El marketing al servicio de la industria de la automoción está consiguiendo que el tunning en los coches venga ya de serie
VALÈNCIA. Desde hace aproximadamente cinco años a la parte trasera de los coches de un gran número de marcas les han aparecido unos elementos decorativos colocados de manera simétrica a ambos lados cerca de los bajos donde hasta ahora había un visible tubo de escape. No puede ser casualidad que haga cinco años también del dieselgate, el escándalo de emisiones contaminantes que marcó una crisis de reputación y credibilidad para la industria, justo a la vez que empezaba a marcarse un crecimiento importante en la curva de popularización del vehículo eléctrico (que carece de tubo de escape). Visto con perspectiva parece claro que esta nueva línea de diseño en el campo de la automoción viene marcada por esconder elementos que identifiquen cuando un coche es contaminante, cuando dentro lleva un motor de combustión cuyo funcionamiento necesita expulsar gases. Así es como los parachoques ocultan ahora esos tubos que hasta hace nada hacían de chimeneas.
Ha sido esta una tendencia que va del sector más lujoso hacia las gamas bajas, con impulso de marcas alemanas (donde se origina el dieselgate), que han hecho uso de estos apaños estéticos arrastrando problemas propios de grandes marcas a las que parece costarles más ser honestas que producir embellecedores en serie. Es de hecho el gran problema de la industria de la automoción arrastrada por mantener a flote el negocio del motor de combustión, que demuestran muy poca cintura a la hora de realizar cambios importantes pero sin embargo muy buena inercia en generar campañas de marketing o green washing.
Ojos que no ven, coche que no contamina, parecen pensar, y hacen uso de diseño para el mal. Los diseñadores nos referimos al diseño como un agente de bienestar, y desde el marketing suele concebirse como “hazlo bonito”. Así es como, para el caso que nos ocupa, el marketing ha hecho que el tunning en los coches venga ya de serie.
Como diseñador necesito encontrar una parte funcional en esta tendencia de esconder el tubo de escape. Así que me pongo a mirar de cerca y por debajo de coches aparcados durante una semana para entender un poco este gran engaño hasta que me echan de dos parkings y doy por finalizada la fase de investigación, llegando a dos hipótesis principales que justificarían a la industria.
Por un lado, viendo la imagen superior, está el caso en el que el tubo de escape pasa a estar dentro de un embellecedor que es el que da forma y acabado al tubo, sin ser el tubo en sí. Esto reduciría bastante el coste, ya que producir una pieza seriada en plástico con la forma deseada (ovalada, doble, trapezoide…) es más económico que dejar un tubo estéticamente apañado fuera, y además evitaría posibles quemaduras si alguien se acercase mucho por algún motivo al tubo ya que el embellecedor queda exento de calor. Pensando un poco más, también en caso de leve impacto trasero el sistema de escape no sufriría.
Pero luego resulta que otros de los coches tienen estos elementos cegados, tapados, sin un tubo real detrás. Y si nos agachamos vemos que las emisiones de gas salen por unos tubos enfocados hacia el suelo. La verdad es que parece lo más inteligente para evitar por ejemplo dañar el acabado de la chapa o el parachoques pero claro, aquí ya es muy evidente que ese elemento decorativo visible no hace otra cosa que mentir simulando ser un tubo de escape (bien molón, eso sí, nada de poner un tubo circular roñoso y ya). Es el caso de las fotos que preceden este párrafo.
Aun así, las declaraciones oficiales de los responsables de diseño de estas grandes marcas insisten en criterios puramente estéticos según, literalmente, “nuevos gustos entre los consumidores. Está bien para echarle la culpa a tus clientes, pero esto refuerza la tercera hipótesis que surge de la mentira por la mentira, el lavado de cara, no ves el tubo y no contamino mientras que los defensores a ultranza del motor le sacan más brillo a los cromados de sus tubos y los ponen más grandes y ruidosos.
“El buen diseño es honesto” (Dieter Rams)
Y así como en el diseño de vehículos de combustión ocultan sus tubos, en este mundo del diseño absurdo que sustituye al diseño honesto tenemos también los casos del coche eléctrico que monta rejillas de radiador falsas o reminiscencias de los coches de gasolina. El mundo al revés, con marcas que desarrollan sonidos de motor para añadir a los habitáculos de los silenciosos motores eléctricos o los eléctricos que basados en modelos de gasolina se quedan con tubos de escape de pega.
Decoración sin más no supone un buen diseño y sin una funcionalidad clara, o si el propósito es engañar, el acto de diseño no es honesto. Reflexionaba hace tiempo en las páginas de la revista Plaza sobre cómo los diseñadores debemos ser conscientes del impacto producido en nuestra sociedad, y es que si no diseñamos honestamente no estamos haciendo bien nuestro trabajo.
El tunning vive precisamente de que los coches parezcan más de lo que son. Apariencia, el “quiero y no puedo” donde el usuario busca engañar, y ahora es la marca la que engaña de serie con tubos de escape que no lo son, la degeneración de un modelo que tiene los días contados.