EL INVERSOR ESTÁ DESNUDO / OPINIÓN

¿Destruyen los nietos las empresas?

2/06/2021 - 

VALÈNCIA. En general los refranes, citas, máximas, proverbios, aforismos y todas las frases que atraviesan el tiempo y encapsulan una lección de vida me parecen muy valiosas. Es verdad que algunas son de atribución dudosa:

En esta columna nos centraremos en un dicho empresarial que seguramente han oído mil veces: 'El abuelo la construye, el padre la disfruta y el nieto la destruye'. El mensaje que hay detrás es que el fundador se esfuerza muchísimo, pero los que vienen después se van acomodando. ¿Qué hay de cierto en ello? ¿Destruyen los nietos las empresas?

Hay dos formas de abordar esto. La primera es la referencia anecdótica, basada en nuestras experiencias personales. Mi opinión es que ayudan a dar color a los datos, pero no son suficientes para comprender una situación.

Esto ocurre mucho cuando se habla de si el tabaco acorta la vida o no. Casi siempre hay quien dice algo como "pues mi abuelo fumaba un cartón al día y vivió hasta los 180 años". Cuando oímos algo así, no hay que correr a sacar conclusiones. Lo que ocurre es que no se entendió bien el concepto de media, que no significa que todos los fumadores vivan menos que todos los no fumadores:

La otra es acudir a los datos de origen, que nos permite tener una imagen más completa sobre la que sacar conclusiones. Vamos a ello.

Lo primero sería preguntarse cuántas empresas llegan a manos de los nietos. Los datos dicen que pocas: Según el Instituto de la Empresa Familiar, el 70% no llega a la segunda generación. Y a tercera, sólo llega el 15%. Según Familiar Business Knowledge (analizando 3800 familias), sólo llega el 11,8%. Fuentes distintas, datos similares. ¿Qué pasó con el 85% que se quedó por el camino, en el mejor de los casos? Una cosa es segura, no podemos echar la culpa a los nietos. Lo que hay que comprender es que las empresas viven en un entorno cambiante, por eso su enemigo principal es el estancamiento.

Así, a medida que pasa el tiempo aumenta la probabilidad de que llegue un cambio al que la empresa no se adapte con éxito, cerrando la persiana para siempre. En otras palabras: cada generación tiene más difícil que la empresa original sobreviva sin atravesar cambios profundos. Sin embargo, los datos también apuntan a un dato curioso: La media de edad de las empresas familiares es superior a la de las no familiares: 33 años por 12 años, de acuerdo con el estudio 'La empresa familiar en España', del IEF. Dicho de otra forma: Bien realizado, hay una ventaja real en el traspaso generacional.

¿Cuáles son los peligros del traspaso generacional?

Ya hemos visto que traspasar bien, paga. Es un proceso que hay que abordar mientras se gestionan las incertidumbres del día a día y, aunque no es fácil, merece la pena. Pero tiene varios peligros que hay que saber gestionar. El principal peligro lo advertía el refrán original: el éxito puede llevar a una excesiva comodidad, unos sentidos apagados y una falsa sensación de confianza. Esto es una sentencia de muerte.

La confianza infundada genera un entorno poco profesional, en el que los familiares no están bien preparados pero creen que sí. Esto hace casi imposible atraer o retener talento para la compañía (ya sea para dirigirla o para formar parte de ella). La marca que identifica este peligro es la ausencia de un protocolo familiar con un relevo planificado, muchas veces ni un simple pacto de familia. Los familiares no ven la necesidad, porque se han acostumbrado a su forma de hacer las cosas.


Otra tipología de problemas tiene que ver con la ambición: las familias crecen exponencialmente en miembros, pero rara vez en valor. Si se genera una pugna por el control, puede provocarse todo un Juego de Tronos shakesperiano que no suele llevar a nada bueno.

Y la última tipología (y la más habitual) es la falta de visión compartida, que deja el día a día en manos de la inercia económica y el volante suelto, sin problemas hasta que llegue la primera curva.

¿Qué recomendamos para una transición exitosa?

El modelo más útil que tenemos para entender el funcionamiento de la naturaleza nos lo ofreció Darwin: Se generan variaciones aleatorias (colores, alas, picos, aletas) y se ponen a prueba en el entorno, quedando sólo las mejor adaptadas. En la empresa ocurre lo mismo. La transición ha de servir para renovar. Y para que la renovación tenga éxito, la generación de nuevas ideas ha de apoyarse en las prácticas que han resistido el paso del tiempo. Conservar lo bueno, permitir la experimentación, repetir.

Por eso hay que evitar hacer las cosas de improviso: el primer paso es la convivencia, la herencia de buenas prácticas. Después, generar un entorno seguro para explorar ideas nuevas. Finalmente, abrir la mano para dejar que la transición se complete con éxito.

En nuestra experiencia, es inevitable que una transición bien organizada genere otro efecto muy beneficioso: la pertenencia. Es la sensación de ser parte de una cadena que no acaba en uno mismo, y que nos conecta con nuestra familia y con los cambios sociales a través del mercado.

Alejandro Martínez es socio director de inversiones y cofundador de EFE & ENE Multifamily Office

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