El PP de Pablo Casado se halla en una encrucijada. La tragedia española le obliga a elegir entre dos opciones: apoyar el pacto trampa del Gobierno pinocho y hacerse corresponsable de su nefasta gestión, o plantarle cara hasta forzar unas elecciones anticipadas. Si escoge la vía del apaciguamiento, la derecha clásica habrá pasado a la historia
Esta crisis —y llamarle crisis es ser generoso en el empleo de las palabras— sacudirá el tablero político en España. Una consecuencia de este periodo excepcional será la reordenación del mapa electoral. Las leyes de Darwin rigen también en política: si no te adaptas al momento histórico, desapareces. Así acabó UCD y, años después, el CDS.
Un partido muere, por loable que haya sido su trayectoria, cuando deja de ser útil a sus votantes. También cuando su misión se da por concluida —pasar del franquismo a la democracia—, como le sucedió a UCD.
Esta legislatura, que arrancó con la tramposa investidura de un presidente tramposo, está muerta. La tragedia derivada del virus chino ha firmado su certificado de defunción. Los dos socios de Gobierno (llamarles socios es un decir) intentarán disimularlo como hacen con las cifras de muertos y la factura económica y social de su aterradora gestión. Pero la legislatura ha muerto al poco de nacer de un parto con cesárea y mediante la ayuda de comadronas indeseables.
El futuro está escrito en las estrellas pero no lo sabemos leer. Sólo podemos hacer pronósticos más o menos fundados. El más probable de ser cierto es la desaparición de Ciudadanos, la última aventura del centrismo español, que ha fracasado, como las anteriores, por sus errores estratégicos y su escasa base social.
Si Casado apoya más prórrogas del estado de excepción, dejará de ser nuestro hombre y habremos de buscar a quien nos defienda con valentía y firmeza
En España se van a reforzar los extremos, lo que reducirá la influencia de cualquier opción política que abogue por la moderación y la concordia. Sería deseable que prosperara, pero no va a suceder. La historia acumula suficientes ejemplos para desmontar el optimismo voluntarista de algunos periodistas y políticos que desconocen el país en que viven.
Para personas como yo que votaron a Ciudadanos por su defensa de la libertad y la igualdad frente al nacionalismo catalán, ha sido decepcionante el giro dado por la niña Inés Arrimadas, que ha decidido apoyar al Gobierno pinocho en su pacto trampa para dividir a la oposición. Arrimadas llama a arrimar el hombro, no sabemos para qué, así que no cuente conmigo.
Desaparecido el último partido centrista, PP y Vox se disputarán el liderazgo de la oposición al Gobierno socialcomunista. Hace sólo un año hubiese apostado a que la correlación de fuerzas sería a favor de los conservadores moderados. Hoy no lo tengo claro. El PP cree que el haber sido partido de gobierno le da una pátina de prestigio y solvencia del que carece la derecha agreste e hiperbólica de Santi el Asirio.
Los conservadores de Pablo Casado no vivirán más de las rentas. El momento actual no guarda parangón con ningún otro de la democracia. El PP se transformará en una fuerza subalterna si carece de lucidez para leer las necesidades del presente.
Casado y su partido se juegan su futuro. El líder conservador tiene dos opciones, y está obligado a aceptar. Le va en ello su supervivencia. La primera es sumarse al acuerdo envenenado del presidente maniquí, como le piden algunos medios de comunicación y las grandes empresas, en aras de una supuesta reconstrucción económica y social. Así se haría corresponsable de los errores de la gestión del Gobierno. La segunda es rechazar el pacto y dejarse de medias tintas en su manera de ejercer la oposición.
Si escoge el primer camino, el PP dejará de ser útil a sus votantes. Muchos de ellos se irán a Vox, como han hecho otros votantes desengañados de la derecha clásica en los dos últimos años. Si planta cara al régimen que nos ha privado de libertades y derechos fundamentales y nos aboca a una pobreza subsidiada, será sometido a una campaña de acoso y derribo por los dóberman mediáticos del Ejecutivo. Esto será preferible a convertirse en un actor secundario de la política nacional.
Casado debe comprender que la única defensa de España, en este momento incierto y dramático, pasa por combatir al Gobierno sin tregua ni respiro. Ni unidad ni lealtad, ni consenso ni chalaneo pactista. Oposición dura, implacable, sin concesiones al adversario para forzar su derrota mediante unas elecciones anticipadas.
Si Casado lidera un marcaje inmisericorde a los socialistas y los comunistas, tendrá mi apoyo y el de millones de compatriotas. Nos sentiremos representados por el PP y acudiremos a votar para que sea el próximo presidente del Gobierno. Pero si hace lo que hasta ahora, amagar y no dar, quejarse en los medios adictos y luego apoyar más prórrogas del estado de excepción, Casado dejará de ser nuestro hombre y habremos de buscar a quien nos defienda con valentía y firmeza. Es una cuestión de supervivencia.
Casado reivindica su legado estos casi cuatro años y expresa su lealtad en esta nueva etapa a Feijóo, al que desea "mucho acierto"