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Cómo el campo se adapta a la pandemia: el ejemplo del caqui en la Ribera

18/10/2020 - 

VALÈNCIA. Debido a la crisis sanitaria del coronavirus, multitud de sectores han tenido que adaptarse, e incluso reinventarse, para llevar adelante su trabajo habitual. El campo ha sido uno de ellos. Una actividad acostumbrada a combinar la innovación y la tradición en sus rutinas que ha extremado las precauciones para que, tanto agricultores como cooperativas, no se vean afectados por la pandemia.

Desde el primer momento de la crisis sanitaria, cuando las cooperativas continuaron trabajando porque eran actividad esencial, "se pusieron en marcha todas las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias para garantizar la seguridad de los trabajadores, clientes y consumidores", señalan desde la federación de Cooperatives Agro-alimentàries de la Comunitat Valenciana. Sin embargo, estas han sido distintas dependiendo de diferentes labores. En el campo, las habituales y cambiantes cuadrillas de agricultores han dado paso a grupos muy estables y cerrados para evitar contactos innecesarios y delimitar la trazabilidad del virus en caso de que se diera algún brote.

"Tenemos cuadrillas uniformes, es decir, no van cambiando de integrantes cada día. Así, en el supuesto de que hubiera una persona afectada por virus, podríamos tener controlados los contactos que ha tenido y no afectaría al resto de trabajadores", relata Eduard Esparza, responsable del caqui del sindicato La Unió de Llauradors y agricultor de Carlet. Respecto al número de integrantes de estos grupos, según Esparza, se mantienen entre los cuatro y los diez agricultores, dependiendo de la extensión de la parcela donde vayan a trabajar. "La minoría de agricultores son de cosecha propia y tienen terrenos pequeños, por eso forman cuadrillas de alrededor de cuatro personas. Mientras que la mayoría de parcelas, de las que se hace cargo la cooperativa, van cuadrillas más numerosas, de ocho, nueve o diez personas", añade.

Estas medidas, tal como explican desde la federación valenciana de cooperativas, "estaban más pensadas para los temporeros pero, como se podían aplicar al sector de la agricultura y a las cooperativas, las hemos trasladado". Además, durante los primeros meses de la crisis sanitaria, también se aplicaron restricciones en cuanto a la capacidad de los vehículos que trasladaba a los trabajadores al campo: "se duplicaron los viajes porque los que antes cabían en una furgoneta, ahora ya no podían ir todos juntos". A todo ello, se le suma la mascarilla durante la jornada de trabajo en el campo, la desinfección constante y las distancias de seguridad.

En los almacenes donde se selecciona, etiqueta y almacena la fruta, entre otras labores, los trabajadores y las propias cooperativas también han tenido que adaptar sus rutinas laborales. Se trata de los espacios donde existe una mayor carga de personas trabajando, por lo que las medidas de seguridad son imprescindibles. "Esto supone distanciar más a los trabajadores en las líneas de trabajo, escalonar las entradas y salidas de los turnos para evitar aglomeraciones en zonas comunes, reducir los aforos en los espacios cerrados donde los trabajadores puedan reunirse…", comentan desde Cooperatives Agro-alimentàries de la Comunitat Valenciana.

En las líneas de manipulación es donde más han tenido que extremar los cuidados. Para ello, se han utilizado diferentes mecanismos para separar unos trabajadores de otros que, en "la vieja normalidad", trabajaban prácticamente codo con codo. Así, algunas cooperativas de la comarca han optado por poner mamparas, elementos de cartón que se renuevan después de cada uso, o cortinas de plástico. "En el almacén, antes de entrar se toma la temperatura uno por uno a todas las personas que entran. Además, en las líneas de manipulación se mantiene una separación que otros años no existía y hay cortinas de plástico para evitar el contacto", cuenta Esparza, quien además de pertenecer al sindicato agrario, trabaja en la cooperativa de Carlet por las mañanas y cultiva caquis y cítricos por las tardes. "Todo lo que han recomendado las autoridades lo estamos cumpliendo, al menos donde yo trabajo, pero me consta que también es así en el resto de cooperativas de la comarca", subraya. 

La Unió de Llauradors

Incremento de los costes

Estas nuevas precauciones se suman a viejos instrumentos de protección comunes en el sector, como los guantes o los gorros que, durante la pandemia, se han continuado utilizando. Sin embargo, cuando empiezan las campañas más importantes que implican una mayor mano de obra, las actuaciones de prevención se incrementan. "Hemos reubicado turnos para evitar que las líneas de trabajo estén unas junto a las otras", argumentan desde la federación de cooperativas valencianas, en referencia al escaso espacio entre los trabajadores que, antes de la pandemia, "prácticamente estaban espalda con espalda". Asimismo, estas nuevas rutinas de trabajo han obligado a añadir nuevos turnos en algunas cooperativas para mantener el ritmo de trabajo sin comprometer la salud, lo cual implica un aumento en los costes de producción.

Cabe recordar, que durante los meses más complicados de la crisis sanitaria, la demanda de cítricos experimento un incremento notable. "Había una percepción en el consumidor de que el hecho de consumir cítricos podía ser beneficioso para reforzar el sistema inmunológico", sostienen desde Cooperatives Agro-alimentàries de la Comunitat Valenciana. Esta tendencia supuso una aumento de la demanda y, por tanto, de las retribuciones para las cooperativas y los productores.

Al mismo tiempo, se produjo un incremento de los costes derivados del desarrollo de la actividad. Un mayor número de líneas de trabajo, más horas de actividad en los almacenes, o el acondicionamiento de medidas y material de protección, hizo aumentar los costes del sector. Además, el envío de fruta por carretera a otros países europeos, duplicó prácticamente su precio: "Antes enviábamos un camión cargado y, en el mismo viaje de vuelta, llevaba otro pedido. En los meses más restrictivos, los viajes solo enviaban pedidos durante la ida. En la vuelta, en cambio, el camión iba vacío. Así, los gastos se duplicaban", exponen desde la agrupación de cooperativas valencianas. "En algunas ocasiones, los costes derivados de esta situación se han comido los beneficios del incremento del consumo", lamenta.

AVA-ASAJA

Un 30% menos de producción

En este contexto de pandemia, si hay algo que no ha cambiado son los tiempos de producción. De hecho, los municipios agrícolas de la Ribera ya se encuentran de pleno en la temporada del caqui. Se trata de una producción que se concentra de manera muy destacada en este territorio y que produce al año entorno a 400.000 toneladas en toda España de las cuales, en torno a un 70% se produce en la comarca de la Ribera Alta y, en menor proporción, de l’Horta Nord, la Costera y la Vall d’Albaida.

La campaña, que empezó hace aproximada veinte días, durará hasta finales de año. Pero, en esta ocasión, las previsiones de agricultores y cooperativas auguran una caída de la producción bastante notable, entorno a un 30%. No obstante, esta bajada de la producción llevará aparejada un aumento del precio del caqui que, en la anterior campaña registró precios con tan solo unos céntimos de beneficio y, en ocasiones, por debajo del coste de producción.

Las causas que señalan desde los sindicatos agrarios son principalmente tres. En primer lugar, hacen referencia a un cambio de temperatura muy brusco que tuvo lugar durante la primavera y que afectó negativamente a los árboles del caqui, en aquel momento todavía en flor, que hizo que perdiera muchas de sus flores. Asimismo, durante el puente de octubre, las condiciones climatológicas adversas provocaron pérdidas superiores a los cuatro millones de euros en una superficie de 2.000 hectáreas de cultivos, principalmente caquis y cítricos, según estimó la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja).

De hecho, la tormenta de pedrisco causó "una afección media del 50% y en los peores casos hasta el 100% de la cosecha, en plena campaña de recolección de caquis y variedades tempranas de mandarinas y naranjas", concretan desde el sindicato AVA-Asaja. Se trataba, en algunos casos, de campos que iban a ser recolectado tan solo unos días después y que afectó a los términos municipales de Benimodo, L’Alcúdia, Massalavés, Guadassuar, Alzira, Benimuslem, Alberic y Carcaixent, entre otros.

Y, por último, la plaga del cotonet. "Es la mayor tragedia a la que nos enfrentamos actualmente los agricultores que nos dedicamos al caqui", sentencia Esparza. Se trata de una plaga que no se puede combatir con productos fitosanitarios, ya que la normativa europea los ha prohibido. A la espera de una alternativa que ponga fina a este "drama", en palabras de los propios agricultores, las consecuencias para esta temporada son claras: "Hay campos que directamente no van a recogerse de lo afectados que están. Hay parcelas con el 70% del producto afectado por esta plaga y esto no se puede cosechar", lamenta Esparza.

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