Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor (spoiler: no lo fue), pero en estos momentos tan complejos entiendo que uno quiera meter la cabeza en un barreño de nostalgia y no salir hasta nueva orden. Leo que ha fallecido Olivia de Havilland, que lleva por segundo apellido “una de las últimas leyendas del Hollywood clásico”, y me dejo llevar por un hilo de noticias y mensajes que me emboba frente al recuerdo de aquella alfombra roja en blanco y negro. Ahora no se hace cine como antes. Ahora no hay estrellas como antes. Eso sí que era glamour, no como lo de ahora. En otro momento me parecería un discurso un poco rancio, pero hoy lo compro y me zambullo en un buen puñado de fotografías y vídeos borrosos. ¿Sueño americano? Póngame una ración para llevar.
Porque mira que nos queda lejos Hollywood, pero nos han repetido tanto aquello del ‘sí quieres, puedes’ que uno ahora no puede sino agarrarse bien fuerte a un clavo con denominación de origen Estados Unidos. Los que cantaba Sinatra, quiero decir. Entiendo perfectamente que en este angustioso 2020 que parece narrado a tiempo real por Ferreras en Al Rojo Vivo haya muchos que huyan de series como El colapso -la enésima mejor serie del año y que, si me preguntan, me pareció un tanto mediocre- y se vayan de paseo por una alfombra roja que nunca se fue. Yo mismo he revisitado en estas últimas semanas a la inconmensurable Bette Davis en Eva al desnudo, a la fantástica Sophia Loren de Matrimonio a la italiana o al dúo cómico formado por Marilyn Monroe y Jane Russell en Los caballeros las prefieren rubias. Nunca fallan.
No me verán estos días pasearme por series o películas catastrofistas. Y mira que me gusta una buena sesión de palomitas y fin del mundo. Pero este verano no. Las explosiones, maremotos e invasiones alienígenas tendrán que esperar. Hoy me refugio en la vieja normalidad, en las escenas sin distancia de seguridad ni mascarillas, en el contacto de tú a tú en un momento en el que tenemos limitado el uso de la boca. Me refugio en cualquier tiempo pasado, aun a sabiendas de que no fue mejor. Pero yo hago oídos sordos durante 100 minutos y viajo a la campiña francesa, me voy de vacaciones a Roma o desembarco en la efervescente Nueva York en blanco y negro. Porque en este verano de normas, restricciones y encierro no me pueden quitar mi viaje al pasado. A cualquiera de ellos.