crónica por los otros / OPINIÓN

Cuatro años de amor

Cuatro años que todavía me parecen un sueño. Cuatro años de sueños hechos realidad. Cuatro años que he vivido soñando con alguna pesadilla de por medio. Cuatro años cargados de amor. Cuatro años que han volado

1/02/2020 - 

Los cumpleaños son motivo en muchas ocasiones de reflexión, de balances y de celebraciones. Cada cumpleaños celebramos la vida, celebramos que cumplimos años y que la vida va pasando. Esta semana mi hija ha cumplido 4 años y no he podido evitar ese balance, ese balance inevitable cuando una es mamá en que echas la vista atrás y te das cuenta del paso del tiempo cuando ves a tu hija. Ese bebé que fue y que es una niña con personalidad propia. Desde hace cuatro años, ella, mi hija, se ha convertido  en la manera más fiable para medir el paso del tiempo. Ella es la mejor manera de tomarle el pulso a la vida, de ser consciente de  lo rápido que pasa todo, y de que  la vida pasa en un instante. 

Desde hace cuatro años mis  días son largos y cortos a la vez, mis días están cargados de rutinas y de imprevistos a partes iguales, mis días son de las dos. Días que  compartimos desde la mañana a la noche porque estamos constantemente conectadas. En definitiva que mis días y mi vida desde hace cuatro años es una vida de dos. 

Siempre había oído eso de que el paso del tiempo es todavía más evidente cuando vemos a los niños y a las niñas crecer. Y esta semana revisando estos 4 años de vida de mi niña, he sido consciente  un año más, que sigo sin ser consiente por mucho que cada año lo intente de lo rápido que pasa la vida. Y es que la vorágine del día a día en este sistema en el que vivimos tiende a apartarnos  y  descentrarnos de lo que, en mi opinión,  es el foco y el centro de la vida. Y sin ser consciente  yo personalmente me desvío una y otra vez. Darme cuenta un año más me ha golpeado fuerte y de frente.

Siento que tengo que hacer un trabajo personal constante muy importante para no desviarme del centro que quiero para mi vida y que hay días que la vida me agota y que no tengo tiempo para vivir.

Existen cada vez más actividades, talleres y espacios que se crean como negocio para ayudarnos a tener herramientas para vivir en el presente y no desviarnos al futuro, cursos para vivir el “hoy” , para no descentrarnos. Herramientas necesarias que se deberían acompañar con una vida más tranquila, algo complicado para algunas de conseguir. 

Mi relación con el tiempo a la hora de controlarlo o gestionarlo es particular, bien lo saben quiénes me conocen. Nunca me he destacado por controlar los tiempos ni ser consciente de ellos, y anoche lo sentí y lo viví de nuevo. Un golpe en el corazón de amor y de dolor al mismo tiempo me hizo darme cuenta que el tiempo ha pasado y no he sido consciente. 

Cada año, me tomo la licencia de escribir mi amor sobre ella, no me gustaría pecar de narcisista porque cada uno tiene su historia de amor con sus hijas y sus hijos. Pero yo me tomo la licencia de expresar la mía a los cuatro vientos y de pecar de “madre caldosa” de vez en cuando, aunque intento ser discreta y controlar ese impulso,  porque entiendo que es un sentimiento muy universal y que muchas y muchos vivimos por igual.

Luego en el día a día vivo con la sensación de desasosiego, de no llegar a cubrir sus necesidades y que todo el amor que siento no llego a demostrárselo. Soy consciente que no aporto nada nuevo con esta reflexión porque, insisto, que son sentimientos muy compartidos y que se trata de un sentimiento muy generalizado. Todo el amor que sentimos por nuestras hijas e hijos  no somos capaces de expresarlo por el día a día, las tensiones, preocupaciones, vorágine… nos lo impiden y hay que trabajar y proponérselo una misma para que esto no pase, al menos a mi me ocurre. 

Por ello valoro ahora tanto mi tiempo que le dediqué a ella, en exclusiva, viviendo en Kenia, en la isla de Lamu donde la vida y el tiempo se entiende de manera diferente, y me siento una afortunada porque soy consciente que fue un privilegio del que muchas mamás y papás no pueden disponer. Aún así nunca fue todo lo que pudo haber sido pero me alegro mucho de haber tomado esa decisión aunque a día de hoy siga pasándome factura. 

Revisando estos cuatro años, me doy cuenta que todos estos años he sentido y me han preocupado asuntos parecidos relacionados con la maternidad: la soledad que viven algunas niñas y niños que no tienen quien les abrace, el cambio de vida radical que supone la crianza con apego, la lactancia prolongada, la conciliación laboral , el paso del tiempo, etc. 

¿Permisos por maternidad y Conciliación familiar? 

Enfrentarme a las medidas de maternidad y de conciliación familiar que contempla nuestras leyes y el sistema en el que vivimos ha sido un choque de realidad duro. Cierto es que algunas existen, pero son las mínimas si entendemos que vivimos en  un país europeo dentro del marco de legislación europeo que contempla estas medidas mínimas,  pero pensar que son suficientes es un error si nos comparamos con otros países de nuestro alrededor. Las diferencias son evidentes. Por poner un ejemplo, hablaré de los permisos de lactancia vinculado a las medidas por maternidad.  Y aquí emplazo a releer el artículo en el que hago referencia a este asunto. 

“Un sistema que obliga a las mujeres a adoptar comportamientos masculinos con respecto a la crianza de los hijos si no quieren sacrificar su carrera profesional. 

Un sistema donde todo está orquestado para volver rápidamente a la vida de antes de ser mamá. Un sistema que en España te ofrece las insultantes 16 semanas para poder tener dedicación exclusiva hacia tu bebé, un sistema que premia a las mamás que vuelven cuanto antes a sus trabajos. Un sistema que mira más hacia los números y las consecuencias económicas de la maternidad que a la parte natural, humana y emocional del proceso.

En definitiva un sistema que castiga con la no cotización a la seguridad social y la retirada de ayudas de cualquier tipo a las mujeres que deciden pedirse un tiempo determinado en sus trabajos para dedicarse al cuidado de sus bebés y deciden retrasar su vuelta al trabajo.”

Esto sin entrar en profundidad en las indicaciones de la OMS, que tenemos en cuenta cuando nos interesa, sobre la lactancia:  

“Mientras no se sigan las indicaciones de la Organización Mundial de Salud (que recomiendan un mínimo de 6 meses de lactancia exclusiva a demanda)  y se amplíe las bajas maternales a los 6 meses, se seguirán perdiendo lactancias que se inicien y aumentarán las  tasas de abandono a los 3 meses.”

Un año de amor

Recuerdo cuando cumplió un año, lo que sentí y cómo me sentía. En aquel entonces escribía y sentía lo mismo que escribo y siento ahora. Entonces decía:

“Hace un año que soy mamá. Y cuando pienso en este amor y pienso en las madres que han de renunciar a él, me muero. Y cuando pienso en esos bebés que se quedan sin ese amor, me muero también. A veces muero de amor, a veces muero de pena”

“Y es que hace sólo un año que convivo con estos nuevos sentimientos, estas nuevas sensaciones, pasiones, miedos, vértigos… Esta nueva persona, mi hija, que un día nació y transformó mi vida y mi posición en este mundo de manera radical. Nunca hubiera imaginado este amor. Vuelvo a morir de amor. Y observo a mi pequeña, alegre, sonriente, feliz, tranquila , hermosa… y vuelvo  morir de amor”. 

Dos años de amor

Y pasó otro año. Mi hija cumplió dos años y volví a sentarme a escribir. Y volvía a sentir lo mismo que siento hoy cuando pienso en las niñas y los niños que no reciben besos y abrazos infinitos como los que yo recibí cuando fui pequeña y los que recibe la mia. Eso es haber nacido entre algodones y ser una afortunada .

“Hoy mi niña cumple dos años. Dos años llenos de amor. Dos años llenos de vida. Dos años donde no ha podido recibir más y mejor amor. Cuando la beso, la abrazo, la acaricio y la cuido inevitablemente pienso en los niños y niñas que lloran de noche y nadie les acuna. Niños y niñas que nadie besa, que nadie abraza, que nadie les cuenta un cuento o les acompaña cuando van a dormir, que nadie les prepara la comida y comen solos, que no tienen consuelo cuando caen malitos, que sobreviven solos y que, en definitiva, respiran el abandono al que están sometidos tengan o no tengan familia detrás de ellos.”

Y cumplió tres años… y más de los mismo.  

Tres años de amor

“Tres velas que representan tres años. Tres años que han volado. Tres años que he soñado. Tres años donde mi vida ha cambiado radicalmente. Tres años que no han sido fáciles pero que me han hecho muy feliz. 

Ahora cuento los años en función de mi hija, cuento mi vida en función de ella. Su vida son mis referencias para colocarme y ubicarme en este mundo. Hoy todo está orquestado en mi vida alrededor de ella, en su presente y en su futuro. Y es ella la que sin saberlo me da fuerzas para luchar por la vida que quiero para mí pero, sobre todo, para ella.

Quiero una vida tranquila, relajada, sana y con los valores con los que me identifico.”

Un deseo que sigo sin conseguir un año después. Esta semana mi niña Leo-Khadija ha cumplido cuatro años y, con su permiso, para seguir con la tradición, hoy escribo de estos cuatro años de amor. 

La semana  que viene… más! 

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