ALICANTE. En plena celebración navideña se conocía la noticia del fallecimiento, con apenas 67 años, de Antonio Escolano, dibujante alicantino perteneciente a esa generación perdida previa al boom de los años 80 del siglo XX, discípulos de los hermanos Franch y Fuentes Man, de la que también formaban parte su amigo y compañero de fatigas pioneras en el Pequeño País, Juan Soler, o su cuñado, Miquel Poveda.
Para cada tiempo se repite una constante que pone en conflicto a aquellos que tienen por lema una versión meme de la cita de Jorge Manrique, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y los deudores de la fe en el progreso, imbuidos de un presentismo total, según el cual todo factor del momento presente supera con creces a su homólogo del pasado. En una entrevista de hace apenas unos meses con Salva Espín, dibujante murciano (y desde Murcia) del superhéroe Marvel Deadpool, este decía lo siguiente: “Internet es lo que os ha permitido trabajar de manera ‘descentralizada’... Claro… el fax no valdría para este tipo de cosas, jeje, y enviar las cosas por mensajería, como se hacía antes, ahora no sería operativo, existe el riesgo de que las cosas no lleguen a tiempo”. Unos años antes, en una entrevista publicada en el diario Las Provincias, Antonio Escolano describía la manera de trabajar con una agencia británica de cómics en los años setenta: “Enviábamos las páginas en rollos para guardar las telas. Nunca se perdió ninguno, ahora no sabes si el correo electrónico ha llegado o lo ha hecho bien”. Escolano y sus coetáneos formaron parte de una generación de enlace que, justo desde la Alicante que empezaba a responder con fuerza al empuje de los Planes de Desarrollo y, gracias al turismo y al sector inmobiliario, avanzaba en paralelo en aperturismo y urbanismo descontrolado, ha pasado desapercibida en la historia cultural de la España contemporánea.
Alicante albergaba a los hermanos Franch, Jordi y Rossend, desde los años 50, y también al autóctono Francisco Fuentes Manuel, Fuentes Man, emparentados estilísticamente con la Escuela Valenciana de Gago y Vañó, bajo la influencia del astro Raymond (Alex). Trazos limpios, negros profundos, líneas definidas, gestualidades expresivas… una tradición historietística que les había abierto las puertas de la internacionalización, a través de agencias británicas como Bardon Art o DC Thomson, después de haber trabajado, en el caso de los Franch, en el estudio de Josep Toutain, y en el caso de Fuentes Man, haciéndose cargo de ilustrar el Capitán Trueno, tras la marcha de Ambrós.
Esta es la tradición de la que beben Escolano y sus amigos, en sus visitas constantes a la casa/estudio de Fuentes Man, así como a la finca de los hermanos Franch, en la partida de Torregrosses, en Sant Vicent del Raspeig.
El cómic, en los años 70 del siglo XX, se encontraba en pleno proceso de transformación, de puro producto de ocio para consumo de masas en sociedades industriales avanzadas, como la norteamericana, la británica y la francesa, o en pleno crecimiento, como la española, a su intelectualización tras la irrupción del underground, el boom de los 80 y la creación de las nuevas formas de ocio audiovisual que arrebataban lectores al tebeo.
En la figura de Antonio Escolano encontraremos los elementos significativos de gran parte de la cultura producida en la ciudad de Alicante, independientemente del género o la disciplina: notable capacidad técnica, conocimiento de la tradición, buenos contactos locales, nacionales e internacionales, buena proyección sincrónica, pero nula diacronía, desapareciendo o teniendo una presencia mínima en los estudios o publicaciones históricas de referencia en su contexto, salvo honrosas excepciones, en el caso de Escolano, debidas, principalmente, a la dedicación desinteresada de sus amigos y algunos aficionados al tebeo, mantenedores de su entrada en Wikipedia o en la publicación de referencia Tebeosfera.
Y eso que Escolano, después de trabajar para la norteamericana Charlton Comics y la británica I.P.C. Magazines Ltd., para la que produjo la única serie que también se editaría más tarde en España, en el sello Bruguera, ni más ni menos que James Bond, fue, junto a su amigo Juan Soler, el primero en publicar cómic en una gran periódico de tirada nacional, el diario El País, que en el año 1981 había incorporado a su semanario dominical un suplemento infantil/juvenil con el título de El pequeño País. En el año 1983, en su número 82, incorporó entre sus páginas la serie Verdh, el Gran Brujo, una saga de fantasía galáctica de tintes ecologistas, firmada por Escolano y Soler. En un momento en que prácticamente toda la industria tebeística se concentraba en Barcelona, y los autores madrileños o trabajaban para ella o se ensimismaban en el underground de la Movida, los dos alicantinos cogieron sus carpetas, se plantaron en las oficinas del diario (entonces) progresista y les plantearon algo que por la ciudad mediterránea ya se había visto en algunos medios locales. 49 entregas se publicaron en el Pequeño País, hasta que la deriva cada vez más infantil del suplemento hiciera imposible congeniar su estilo gráfico y narrativo.
El boom de las publicaciones de cómic de los 80, el declive de los 90 y 2000, el resurgir del nuevo siglo con la consolidación del formato novela gráfica, tomaron una cierta distancia con Antonio Escolano, dedicando su habilidad, su destreza y su ingenio al campo de la publicidad y el diseño gráfico, con acercamientos instrumentales al ecosistema tebeístico, como aquel crossover que en 2017 realizó junto a Miquel Poveda, para el 50 aniversario del fallecimiento de Azorín.
La Obra Social de la CAM, para la que realizó en 2003 un cómic sobre la expedición de Balmis, y el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, editor de la revista Canelobre, a la que acompañó como suplemento Forma Abierta, que en su segunda época se dedicó por entero a los dibujantes e historietistas alicantinos, dando pie a la publicación, coordinada por el propio el propio autor, Alicante 84: La movida del cómic, dan fe de la implicación del autor en la popularización y divulgación del arte secuencial y la historieta en su ciudad natal.
Alicante, Ciudad de la Memoria... dicen.