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'Cómo traté de ser buena persona': Vida poliamorosa de una ex punk

La pregunta es sencilla ¿Puede una mujer amar a dos hombres a la vez? Uli Lust trata de darle respuesta a este conflicto en su última novela gráfica aportando su historia personal. Tuvo una relación abierta en Viena con un culto actor austriaco y con un mecánico africano de convicciones tradicionales. Una experiencia que acabó como el rosario de la aurora, pero es que la autora no tiene nada que demostrar. La vida no la ha inventado ella

26/08/2019 - 

VALÈNCIA. La primera obra autobiográfica de Ulli Lust, Hoy es el último día del resto de tu vida (La Cúpula, 2011) era una especie de road movie sobre una escapada adolescente. Había que contextualizarla en la primera parte de la década de los 80, en el auge del punk, y en cómo era el mundo entonces, en plena epidemia de heroína. Sin embargo, lo que subyacía de todo lo expuesto eran las dos facetas del enfoque de la autora, un estilo y una narrativa de gran calidad. ¿Por qué?

En primer lugar, lo que contaba era tal cual era. A través del punk y sus filosofías que a los adolescentes les llegaban más de baratillo que de otra cosa, era, y supongo que seguirá siendo, muy habitual que niños acabasen confraternizando con adultos que se mueven en la marginalidad. A la autora, que tenía 17 años, un viaje-escapada de casa le llevó a ese tipo de escenarios en Italia. Si su madre quería que volviese a su pueblo a acabar los estudios y dejase de alternar con malas influencias, todos sus temores se hicieron realidad.

Su hija se prostituyó, fue vagabunda, se inyectó heroína y la violaron, todo ello durante su ida y venida a casa. No hay que leer esto con el tonito de Informativos Telecinco y su espíritu de "en la calle le espera la muerte", pero cuando uno se movía hace unas décadas por ambientes oscuros solía encontrar oscuridad. No fallaba. El mérito de Lust era abordar todo esto sin dramatizarlo en exceso. Con sobriedad, un relato de sucesos lamentables y emociones dolorosas, aunque no exento de humor.

Por otro lado, esa confesión desapasionada se engrandecía por un detalle todavía más complicado. Lust no tenía nada que demostrar. No había ni auto-flagelación ni lo contrario, no era una mártir y eso que lo que es opresión la sufría con una plancha hidráulica.

Con la misma sobriedad ha llegado Cómo traté de ser una buena persona, con cien páginas menos esta vez, unas 369, para contar una atípica historia de amor a tres bandas. Un relato también autobiográfico y que acaba en 1995, justo cuando se va a estudiar a Berlín y se convierte en la ilustradora y autora de cómics tan reconocida que ha acabado siendo.

Siempre ha habido corrientes que han desafiado a la pareja tradicional, piedra angular de la familia. Incluso entre LGTB, siempre ha habido críticas a los que querían reproducir los mismos esquemas nocivos de los heterosexuales y la familia. Ahora, por ejemplo, se habla de personas poliamorosas, aquellas que pueden mantener varias relaciones simultáneas de manera abierta y sin mentiras y sin que se perjudiquen o estorben entre ellas.

Lust, en aquella época, según cuenta, estaba muy lejos de la familia tradicional. Tras una noche de sexo con un desconocido, se quedó embarazada. Ese crío se tuvo que quedar en el pueblo con sus abuelos mientras ella intentaba hacer algo útil con su vida. Tenía una pareja, pero por una serie de circunstancias masculinas explicadas por él a través del psicoanálisis -aunque son bastante predecibles y están muy extendidas- llegó un momento en el que ya no podía tener sexo con ella. Se le hacía cuesta arriba, aunque la quería. Desde ese momento, decidieron tener una especie de relación platónica.

Entonces apareció en su vida Kim. Un subsahariano que conoció en un parque de Viena por casualidad y que acabó convertido primero en su amante, en la cama le hacía ver las estrellas, y luego en su pareja estable, a la vez que tenía la relación más racional y elevada con el anterior.

Podría ir bien, pero sale todo mal. Parece una lección de los viejos popes del cómic underground estadounidense cuando les daba por azotar a las culturas alternativas, pero no lo es por una razón. Lust no carga las tintas, como se ha dicho, no trata de demostrar nada. Cuenta lo que le pasó y ahí lo deja.

Cómo traté de ser una buena persona entra en terrenos muy sensibles y delicados. Habla de un romance entre una artista austriaca que vive en Viena y un inmigrante subsahariano al que le cuesta encontrar trabajos en talleres. Es a principios de los 90 y él tiene todavía unos valores que no encajan con la mentalidad de una mujer que, como bien sabemos, es ex punk. Ya ha dejado los eslóganes, pero la autonomía personal no la cambia por nada.

El volumen comprende su etapa vital entre los 23 y los 28 años y está plagado de situaciones de violencia doméstica, detalles que no se quieren ver porque el sexo lo tapa todo, culpabilidad, miedo, pasión... Quien pretenda al leer esta historia utilizar el coco de manera inductiva, esto es, partir de unas conclusiones y luego buscar cómo confirmarlas, lo tendrá complicado por no decir imposible. Todo lo que nos confiesa Lust es muy contradictorio y hay que subrayar que en el ser humano lo raro es lo contrario.

Ella misma lo explicó en una entrevista en Comic Gate: "Me gustan los personajes femeninos realistas y ambivalentes. Mujeres que no solo tienen rasgos femeninos o masculinos típicos. Me gustan los personajes de varias capas que no tienen un solo rasgo. Hombres que también tienen características femeninas y mujeres con características masculinas. Un panorama amplio y completo me parece más interesante". Como en las provocadoras películas de Ulrich Seidl o Haneke, Lust se considera continuadora de una "línea grotesca austriaca". Sus novelas gráficas son incluso mejores.


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