MADRID. 21 de 21 distritos en Madrid capital. 176 de 179 municipios de la Comunidad de Madrid. Son los números vencedores de un PP al que le bastó Isabel Díaz Ayuso para arrollar a sus adversarios tras una campaña personalísima y crispada. Los trackings internos eran muy positivos y los días previos a la jornada electoral una cierta sensación de holgura se tradujo en proyecto de euforia. Se veía venir.
Quizá por eso este martes, ya a media tarde, el bar más próximo a Génova rezumaba ayusismo en día laboral. Leño, Los Secretos o Los Rodríguez se dejaban oír a considerables decibelios entre chalecos, copas y puros, en pleno ejercicio de la vida "a la madrileña" que ha acuñado la lideresa popular. "Hemos venido aquí adrede a votar a Ayuso, ¡hombre!", alardeaban algunos presentes ataviados con banderas de España en mascarillas, en capas, en pulseras.
Pero la fiesta no tardaría en trasladarse calle abajo, frente a la sede del partido, donde incluso empezaba a brotar cierta melancolía: "Quizá es la última gran fiesta en esta sede". Un centenar de sillas habilitadas para mantener la distancia no impedirían pocas horas más tarde que la multitud se aglomerara -con mucha libertad, eso sí, como si la covid también estuviera de juerga- para celebrar el triunfo previsto por la gran mayoría de los sondeos. El primero tras el cierre de urnas llegaría de la mano de GAD3 y Telemadrid: entre 62 y 65 escaños, al borde de la mayoría absoluta (69).
Las primeras ovaciones empezaban a salpicar un festejo que fue in crescendo conforme avanzaba el recuento y se hinchaba el resultado de los populares. Todo ello hasta el punto de llenar balcones y acabar en una auténtica discoteca al aire libre con una asistencia entregada y enardecida por el DJ. Para el animador, un habitual en las celebraciones del PP, DJ Pulpo, Madrid se convirtió este 4M en "la capital de Europa". Sería una de las múltiples ocasiones en que se tomaría a Ayuso por el todo: a la presidenta por la Comunidad que dirige y a su victoria personalista por el éxito de la región. Porque así fue a lo largo de la campaña: ella por el todo.
Convertida en auténtica influencer, Ayuso es otra movida. Su público dejaba de ser un poco militante o votante para ser un poco más fan, más ayuser. Desde una tienda online con productos para su adulación hasta su mímesis con la Lady Madrid de Pereza. Y sus videos promocionales: Ayuso en la nieve, Ayuso en moto, Ayuso con médicos, Ayuso corriendo, Ayuso con la hostelería, #yoconAyuso, Ayuso con el mundo. Ayuso como estrella a la que mantear bañada de banderas azules y rojigualdas a los pies de Génova. Pablo acompañaba.
Quedó claro cuando salieron a escena Ayuso, el alcalde de Madrid y portavoz del PP, José Luis Martínez-Almeida, y el presidente, Pablo Casado: los dos primeros fueron los más cotizados y se llevaron los más sonoros vítores y cánticos -"Ayuso, presidenta", "que bote Ayuso", "alcalde, alcalde"-.
Ni el imprevisto desliz, viralizado en la recta final de la campaña, de la presidenta de Nuevas Generaciones, la diputada Bea Fanjul, -"mejor malo conocido, que bueno por conocer"- ni otras controvertidas afirmaciones de la propia Ayuso antes de los comicios pudieron eclipsar el áurea figura proyectada ante sus fieles.
Se trata de un perfil trabajado a conciencia durante más de dos años y no son pocos en las filas populares de la región que han visto con admiración su rápida transformación: "Ha cambiado de arriba abajo". En el partido atribuyen el haber tejido tal popularidad a la mano derecha de la presidenta, Miguel Ángel Rodríguez. Y así se reconocía este martes: Ayuso es otra movida. Y madrileña, como se ha esforzado en destacar.
La construcción de una suerte de regionalismo rebelde, del concepto de la libertad y su confrontación con el bloque de izquierdas y concretamente con el Gobierno central que preside Pedro Sánchez constituyeron en la noche electoral, como hasta ahora, el hilo argumental de sus arengas. "España es otra cosa, señor Sánchez", espetó; es otra movida. Insistió en que "España empieza en Madrid porque aquí viene lo mejor de cada rincón del mundo a vivir en paz y libertad", y sentenció: "El sanchismo no entra en Madrid porque [Madrid] no se puede dirigir, controlar ni imponer".
Aunque Sánchez fuera la diana para Ayuso, abajo la polarización era mucho mayor y los ataques y gritos se focalizaban en Pablo Iglesias, el candidato de Unidas Podemos: "Coletas, rata", "fuera, Iglesias". Finalizadas las intervenciones, manaba tal euforia para corear también "comunista el que no bote".
La absorción del voto de Ciudadanos y la situación (casi) inmejorable del partido -no alcanzó la mayoría absoluta pero los votos de Vox no le serán imprescindibles- ilusionaba. Pero la plena satisfacción de los presentes llegaría con la debacle socialista -el PSOE acabó como tercera fuerza superado por Más Madrid- y más tarde con el anuncio de que Iglesias abandonaba todos sus cargos. La Policía Nacional acabó disolviendo la multitud para cumplir con el toque de queda a las once.
Más allá de una protesta de Femen en el colegio electoral de la candidata de Vox, Rocío Monasterio, la jornada fue generalmente tranquila y sin incidentes destacables. Si bien pasada la celebración electoral popular se registró algún episodio de violencia por parte de grupos de izquierda con insultos y amenazas.