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me queda la palabra / OPINIÓN

Despedida y cierre

Foto: KIKE TABERNER
19/07/2021 - 

Si bien es cierto que el cambio del año natural se produce a final de diciembre, no lo es menos que el cierre de los cursos, ya sea educativo, empresarial, político o vital, se produce con la llegada del periodo estival.

Este parón vacacional suele ser el momento idóneo para echar la vista atrás, reflexionar sobre lo vivido, analizar las perspectivas de los próximos meses y, como no, coger fuerzas para lo que se avecina durante el siguiente periodo otoñal.

El indiscutible protagonista del curso, lamentablemente, ha seguido siendo la pandemia. Volvimos del verano de 2020 con los índices de contagio en aumento, por otro lado lógico si tenemos en cuenta que veníamos del confinamiento total y con la noticia esperanzadora de que la vacuna estaría a finales de diciembre de ese mismo año.

La pandemia se pudo contener con relativa normalidad (si esa palabra es de aplicación en este contexto) hasta que llegaron los terribles meses de enero y febrero. En ese momento, con las comidas y cenas familiares de Navidad como motor de propagación del virus nos encontramos con una tercera ola que sacudía inmisericordemente a la Comunitat Valenciana.

Foto: Foto: ÁLEX CÁMARA/EP

Ante esta situación, el president Puig decidió asumir unas medidas restrictivas contundentes que, con la concienciación y responsabilidad de la ciudadanía valenciana, nos mantuvieron durante varios meses consecutivos como una de las regiones del mundo con menor índice de contagios.

Paralelamente, la llegada de la ansiada vacuna (con guerra comercial incluida) dibujaba un horizonte de esperanza que se ha confirmado con el modélico proceso de vacunación masiva. Una compleja organización, nunca antes ensayada, que nos permitirá llegar a los objetivos de vacunación marcados por el Gobierno de España.

En el plano político, las cosas han cambiado bien poco. Un Gobierno que afronta la pandemia con voluntad de salir de esta crisis con una sociedad cohesionada. Para ello ha ejecutado medidas radicalmente distintas a las realizadas por el gobierno popular de Rajoy en la crisis financiera de la pasada década.

Si en aquel momento la receta neoliberal se basaba en la tergiversada palabra “austeridad”, ahora el Gobierno de Pedro Sánchez ha llevado a cabo medidas de carácter keynesiano con la intención de que la crisis no la paguen los de siempre. Conviene no olvidar que la Gran Crisis provocó un incremento nunca antes conocido de personas que vieron crecer su riqueza de manera exponencial (sintomático fue el crecimiento de las ventas de productos de lujo), mientras que amplias capas de la población caían en situaciones de pobreza estructural.

Ahora, los gobiernos progresistas de Pedro Sánchez y Ximo Puig han optado por otro tipo de medidas orientadas al fortalecimiento de un estado del bienestar debilitado durante las privatizaciones de los gobiernos populares. Ampliar el personal sanitario, incrementar el profesorado de primaria y secundaria, aumentar las personas que prestan servicios de dependencia son una clara muestra de esta voluntad por lo público. Asimismo, las ayudas directas a los sectores afectados por las restricciones (especialmente en el sector turístico y hostelero) han permitido evitar el cierre de negocios rentables económicamente. Conviene recordar también las transferencias directas a los trabajadores, ya sea a través de los ERTES o de los complementos a los mismos realizados por la Generalitat Valenciana.

 Foto: EDUARDO MANZANA

Y todo este titánico trabajo de lucha contra la pandemia se ha realizado desde la más absoluta soledad gubernamental. Con una oposición echada al monte. Con un Casado obsesionado con la idea de entrar en la Moncloa a lomos de la crispación y del cuanto peor, mejor. Crispación que se traduce en negociaciones en contra de los intereses de España, ya sea alineándose con los países frugales en el acuerdo de los fondos covid europeos (16.000 millones en el caso español), posicionándose con Marruecos en la crisis migratoria del pasado mes o apoyando implícitamente las medidas homófobas de Orban ante la sanción de la Unión Europea.

En esta línea, un PP que se ha entregado definitivamente a los brazos de la extrema derecha, al advertir que su única posibilidad de gobernar depende del apoyo de los movimientos iliberales que pretenden socavar los pilares democráticos de nuestro país. Movimiento populistas organizados a nivel mundial y que tienen su representación patria en el partido de Abascal.

 Como decía, ahora es momento de reflexionar sobre lo vivido, coger fuerzas y encarar las perspectivas de los próximos meses con ánimos renovados. Son estas líneas las propicias para despedirse de los lectores que han tenido a bien dedicar una parte de su tiempo a leer estos artículos. Es el momento de despedirse, echar el cierre y desear a los lectores un feliz verano. Para quien pueda, y le dejen, les deseo que ejerciten el derecho universal a “il dolce far niente”. Feliz verano.

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