O como el mundo gira y gira en el espacio infinito de incongruencias y vaivenes
Los orientales lo llaman el Yin y Yang, en nuestra filosofía lo denominan dualismo, en Persia por ejemplo dio lugar al Zoroastrismo, incluso a nivel económico tiene sus reflejos en las teorías que fijan el desarrollo de la economía en ciclos de crecimiento alternados con ciclos de decrecimiento. Pero también tiene su vestigio en ese concepto tan nuestro como es la ley del péndulo, y de eso en nuestra piel de toro sabemos mucho, por que los españolitos somos muy de extremos, y esto queda muy bien reflejado en el poema de Antonio Machado “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”, y parece que en América está, otra vez, escorada a la izquierda.
Cuentan que ese ideólogo de la lucha obrera que era Karl Marx, en concreto lo hacen Malcolm Otero y Santi Giménez en su libro “El club de los execrables”, era un curioso tipo, un estudiante que pertenecía al Club de la Taberna de Tréveris, con tendencias a la violencia y a respetar muy poco a las mujeres por sus numerosas infidelidades, que fue expulsado por “desorden nocturno en la vía pública y embriaguez” de su primera Universidad, es decir era un adelantado a su época pues inventó el botellón; aunque su burguesa familia consiguió que se doctorase en la Universidad de Jena, con fama de ser fácil el obtener un titulo de ella, otra innovación de él que copiarían politicos actuales que han conseguido fácilmente doctorados y másteres. Ya de adulto se casó con una aristócrata, viviendo en parte de su suegra millonaria, etcétera, pero sus incoherencias y desaciertos no acababan en lo personal, en sus escritos, ya en la etapa claramente comunista, afirmaba que la revolución triunfaría en países modernos e industrializados como Inglaterra (donde existía proletariado) para finalmente, como todos sabemos, triunfó en uno de los países más atrasados y tradicionales de Europa como era Rusia.
Y está otra vez ocurriendo, en Iberoamérica más concretamente, una de las regiones del mundo con más atraso y costumbres más atávicas y tradicionales, arraigadas casi a la madre tierra, adorando a la Pachamama, donde está volviendo a verse al fantasma del comunismo usando el propio lenguaje de Marx, si no fíjense lo ocurrido en México y Peru. En la recientemente celebrada cita electoral para las parlamentarias de México el partido Morena, de López Obrador, alias AMLO, afiliado al izquierdista Foro de São Paulo, así como su otros partidos aliados, han ganado las elecciones, aunque no tienen la mayoría cualificada para introducir los cambios de régimen que deseaban, para subvertir el sistema (asaltar los cielos que diría otro) gran anhelo de los comunistas.
Por su parte en Perú y con un final de infarto, con un casi empate entre los dos candidatos, el que encabeza el resultado (aunque va a ser impugnado parece ser por su contrincante) un, digamos poco preparado, Pedro Castillo que representa al bloque más radical de la izquierda, y que es toda una incógnita, apoyado por las clases menos favorecidas; frente a una candidata urbana y más letrada, Keiko Fujimori, apoyada por el sector más acomodado de la sociedad, que carga con la mochila de su padre Alberto Fujimori, además de una recientísima petición de la Fiscalía de Perú de prisión preventiva, situación que muestra una sociedad peruana muy fraccionada y polarizada.
Además no olvidemos dentro de ese tsunami marxista su epicentro, esa dictadura caribeña de partido único, la Cuba postcastrista de Miguel Díaz-Canel, que sigue enviando por todo el continente su brigadas internacionalistas, principalmente sanitarias, para extender la influencia de su comunismo de caña de azúcar tan sui géneris. Otro de sus aliados es la Venezuela bolivariana fundada por el Teniente Coronel Hugo Chavez, y cual teatrillo de esperpento ha heredado y está dirigiendo Nicolas Maduro, a costa (entre otras cosas) de la pobreza y la emigración millonaria de los venezolanos, es curioso ver como siempre salen huyendo los ciudadanos de cualquier condición, desde el paraíso de los países totalitarios o autoritarios ya sean comunistas o islamistas, hacia los países capitalistas y occidentales.
También, como no, en este apartado del bloque progresista, donde lo publico pesa muchísimo más que lo privado, está el populismo (como lo definen algunos politólogos, y nos recuerda el profesor Javier Paniagua en una serie de artículos) del Peronismo que ha ido empobreciendo a ese rico y gran país que es Argentina, eso si ayudado por corruptos que ocupaban las altas jerarquías del país, y donde su actual presidente, Alberto Fernández, también Justicialista, partido de los peronistas, ha cometido un desliz, donde pudiera haber dejado al descubierto un subconsciente (o un asesor que le escribe los discursos) bastante racista, pues de aquella cita de Octavio Paz que decía “Los mexicanos descendemos de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos", la ha transformado en “los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos”, donde transmite ese sentimiento que se prodiga bastante en Argentina de que son europeos reubicados en el continente americano, y que rezuma bastante supremacismo.
También por parte de ese fantasma marxista que recorre continentes, están los intentos de desestabilizar Colombia, gobernada por un Ivan Duque, donde ha tenido que sacar al Ejército a la calle, ante un proceso subversivo y de revueltas callejeras, que aprovechando un inicial descontento popular (como en otras muchas revoluciones), ha estado organizado por células urbanas de la guerrilla del ELN y disidentes de las FARC en concreto, y en Cali dos grupos el JM19 y el Movimiento Bolivariano, según señalaba el ministro de Defensa, Diego Molano, y donde seguro que la narco guerrilla se apunta a la anarquía para imponer después su orden y tiranía.
Y así podríamos seguir y seguir, pero para evitarles el aburrimiento de una lista muy larga, terminaré con los dos países más avanzados del continente, donde ese espectro del comunismo no termina de germinar. Porque ahí se encuentra el Canadá donde, utilizando la terminología de Luis Buñuel, se disfruta del discreto encanto del progresista Justin Trudeau, presidente de gobierno de aquel país e hijo primogénito de Pierre Trudeau otro anterior primer ministro canadiense (no me digan que no rezuma a viejo caciquismo y a oligarquía) favorable a todo y a todos, y favorable a cualquier dádiva, cualquier tipo de las llamadas libertades individuales, como el aborto (aún a costa de quitarle al nasciturus el principal derecho, el de vivir), al medioambiente, la ideología de género con los derechos LGBTi, o a la legalización de la marihuana, y que llego a pedir perdón cuando de muy joven se disfrazó de Aladino y se oscureció la cara, para que no le tachen de racista.
Y por supuesto la presidencia de Joe Biden, y su vice, Kamala Harris, que gozan de la protección de esos medios tan modernos y progresistas que atacaban sin descanso (con razón o sin ella) a Donald Trump por sus acciones o mejor dicho bravuconadas, por ejemplo, migratorias cuando es manifiesta la decepción que se han llevado los emigrantes, en concreto de Guatemala y México ante sus políticas; o también cuenta ese ticket presidencial con la protección de movimientos como Antifa o del Black Lives Matter, ante los nuevos casos de miembros de minorías étnicas, afroamericana o latina, muertos en incidentes con la policía en la actualidad, en un número igual o mayor que en la época de Trump, sin que la calle arda como ocurría con la anterior administración.
Todo ello creo, es un síntoma más del momento disruptivo que vivimos, y donde tienen lugar diferentes afecciones en nuestro sistema y régimen de Libertades y a los que se les ha añadido como acelerante de los cambios la Pandemia, como; un preocupante problema de corrupción unido a una gran crisis económica, que proletariza a la clase media y empobrece más aun a las clases más desfavorecidas; crisis de los partidos tradicionales que en lugar de ser receptores de los mejores profesionales en cada uno de sus ámbitos se han transformado en exceso en agencias de colocación; un complejo equilibrio de poderes, tanto institucionales del Estado como económicos y sociales; la aparición de soluciones políticas facilonas, populistas, e incluso totalitarias, que hacen trabajar más las tripas que al cerebro; y finalmente como guinda está esa confrontación mundial entre hegemones, y donde surge una nueva bipolaridad con una emergente China como contrapeso a los USA y al bloque Occidental, en donde a su vez existe otro pulso entre globalistas y soberanistas.
Como pueden observar el mundo está como para no aburrirse y hartarse de él.