que no se quiere sacar a la luz, y es tan oscuro como el de las mujeres; o no tanto, porque no está tan institucionalizado y porque las clientes suelen ser de un estatus. No todo es tan cutre: no hay que ir a un club de tercera en un barrio marginal... La cosa está a otro nivel, pero funciona (aunque de manera discreta).

Hablé con una de mis amigas empresaria, con dos matrimonios fallidos, dos divorcios, y me dijo que era algo habitual. Mujeres que no tienen ganas de más complicaciones amorosas, que tienen su interés puesto en otros centros de su vida, como el laboral, y a las que no les parece mal hacerse acompañar a una cena o al teatro… Y, si hay sexo bien; y si no, también. 

A mí no me parece ni bien ni mal. No lo juzgo. Pero me parece que es un hecho que está pasando. ¿Que es deseable la prostitución? No. Pero que de repente sea moralmente condenable cuando las mujeres empiezan a “hacer pinitos” ahí… tampoco. Será condenable, en cualquier caso. Y, cuando se prohíba, que prohíban todo. Mientras tanto, somos así de inmorales tanto los hombres como las mujeres.

-La escritora Claudia Piñeiro señaló en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara: “Las escritoras están más invisibilizadas que los escritores. Mientras no haya igualdad de oportunidades hay que forzarla”. ¿Lo compartes? 
-Es complejo. Lo he pensado mucho: a veces te parece excesivo… pero estamos todavía en un punto en el que no todas las reivindicaciones feministas se han cumplido. Ni la igualdad de las mujeres. Por tanto, todo lo que se pueda hacer dentro de la lógica y que se aplique bien, me parece positivo. 

La cosa va funcionando. Ha habido cambios espectaculares en la igualdad de las mujeres en España. En pocos años se ha adelantado muchísimo: vayamos por ahí, desde la razón, sin forzar, pero avanzando.

-El consumo cultural de los españoles ha caído un 5,8% de 2016 a 2017 según el Anuario de Estadísticas Culturales publicado por el Ministerio de Cultura… ¿Cómo crees ha cambiado la literatura desde que empezaste hasta ahora?
-Si tengo que hacer casos a las conversaciones con mis colegas, diría que todo es un siniestro total: la literatura va a desaparecer, los libros también; la gente está agilipollada. Pero no lo sé. Tenemos que saber cautivar a los lectores, y eso se hace mal y poco. Hemos estado en una sociedad que no ha primado la cultura, donde el consumo ha sido lo primero: “Cómprate unas bambas y un libro ya te lo prestarán”. No es algo privativo de la literatura. Estamos en un momento muy salvaje y muy poco cultural.

Quiero ser optimista y pensar que leer no es una actividad del pasado. Veo niños pequeños para los que las pantallas no son una novedad y percibo el placer que les sigue produciendo tener un libro entre las manos, pasar las páginas, adivinar… leer. Es un mundo de seducción que no debe morir.

-¿Cómo se puede cautivar a los lectores?
-Mediante la enseñanza. Lo digo muy sinceramente: no se ha hecho que la literatura sea una materia cautivadora para los jóvenes y niños. Se ha encorsetado. Los programas son inamovibles; los autores medievales son una preferencia: “¿Cómo no van a estudiar el Mío Cid? ¿A Valle-Inclán?”. Claro, pero hemos perdido de vista la realidad. Ahí está la clave: en que los profesores olvidaran lo oficial y se preocuparan por hacer llegar la lectura a los chavales.

Yo estuve tres años accidentalmente como profesora de bachillerato de literatura. No le hice caso a los programas. Si hubiera llegado un inspector por ahí, me hubiera echado. Pero me daba cuenta de que había que seducir a los jóvenes. Les leías un fragmento de la muerte de la prestamista de Crimen y castigo, sonaba el timbre de salida y de ahí no se movía nadie. Estaban fascinados. Todo lo que sea fomentar eso es maravilloso.

Noticias relacionadas

next