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EL CABECICUBO DE SERIES, DOCUS Y TV  

Avenue 5, la faceta más ridícula del consumo turístico, pero en el espacio

No se sabe qué es más tonto, si pagar por vivir experiencias o quejarse cuando te sientes estafado porque no las has recibido. La serie de Armando Iannucci para HBO hace hincapié en estos problemas de nuestro tiempo pero los lleva al espacio, donde tiene carta blanca para los gags más escatológicos. Una serie sobre un crucero interestelar en el que se descubre, tras un accidente, que su capitán, Hugh Laurie, en realidad es un actor que la empresa ha puesto ahí porque da bien en el traje. 

26/09/2020 - 

VALÈNCIA. No sé cuándo empezó. En todas las fases del capitalismo siempre se han vendido productos de chufla para que picase el incauto. Sin embargo, en España, quizá a partir de los noventa es cuando más proliferaron. Sobre todo cuando empezó a venderse no un producto concreto, sino una experiencia. Luego, resumiendo mal y rápido, esas experiencias no eran del todo satisfactorias y los responsables huían, dejaban de coger el teléfono y en atención al cliente te atiende un robot que te dice que todas las líneas están ocupadas. Esta serie transcurre en una de esas experiencias por antonomasia, la turística, pero en el espacio, cuando la NASA logra vender cruceros por nuestro sistema solar asociada a otras empresas, y resulta que tras un fallo técnico que alarga el crucero tres años, se descubre que el capitán de la nave es en realidad un actor. Vendía más. La respuesta para todo. 

Armando Iannucci es dios en esta casa. Su serie The thick of it era tan buena que hoy es un fracaso. Hablaba de una política reducida a puro marketing, una socialdemocracia convertida en leyes como obligar a cada ciudadano a llevar una bolsa de plástico por la calle, algo que era el desparrame en plena era de la Tercera Vía de Tony Blair, revelada como un fiasco por la vía de la realpolitik del imperialismo estadounidense y anglosajón, pero que ahora queda muy lejos del marketing del que tira hoy la socialdemocracia. Si hoy Iannucci retratase la vida en el interior de un Ministerio de Asuntos Sociales, se hincharía a material años luz del que con el que hizo ficción en su serie. 

Dicho lo cual, le fue bien con la película In the loop, un spin-of llevado a la política internacional de su serie y con Veep, su visión de la Casa Blanca. Ahora con Avenue 5 tira como antecedentes del clásico Vacaciones en el mar, pero lo lleva al espacio y le aplica el filtro cáustico de su sentido del humor. 

Protagonizada por Hugh Laurie en el papel de capitán del crucero interestelar, todo arranca cuando hay un problema con la gravedad dentro de la nave que desvía la trayectoria de la misma y el regreso a la Tierra en semanas se prolonga a años. En el momento de mayor gravedad, se descubre que ese hombre es un actor, como se ha dicho, y todo resulta una tomadura de pelo. Nada que no te pueda dar un viaje a Lanzarote con una popular agencia de viajes española con nombre de cernícalo a un hotel contratado como de tres estrellas y que luego no tenga ninguna. Las historietas que te cuentan luego cuando llamas a los responsables podrían ser perfectamente las de esta serie que trata de estafadores y sinvergüenzas patéticos a los responsables de estas empresas. 

¿Mola la serie? Sí, pero con reservas. Mola por irse al espacio a hacer el ganso. Normalmente, el espacio es un terreno codiciado por la ciencia ficción y en el que cabe mucho humor porque las hipótesis para mofarse de nuestra vida terrena tienden  a infinito. ¿Cuáles son las reservas? Pues que la serie quiere molar mucho. El guión está recargado de gags y de algo peor, una conciencia de ser gracioso; peor, una necesidad de ser el más gracioso del mundo en cada línea del guión. La saturación de humor es aburrida e incluso irritante. Aun con todo, las líneas maestras son muy divertidas y por eso merece la pena metérsela. No en vano, son agradables capítulos de menos de media hora que facilitan la ingesta.

La estulticia de la gente con dinero es uno de los objetivos del humor de Iannucci, aunque también tira cargas de profundidad a la clase obrera que, como en el Titanic, también ocupa camarotes en esta nave. Sin embargo, el guión solo le concede protagonismo a los pijos y sus first world problems. 

Hay una pareja a punto de divorciarse por chorradas, una mujer que se erige en Che Guevara de los clientes y promete denunciar todos los abusos de la empresa, ricachos molestos por la presencia de gente con menor poder adquisitivo que ellos cerca de su camarote y una tripulación real que tiene que arrear con lo que hay escondida para que no la vean en lugar de a los guapos actores, modelos, que están en su lugar. Por encima de todos, está el CEO, el señor Judd, que da nombre la crucero, y que es un personaje absolutamente sobrecargado e incluso agobiante. Si se quería hacer mofa de un Elon Musk de la vida, el exceso revienta cualquier tipo de crítica que, eso es lo más triste, estaba chupada. 


El punto bueno lo mete la acumulación de averías. No son normales, son absolutamente escatológicas y en su tratamiento se hallan los mejores chistes del guión, aunque, desgraciadamente, cabe repetir, se encuentran inundados o eclipsados por los desesperados esfuerzos de parecer graciosas del resto de intervenciones. Es una pena, porque ideas maravillosas como la aparición de la cara de Juan Pablo II en no diremos qué estelar hubiera tenido muchísima fuerza en el caso de estar desprovista de tanta tensión chistosa. 

Se supone, porque nunca se sabe con el corona, que se ha renovado una segunda temporada que se emitirá el año que viene. HBO ha intentado de alguna manera conseguir una joya mayestática como Enano Rojo pero se ha quedado bastante lejos precisamente por las ganas de llegar a firmar algo semejante. No obstante, como no hay precedentes, como el humor espacial es un terreno inhóspito, Avenue 5 se digiere con mucho gusto. Veremos si la segunda temporada si sube el listón. 

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