VALÈNCIA. No me pregunten si esta última corrección en bolsa es el inicio de un cambio de ciclo o solo un reajuste natural para volver a niveles más sostenibles. Para ayudarle a encontrar respuestas podemos tirar de algunas estadísticas con el fin de echar un poco de agua al fuego y poder verlo todo en un contexto más desapegado y desde la perspectiva de pájaro.
Lo que parece claro es que las políticas expansivas de los bancos centrales le quitaron volatilidad a los mercados financieros que ahora, en modo más restrictivo con la retirada controlada (según dicen) de estímulos, se vuelve a añadir. Todo ello viene acompañado de una fase de tipos de interés al alza en Estados Unidos, lo que trae como consecuencia la presión sobre los precios de la renta fija; esto significa que los bonos ceden en precio y que su rentabilidad a vencimiento se incrementa... solo si mantienes el papel hasta su vencimiento. Como esto último afecta a EE UU se manifiesta más en los activos denominados en dólares aunque indirectamente también en los activos de otras zonas geográficas y, entre otras, Europa.
Tengamos por tanto en cuenta que durante estos últimos días lo que se ha vivido es una primera rotación de activos por parte de los inversores institucionales (principalmente americanos) y el itinerario que sigue esta gente parece bastante claro: reducir exposición a renta variable cuando la rentabilidad del bono americano a 10 años 'se pone a tiro', es decir, cuando alcance una rentabilidad a vencimiento de 3,25% o más.
Me dirán ustedes que un 3,25% es poca rentabilidad anual frente a lo que la renta variable puede ofrecer ya solo por dividendos. Y es cierto pero piensen que las grandes multinacionales del sector asegurador, grandes fondos de pensión o fondos soberanos que representan esta categoría de inversor deben seguir una estrategia conservadora y que en los últimos años no tenían otra alternativa que asumir más riesgo de lo que marca su mandato natural. No duden de que seguirán rotando si el rendimiento del bono americano ira en aumento durante las próximas semanas o meses.
Eentonces ¿está la situación tan mal para huir de las bolsas? No es para tanto. En todo este nerviosismo hay un aspecto esperanzador: la caída bursátil no fue provocada por un cambio de sentimiento económico, es decir, no se percibe un cambio importante en cuanto a fundamentales económicos y aprovecho para hacer aquí hincapié a las estadísticas. Estas nos enseñan que las expectativas de rentabilidad, llegado a este punto del ciclo, simplemente deben ser revisadas a la baja.
En unas cifras recogidas por el American Association of Individual Investors (AAII), Asociación Americana de Inversores Individuales, que una vez al mes lanza una encuesta sobre el posicionamiento en renta variable de los inversores individuales americanos, se puede leer que ahora mismo casi un 70% del patrimonio disponible en EE UU está invertido en esta clase de activo. Como comparativa, la misma asociación recoge que en el peor momento de la bolsa americana en 2009 este peso era de un 42%. Aquí habría que añadir un matiz: el incremento no solo fue debido a mayor apetito sino también por revalorización de las acciones cotizadas. Aun así me parece significativo que a día de hoy ya no estamos tan lejos del máximo de exposición recogida del 77% en el año 2000, fruto de la burbuja 'puntocom' que al final terminó en crack bursátil.
Por tanto existe la presunción de que cuanto más elevado sea el peso en renta variable en las carteras más avanzado se encuentra el ciclo bursátil y viceversa. En todo caso no es un buen indicador para el corto plazo pero si tiene cierto significado cuando más largo es el periodo de observación. El AAII recoge en su informe que para un periodo de 5 años y tomando como referencia el índice S&P 500, cada incremento porcentual en el peso destinado a renta variable redujo la rentabilidad media esperada de este activo un 0,50%. Más significativo todavía es la siguiente afirmación: Con un 70% del patrimonio disponible en las carteras destinadas a renta variable desde 1987 y medido en periodos de 15 años, solo en una ocasión la rentabilidad superó el 6%. Cabe recordar que sería justo el mismo nivel en el que nos encontramos ahora.
El mismo medio utiliza otra comparativa interesante para darle relevancia a estos datos y para dotarles de cierta fiabilidad: el PER de Shiller. Este ratio financiero, que mide la relación entre el precio actual de una acción y los beneficios obtenidos durante los últimos 10 años) desde 1988 y medido en periodos de 15 años, cada vez que se situaba en niveles por encima de 33 la rentabilidad final en ninguna ocasión superaba el 6% anual. Cabe recordar que el PER actual del S&P 500 se sitúa en el nivel 33.
Como ya comentado al inicio del artículo no sabemos si la tormenta bursátil continuará y es probable que asistamos a un comportamiento irregular sin rumbo concreto. En todo caso debemos vigilar el rendimiento del bono americano a 10 años. Si continúa en línea ascendente será fuente desestabilizadora para la bolsa en momentos puntuales porque animará sin duda a rotaciones. Por otra parte, debemos hacernos la idea de que rentabilidades de dos dígitos en renta variable serán difíciles de conseguir en los próximos años.
Christian Dürr es responsable Asesoramiento Patrimonial en Ética Patrimonios EAFI