Proseguimos con continuos cambios e incertidumbres en nuestro entorno internacional una semana más
El crepúsculo, según la RAE en una de sus acepciones, es esa claridad que antecede o que prosigue al sol, por lo que inmersos en ella no se sabe bien si el día comienza o termina.
Los imperios, decía Oswald Spengler, siguen, al igual que los seres vivos, un ciclo de vida, nacen, crecen, florecen y menguan, con diferentes ritmos, algunos colapsan antes de florecer, otros perduran y completan el ciclo, por eso hay momentos que al igual que el crepúsculo no se sabe si el devenir de un imperio va a ir a más o a menos, es un momento disruptivo, y en ese punto se encuentra la República Popular China, que está en plena velocidad de crucero para hacerse con el dominio mundial.
Es así como en este pasado 1 de octubre, fecha de muchas conmemoraciones relevantes fíjense como la victoria del Gran Alejandro sobre Dario III en Gaugamela en el 331 a.c., Fernando VII restablece en 1823 la Inquisición, en Burgos Francisco Franco es nombrado Jefe del Estado en 1938, en 1958 empezó a funcionar la NASA, en 2017 se produjo en la comunidad autónoma catalana el sainete de ver urnas en medio de las plazas públicas rellenas de votos, que no se sabia muy bien de donde venían, por esa pantomima de un seudo referéndum ilegal, y como no (y ese es el motivo del artículo) la proclamación de la República Popular China por Mao Zedong en 1949.
Por eso se acaba de celebrar por todo lo alto el 70 aniversario de la mayor dictadura del proletariado del mundo en la actualidad, porque su predecesora la URSS constituida en 1922 no llego a esa anciana edad, pues fue disuelta en 1991, tras la caída del muro de Berlin, que este próximo 9 de noviembre se celebrará su 30 aniversario (1989), y del que el marxismo en el resto del mundo no se ha repuesto todavía. Y para la exhibición de su poderío militar los chinos eligieron la plaza de Tiananmen, de forma obscena pues fue allí donde hace ya algo más de 30 años, junio de 1989, se masacró a la juventud de aquel país por pedir más libertad.
Y en esa misma plaza donde Mao Zedong fundó la República, el presidente chino, Xi Jinping, vestido con el traje gris oscuro estilo “Mao”, y recordando las amenazas a los Imperios de las que hablaba Arnold Toynbee, como son (conceptualmente hablando) el proletariado interior y exterior, advertía “Ninguna fuerza puede sacudir el estatus de China ni impedir que el pueblo y la nación chinos avancen”, eso refiriéndose a las fuerzas foráneas, a la par que rememoraba los días de humillación (muy en linea con el pensamiento nacionalista chino) desde finales del siglo XIX sometidos a fuerzas extranjeras hasta la llegada del partido comunista. Para añadir respecto los riesgos y amenazas interiores que “China mantendrá la estabilidad y la prosperidad duraderas de Hong Kong y Macao”, uno de los principales desafíos que tiene hoy en día ese país.
No vamos a detallarles excesivamente la exhibición de armamento que realizó el gigante asiático, solo mencionarles que se pudo ver el misil intercontinental con cabezas múltiples (10) DF-41 que puede ser desplegado en lanzaderas móviles y que al usar combustible solido existe menos tiempo de aviso para la defensa y el contraataque o los misiles hipersónicos DF-17 que de tan rápidos son difícilmente interceptables o el dron supersónico WZ-8 o el dron submarino HSU-001, y así un largo etcétera. Aunque a mi lo que más me preocupa es la Seguridad en el futuro 4.0, porque según Gregory C. Allen Jefe de Estrategia y Comunicaciones en el Centro Conjunto de Inteligencia Artificial del Pentágono “Las políticas de China serán probablemente suficientes para garantizar que, en los próximos cinco años, China obtenga una ventaja competitiva defendible en muchos mercados de aplicaciones de IA (inteligencia artificial)”, lo cual me preocupa y nos debe ocupar mucho.
Y mientras pocos se ocupan de si el crepúsculo chino nos lleva hacia su orto o hacia su ocaso, seguramente a nuestra costa, aquí estamos inmersos en los procesos electorales, y como no, en el último estrambote de Donald Trump a costa de nuestra agricultura ya de por si muy dañada, y que exige ser protegida para que nuestro ecosistema sea sostenible y no se desertice. Pero por favor no pidamos contra aranceles (como algunos han sugerido) que son pulsos inútiles, pues casi seguro no podríamos ganar, y que precisamente Trump es lo que pueda desear; usemos una estrategia indirecta, si los USA nos limitan las exportaciones agropecuarias, habría que reconsiderar las sanciones, a instancias de ellos mismos, impuestas a la Rusia de Vladimir Putin, que afectan precisamente a nuestra agricultura, usémoslo a la hora de negociar; seamos valientes pero no inconscientes.