CASTELLÓ. Durante el embarazo, los cambios que la mujer experimenta no sólo son funcionales para la formación del embrión y el feto, sino también emocionales para la progresiva incorporación cognitiva y emocional del futuro niño en la familia. La ansiedad, el estrés o la falta de apoyo familiar de la madre puede repercutir en la salud física y psicológica del bebé, asegura la ginecóloga de Vithas Castellón Sandra Ortega.
Por esta razón, el papel de la pareja es esencial como apoyo emocional, de escucha, de solidaridad y de compañía hacia la mujer que va a ser madre. “Es sobre todo en este momento en el que la mujer debe tener un punto de anclaje que le permita prevenir un derrumbe emocional en momentos de dificultad y desconcierto”, explica la doctora Sandra Ortega, ginecóloga de Vithas Castellón
Según la doctora Ortega, “la salud de la madre influye en la salud y desarrollo de sus hijos. Altos niveles de estrés y ansiedad en el embarazo se asocian a partos prematuros, abortos espontáneos, cambios en los movimientos del feto, incluso a un aumento en la probabilidad de preeclampsia. Estas mujeres tienen una mayor dificultad en el periodo expulsivo, provocando un aumento en la instrumentalización del parto y cesáreas”.
El parto es un evento neurohormonal con un diálogo constante entre dos cerebros, el de la madre y el del bebé. El crecimiento y desarrollo del feto también se ven afectados por el estrés agudo de la madre, “puesto que altera el medio fisiológico del útero, aumentando el riesgo de bajo peso para la edad gestacional y menor perímetro craneal, alterando el desarrollo metabólico y deteriorando la función inmune y neuroendocrina del bebé”, subraya la doctora Ortega, y añade “de igual forma, los niveles de ansiedad durante la gestación también se han relacionado con tasas más elevadas de depresión postnatal y con problemas de vinculación con el bebé”.
El estrés materno aumenta el cortisol, hormona asociada con un mayor riesgo de presentar problemas neurobiológicos y conductuales en la infancia, tales como TDAH, retraso en el desarrollo del lenguaje, mayor riesgo de autismo, ansiedad y esquizofrenia en la vida adulta. Tal como explica la doctora Ortega, “se cree que el bebé percibe los estados emocionales maternos, como nervios, estrés o estados de felicidad, en relación a la liberación de hormonas que se producen, -indica la especialista-; ante un estado de estrés materno, aumenta la liberación de cortisol y adrenalina, y eso podría sentirlo. Por su parte, con la felicidad aumentan los niveles de serotonina que podría atravesar la placenta”.
Para la doctora Ortega, “a veces descuidamos el cuidado psicológico de la gestante y es igual de importante que el físico. Es necesario dormir, cuidar la alimentación, realizar ejercicio físico y evitar situaciones que generen inestabilidad emocional. Por ello, es conveniente realizar una atención integral materno-infantil de carácter multidisciplinar. Desde las matronas, ginecólogos, médicos de familia, hasta la atención psicológica, mediante la evaluación, orientación e intervención psicoterapéutica individual o grupal dependiendo de cada mujer y situación personal” y concluye “una sana interacción madre-hijo es fundamental para el desarrollo de los niños y adultos sanos”.