“Yo digo que esto es la tercera guerra mundial y nos ha tocado ser soldados en primera fila”, declaraba Meritxell Cascan, enfermera de Urgencias en el Clínic de Barcelona, centro de referencia para la detección del coronavirus. También el presidente Pedro Sánchez nos arengaba recientemente afirmando que “en la guerra al virus, jamás nos doblegaremos, resistiremos, venceremos”. Y más recientemente, hasta el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Miguel Ángel Villarroya, nos consideró “soldados” a todos los ciudadanos.
Y es que en la actual situación de pandemia provocada por el COVID 19, ha resurgido el lenguaje bélico en todos los ámbitos. Y si “el lenguaje es el vestido del pensamiento”, como decía Samuel Johnson, parece conveniente que ahondemos en las estrategias victoriosas propias de la guerra. Un conflicto bélico, según su contexto, es analizable desde diferentes perspectivas, por separado, o incluso combinándolas todas; así podemos hablar de guerra defensiva, de guerra ofensiva, de guerra sucia… En este momento, desde el gobierno se hace hincapié en que todos estamos afectados directa o indirectamente, y por tanto, se nos pide colaboración y “disciplina social”. Podríamos hablar de que estamos librando una guerra en equipo. Perfectamente compatible con el hashtag #juntosloconseguiremos promovido desde el Ministerio de Sanidad.
Claro que gestionar un grupo de más de 46 millones de individuos, y además españoles, es realmente complejo. El experto en estrategia Robert Greene nos recuerda que podemos ser capaces de inventar estrategias imbatibles, pero si el grupo que diriges y del que dependes para ejecutar tus planes es irresponsable, y si sus miembros anteponen sus intereses personales, tus ideas no servirán de nada. Porque el éxito en la contienda descansa en incorporar velocidad y movilidad a la estructura del ejército.
Esto nos plantea el primer problema: el liderazgo en el grupo. Y digo grupo, porque para ser un equipo se necesita, entre otras cosas, que los miembros del grupo estén cohesionados y sean auto-responsables. Factores que, al menos, deberían ser predicables del órgano directivo en esta lucha; en nuestro caso, el Consejo de Ministros.
Ya Nietzsche escribió: “la locura es la excepción en los individuos, pero la regla en los grupos”. La prueba del algodón de un equipo pasa por responder a algunas preguntas básicas: ¿Es un equipo que acaba de empezar, o que está en su madurez? ¿Los papeles están bien repartidos? ¿Se orienta el equipo hacia el logro de intereses personales o partidistas, o a la consecución de logros de interés común? ¿Hay unidad de acción, o vacilación y confusión?
Volviendo a Greene, este nos resume las claves para ganar una guerra en equipo:
Concluyendo, podríamos decir que ante un reto, los grupos pueden comportarse de tres formas: una, fracasando, porque las fricciones entre sus miembros resultan insuperables; dos, mejorando el resultado individual de sus miembros por separado; tres, excediendo las expectativas, porque las sinergias que generan la cohesión, la participación y el compromiso de sus miembros son imbatibles. La teoría es clara, la práctica depende de nosotros. #Juntosloconseguiremos.