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De UV a Compromís: la maldición del valencianismo en Madrid

4/01/2020 - 

VALÈNCIA. Este jueves se hizo público el acuerdo alcanzado entre Compromís y PSOE para que Joan Baldoví, el único diputado de la coalición valencianista en el Congreso, apoye al socialista Pedro Sánchez en el pleno de investidura que comienza este sábado. 

El respaldo de esta fuerza política, tal y como informó Valencia Plaza, se debe al acuerdo alcanzado para que el gobierno de coalición armado entre PSOE y Unidas Podemos aborde, entre otras cuestiones, una propuesta de reforma de la financiación autonómica en un máximo de ocho meses y, posteriormente, culmine la remodelación del sistema -caducado desde 2014 y que perjudica a los valencianos- antes de que concluya la legislatura.

Un botín que algunos podrían considerar menor pero que, de concretarse, sería el mayor logro de un partido de corte regionalista o nacionalista valenciano desde que regresó la democracia. Y es que los dos únicos partidos con principio y fin en la Comunitat que han pisado el Congreso nunca se han visto favorecidos por la aritmética para influir en Madrid.

Un hecho al que tampoco ayuda el peso de la propia Comunitat Valenciana en el conjunto de España dado que es más fácil satisfacer a formaciones de estas características pertenecientes a territorios con menor peso poblacional, dado que pueden ser contentados por el Gobierno central con menor inversión o medidas que una comunidad autónoma de mayor envergadura.

No obstante, ni siquiera puede decirse que las dos formaciones que han pisado el Congreso -Unió Valenciana (UV) y Compromís- hayan estado demasiado cerca de lograr sus objetivos en duras negociaciones. En la mayoría de las ocasiones la aritmética les ha pasado de largo.

Echando un vistazo atrás, UV conseguía en 1986 entrar en la Cámara Baja con un representante, Miguel Ramón Izquierdo. Sin embargo, todavía eran los tiempos de mayorías absolutas del PSOE de Felipe González, quien conseguía en aquella cita 184 escaños por lo que el diputado valenciano -que votó en contra- no le era necesario.

González Lizondo en el Congreso en 1993. Foto: CONGRESO

Una tónica que prosiguió en los años venideros. Tres años después, UV cosechaba su mejor resultado (dos escaños) con Vicente González Lizondo a la cabeza. Sin embargo, el adelanto electoral impulsado por los socialistas les servía para situarse en el ecuador de la mayoría absoluta (175 diputados) con lo que tampoco le hacían falta -ni los habrían buscado por la oferta de otras formaciones ideológicamente más próximas- los escaños de los regionalistas valencianos.

En el 93 UV siguió teniendo representación aunque siguió fuera de juego. En esta ocasión bajó un representante, quedándose solo en el Congreso González Lizondo. Fue un mal resultado para los socialistas, con 159 representantes, pero supieron granjearse el apoyo de CiU (17 diputados) y PNV (5), además de la abstención del Partido Aragonés Regionalista (PAR). De nuevo los valencianos no contaban.

Tres años después, en 1996, UV conseguía por última vez escaño como formación propia en la Cámara Baja con José María Chiquillo (quien terminaría en el PP) como cabeza de cartel. En esta ocasión, fueron los populares de José María Aznar los que se hicieron con el poder (156 diputados)  al lograr el respaldo de CiU (16 escaños), PNV (5) y Coalición Canaria (4). El representante valencianista se abstuvo aunque su concurso era irrelevante por los 181 diputados que sumaba la mencionada alianza.

José María Chiquillo fue diputado con UV y después con el PP. Foto: EVA MÁÑEZ

A partir de ese año, el valencianismo político desapareció del tablero nacional hasta la irrupción en 2012 de Compromís, que pisó la moqueta del Congreso con Joan Baldoví. Ahora bien, solo pudo hacerlo para contemplar la mayoría absoluta del PP de Mariano Rajoy (186 diputados) y votar en contra de su investidura.

Más juego dieron las convocatorias de 2015 y 2016. En la primera, Compromís logró cuatro escaños propios aliado con Podemos: Rajoy rechazó atreverse a la investidura y el socialista Pedro Sánchez buscó una investidura pactando con Ciudadanos que provocó el rechazo frontal de los partidos progresistas, lo que terminó con una nueva cita en las urnas.

Rajoy junto a Baldoví en el Congreso. Foto: EFE

El PP, que había logrado 123 escaños antes, se elevó a los 137, mientras la coalición valencianista repitió sus resultados. Es en este momento donde tal vez Compromís podría haber manejado sus cuatro apoyos de forma más estratégica: bien es cierto que no eran suficientes para sacar a Rajoy del atolladero (perdió dos veces la votación de investidura por diez de diferencia) pero podía facilitado puentes de cara a los siguientes presupuestos, toda vez que al final fue el PSOE quien se abstuvo e hizo presidente al dirigente popular. O lo que es lo mismo, aunque en la coalición valencianista siempre han insistido en que el PP nunca les llamó para negociar, no existía voluntad política tampoco por su parte.

Esta línea es la que siguieron posteriormente en la moción de censura de Pedro Sánchez sobre Rajoy  en junio de 2018. Compromís puso a sus cuatro diputados al servicio del socialista sin nada a cambio y con el candidato del PSOE afirmando en la trona del Congreso que no podría acometer la reforma del sistema de financiación en ese momento aunque se convirtiera en presidente.

Baldoví junto a Sánchez. Foto: EFE

Una tónica que cambió en julio de 2019, tras la penúltima cita electoral. La falta de sintonía entre PSOE y Unidas Podemos hizo que el único diputado de Compromís -Baldoví de nuevo- tras concurrir sin alianza, se abstuviera al igual que los de Pablo Iglesias ante la negativa de Sánchez de formar un gobierno de coalición. Unos hechos ahora superados en la siguiente cita electoral y la inminente investidura de este fin de semana que, de concretarse, sí viene con determinadas promesas adjuntas de la agenda valenciana.

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