CASTELLÓ. La Facultad de Ciencias de la Salud de la Universitat Jaume I en colaboración con la asociación El Parto se Nuestro y el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) han celebrado el II Seminario Internacional sobre Violencia Obstétrica: de la violencia a la evidencia, el cual ha reunido más de 400 personas entre la modalidad presencial y virtual.
El profesor del Grado en Enfermería de la UJI y director del grupo de investigación Enfermería, Víctor Manuel González Chordá, y la presidenta del Observatorio de Violencia Obstétrica en España, Serena Brigidi, han inaugurado la jornada. González Chordá ha agradecido el trabajo y el esfuerzo de la organización para contribuir a la visibilización de la violencia obstétrica como problema de salud pública y ha destacado "la necesidad de avanzar en investigación en este ámbito para determinar los factores que predisponen a esta violencia y desarrollar intervenciones y programas de asistencia y formación de los futuros profesionales".
Por su parte, Brigidi ha presentado el OVO, una entidad no lucrativa que nació "para luchar contra el negacionismo existente en el marco de la salud, mediático, cultural y académico de la violencia obstétrica". Sus objetivos son la investigación y la docencia para la mejora de la calidad de los servicios asistenciales; la promoción del respecto a la legislación que protege los derechos de las pacientes y usuarias; la erradicación de la discriminación, intimidación, violencia o explotación del cuerpo y de la salud de las mujeres; la facilitación del acceso de las mujeres a la anticoncepción, al aborto y a unos servicios de atención materno-infantil de calidad y respetuosos, y el apoyo a las mujeres que han sufrido violencia en el ámbito de la salud sexual o reproductiva.
En la primera intervención, la profesora Desirée Mena de la Unidad Predepartamental de Enfermería de la UJI ha explicado que las diferentes definiciones sobre violencia obstétrica que existen "comparten elementos fuertemente relacionados con la definición de la experiencia de parte positiva que ofrece la Organización Mundial de la Salud". Además, ha asegurado que "desde esta perspectiva no se contemplan como violencia obstétrica únicamente las intervenciones (por acción u omisión) sino también las actitudes e incluso la comunicación".
Mena ha recordado que la violencia obstétrica "es una de las formas de violencia contra las mujeres más arraigadas que existe en el sistema sanitario", pero, con frecuencia, el profesional que lo ejerce no es consciente de ella e incluso, es posible que la tenga normalizada. La investigadora ha comentado que actualmente es un concepto no aceptado por la comunidad médica pero que la aparición de diferentes observatorios de violencia obstétrica en España y otros países, como Sudamérica, han provocado el inicio de un debate social al que le falta todavía el apoyo legislativo.
Durante el seminario La violencia obstétrica en España, la profesora ha enumerado las consecuencias de este tipo de violencia tanto en las mujeres que la reciben como en los profesionales de la salud que lo observan y/o ejercen. En el caso de las mujeres se encuentran situaciones de depresión posparto, trastornos de estrés postraumático, mala adaptación al rol maternal, o problemas con la lactancia y en el caso de los profesionales se han descrito situaciones de estrés traumático secundario y la fatiga compasiva, que les pueden hacer incluso abandonar el ejercicio de su profesión.
En cuanto a las cifras, la investigadora ha comentado que "diferentes estudios entre el año 2009 y 2018 han demostrado que un 38,3% de las usuarias ha percibido este tipo de violencia en la atención recibida". En concreto, un 44,4% de las mujeres piensa que se le aplicaron procedimientos innecesarios y/o perjudiciales, de las cuales el 83,4% no contaban con consentimiento informado. En cuanto a la calidad de la atención recibida, la valoración es de una media de 6,94 puntos (en una escala de 1 a 10) y de 4,85 puntos en el caso de las mujeres que percibieron violencia obstétrica. Es destacable que este tipo de violencia se observa más en el ámbito sanitario privado.
Respecto a las prácticas más destacas por las usuarias como innecesarias y/o perjudiciales, un 34,2% citó la maniobra Kristeller que podría provocar contusiones, hematomas abdominales, fracturas costales e incluso, roturas uterinas y que a pesar de no ser recomendada, porque se ha demostrado que no acorta el periodo expulsivo, hay una tasa de aplicación del 25%, aunque es difícil de concretar porque intervenciones como la frecuencia de los tactos vaginales, el uso de oxitocina o el rasurado de la vulva no quedan registradas en las historias clínicas.
La violencia obstétrica es percibida principalmente en el ámbito hospitalario, con el momento del parto como el más violento, con cifras del 74,2% de violencia en variables como la carencia de información y de consentimiento informado o hasta el 87,6% en variables relacionadas con críticas al comportamiento y/o trato infantilizador. Las mujeres también percibieron esta situación durante el embarazo o el puerperio, y entre los profesionales identificados como violentadores, destacan las figuras de matrona y ginecología.
Por último, la profesora ha recordado que existe, en la investigación sanitaria, una importante brecha de género tanto para distintas enfermedades como para los tratamientos y procesos fisiológicos, entre ellos, el embarazo, el parto o la menopausia. Y que hay que considerar, también, que los servicios sanitarios sufren una sobrecarga de trabajo que puede derivar en un síndrome de agotamiento que propicie una incorrecta atención sanitaria.