“Dice que no habrá referéndum. También dijo que nunca habría indultos. Denos tiempo”. Así le ha respondido, más bien espetado, entre la burla y la altanería, Gabriel Rufián a Pedro Sánchez. Con mofa arrogante, menosprecio insolente y un desdén envalentonado (está claro por qué), dirigido, en la sede de la soberanía nacional, al Presidente del Gobierno de España.
¿Y qué es lo peor? Pues que a quien ha creído la gente es a Rufián. Porque si hay algo ya contrastado es que Sánchez se desmiente continuamente a sí mismo. Sin descanso ni rubor. Dejándose en el camino la credibilidad y, con ello, la del país que representa.
Porque todos recordamos su “no dormiría tranquilo, como el 95% de los ciudadanos españoles, con Podemos en el Gobierno”: le bastaron 48 horas tras las elecciones para desdecirse. O aquél “con Bildu no vamos pactar, negociar o reunirnos, ni siquiera para decirles que no; si quiere se lo digo 20 veces”.
También declaraciones que escuecen especialmente en nuestra Comunitat, como “Valencia tendrá la financiación que se merece con el PSOE”. O cómo en noviembre de 2017 exigió al Gobierno, naturalmente porque no lo presidía él, que presentara la propuesta de nuevo modelo, “no solo de financiación autonómica sino también local”, dentro de ese mismo año, es decir, a mes vista. Y ahora, años después, aún no está en su agenda.
Por no hablar de la “imposible” rebaja del IVA de las mascarillas o de la luz, porque decían (y de nuevo mentían) que lo prohibía Europa, cuando se había aplicado ya en numerosos países de la UE. O del juego con algo tan serio como las pensiones de los ‘baby boomers’, más de 11 millones de españoles, a los que ahora se les dice que no se preocupen, pero que han quedado, con razón, preocupados.
Porque en algo tiene razón Rufián-ERC: Sánchez no es de fiar. Cambia de criterio a demanda de sus intereses, sin siquiera justificarlo.
Se comprometió en campaña electoral a que no habría indultos y los ha habido. Y no como resultado de una sólida negociación, tras la que los penalmente condenados hayan abjurado de volver a hacerlo, sino de entrada y a cambio de nada.
Y además liberándoles también de las responsabilidades económicas por la malversación millonaria de caudales públicos. Y consintiendo una “mesa bilateral”, al margen de la Conferencia de Presidentes, pretendiéndonos convencer, ingenuamente, que con el riego de fondos de los Presupuestos Generales españoles, van a hacer cambiar de opinión a quienes tienen el confeso objetivo de dejar de serlo.
Ello, junto a una acelerada reforma “ad hoc” del Código Penal, para rebajar aún más las penas. Obviando, por cierto, que hay Estados como Francia o la tan federal Alemania, donde la rebelión (que era el delito que en 2018 el propio Sánchez calificó que se había cometido “clarísimamente”) puede llegar a sancionarse con pena de prisión permanente revisable.
Por lo demás, en cuanto al referéndum, han bastado pocos días para que, tras negarlo solemnemente, la factoría Sanchez empiece a admitirlo, añadiendo -de momento, claro- que sería “no vinculante”. Como, aunque fuera así, eso no tuviera luego consecuencias. Basta recordar el de su Estatut, en el que, a pesar de que no tuvo interés por votar más que un tercio de los catalanes, ahora se vende como el origen de todos los males y el principio de sus exigencias. O el del Brexit…
Hay algo que inquieta -y mucho- de Sánchez: no saber adonde va y, por tanto, dónde nos está llevando. Y, especialmente, lo que supondría para la Comunidad Valenciana.
Porque hay preguntar al PSPV de Puig, siempre tan colega con el ‘eje’ catalano-balear, y a los ‘soberanistas’ de Compromís, según se definen ya abiertamente tras el reciente Congreso-restyling del Bloc, algo que requiere una respuesta sencilla: si como quieren los independentistas, y dice Rufián que conseguirán con Sanchez, se produce un referéndum pro autodeterminación y Cataluña consigue andar por esa senda, ¿en cuál de las dos ‘Naciones’ querrían -de verdad- ubicarnos a los valencianos?
Porque hay que prever los escenarios a que conducen las posiciones y contar la verdad. Y no se escuden en que la federación de territorios es inconstitucional, que lo es, porque más lo es la independencia de España y aquí estamos.
Y si no, denles tiempo, denles. O mejor, no. Y menos, ocasión.