[El siguiente párrafo contiene spoilers] La guerra de los mundos es la adaptación literaria más famosa de la historia de la radio, mientras que Celebración es la adaptación radiofónica más famosa de la historia del cine contemporáneo. Con 60 años de distancia, Thomas Vinterberg bebió de un bulo radiofónico para abrumarnos con una escena imborrable: en la cena y celebración del 60 aniversario de un empresario tan rico como reputado, uno de sus hijos levanta su copa y revela frente a familiares y amigos cómo su padre, ese prohombre sin mácula, abusó sexualmente de él y de su hermana desde la infancia. La película no está disponible en ninguna plataforma porque a Amazon, Netflix o Disney no les hace falta comprar ‘el cine’ para poseerlo.
[Y sigue sin spoilers] Celebración vino a mi cabeza a partir de las notas de prensa y crónicas en caliente sobre la conferencia inaugural del Mobile World Congress de Barcelona. Frente al auténtico Club Bilderberg de nuestro tiempo, con traje, corbata y colgante plastificado para acceder a Feria Barcelona, el historiador Yuval Noah Harari y el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga conversaron sobre cómo internet, la inteligencia artificial y la tecnocracia podrían acabar con la humanidad tal y como la conocemos. En sentido más que figurado, no pude evitar que mi cabeza volara hasta aquella escena fundacional del cine Dogma95. En el guion de Mogens Rukov y el propio Vinterberg, la opulencia y clasismo de aquella cena burguesa salta por los aires sin eufemismos: “nos violaba”. En el ¿debate? moderado por la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas, estaba presente Felipe VI de España y una corte de ejecutivos y ejecutivas que se toparon con el pensamiento crítico del ensayista Harari, autor de los imprescindibles Homo Deus y Homo Sapiens…A saber:
“Si un gobierno usa la tecnología para vigilar y controlar a sus ciudadanos estará abriendo la puerta a las dictaduras digitales”. ¿O cómo ha sido eso de que algunos países han despertado de la pesadilla de la Covid-19 a cambio de la vigilancia total?
“Cuando alguien recopila mis datos eso debería servir para ayudarme, no para utilizarme”. ¿O son las cookies una innovación al servicio del bien común y no una herramienta comercial sofisticable?
“Cualquier tecnología se puede utilizar para propósitos distintos, para crear dictaduras o para sociedades liberales". ¿O son los chips bajo la piel un avance en la salud pública o una oportunidad para el control social?
“La Inteligencia Artificial (IA) y el big data cambiarán el mundo mucho más rápido que la propia biotecnología. Nadie tiene una idea clara de cómo serán las relaciones humanas, pero la inteligencia artificial cambiará nuestra cultura y el poder en los próximos 20 años”.
“La gestión de los datos personales no se puede concentrar; los datos en pocas manos…, eso es una carretera hacia las dictadura”.
Y, por concluir con alguna de la0s intervenciones de Harari, “si hay más vigilancia sobre la gente, también tiene que haberla sobre políticos y corporaciones, la vigilancia tiene que tener dos direcciones; si la vigilancia solo va de arriba a abajo, vamos directos a una dictadura”.
Pero (casi) todos estos entrecomillados son supuestos mediáticos, recogidos a partir de las crónicas de EFE, El Periódico, Europa Press y El Español. Pese a que esta charla inaugural está sufragada con dinero público (impulsada por Digital Future Society, ente creado por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital del gobierno de España y Mobile World Capital Barcelona), no se puede acceder a ella. Tan solo hay unos pocos vídeos que, curiosamente, recogen más opiniones de un Arsuaga menos catastrofista. Las alocuciones de Harari, videoconectado y proyectado, rememoraban a la “telepantalla” del otro referente literario presente en su discurso, 1984, y desde ese extraño trono virtual, rodeado de libros como cualquier otro zoomer pandémico, el historiador hebreo acabó proyectando la sospecha de una duda en la que nos conviene empezar a pensar: la Guerra Fría tecnológica entre Estados Unidos y China.
“La mayor parte del mundo se está convirtiendo en colonias de datos. Esos datos fluyen hacia ahí [Estados Unidos y China], donde se desarrolla la IA de control social más sofisticada y eso es extremadamente peligroso”. Más allá de las idas y venidas durante la charla sobre temas clave (transhumanismo y modificación genética, ciborgs, IA ocupando cada objeto e institución pública que nos rodea, la ciencia como dios imperfecto y frustrante…), Harari apeló a una tercera vía, a la salvación geoestratégica frente a esta peligrosa acumulación de datos: Europa. Tal y como escribió Carles Planas Bou para El Periódico al acabar el encuentro: “en el choque entre esos dos modelos —el capitalismo de vigilancia y el autoritarismo digital—, Harari ve la Unión Europea como una tercera vía necesaria para desarrollar un “papel central; hacia un modelo más ético y humanista”.
De vuelta al paralelismo con Celebración, hayan visto o no la peli (deben), la solución no tiene que ver con el discurso de la violación, sino con las reacciones posteriores de los invitados e invitadas. En la escena que nos atañe, la del Mobile World Congress, la incógnita no tiene que ver con aquello sobre lo que conversaron Harari y Arsuaga, sino con la reacción de quien estaba presente escuchando: las principales compañías tecnológicas asiáticas, estadounidenses y europeas. Con el Rey de España como ejemplo de la lista de invitados presentes ante este mal trago para muchos, este discurso crítico e incómodo con el totalitarismo tecnológico, ¿cuál es nuestra reacción a partir de la lectura de sus crónicas? ¿Cómo interpretamos esta partida de ajedrez en la que nos toca ser peones, gregarios o revolucionarios?
Celebro –precisamente– que un Ministerio acabe provocando esta incomodidad como introducción a una feria destinada a exhibir la supremacía tecnológica. Que suceda en Barcelona es una pista del terreno neutral desde el que contemplamos esa Guerra Fría que se aviene. ¿Pero hasta dónde nos vemos como el Winston Smith de esta historia y hasta dónde la dominación científica ya nos aboca a una decisión binaria? ¿Pastilla roja, pastilla azul o Europa? Morfeo, utopía o distopía, habrá que enrocarse en estas pequeñas escenas de incomodidad frente a los bandos. Y, si no es tanto pedir, que esta charla sufragada con recursos públicos sea accesible. Al fin y al cabo, lo aquí publicado podría esfumarse ante la falta empírica de pruebas. En solfa a falta de datos, entre tantos –ruido– que nos rodean.