Dicen que cuando tienes hijos e hijas, la vida la cuentas en función de sus cumpleaños. Mañana mi hija cumple 3 años y hoy hago balance de estos tres años. Tengo la sensación de haber volado y soñado... Todavía no doy crédito de estar soplando tres velas ya
Tres velas que representan tres años. Tres años que han volado. Tres años que he soñado. Tres años donde mi vida ha cambiado radicalmente. Tres años que no han sido fáciles pero que me han hecho muy feliz. Tres años donde he vivido mucho amor y mucho sufrimiento. Tres años intensos. Tres años vividos entre Kenya y España. Tres años ya desde que soy mamá. Tres años volcada en mi vida personal: en mi hija Leo-Khadija.
Ahora cuento los años en función de mi hija, cuento mi vida en función de ella. Su vida son mis referencias para colocarme y ubicarme en este mundo. Hoy todo está orquestado en mi vida alrededor de ella, en su presente y en su futuro. Y es ella la que sin saberlo me da fuerzas para luchar por la vida que quiero para mí pero, sobre todo, para ella.
Quiero una vida tranquila, relajada, sana y con los valores con los que me identifico. Y por esta vida lucho cada día y me enfrento a mis miedos. Una vida que tiene muchos pilares pero uno central desde donde construyo y levanto todo lo demás: la escuela Twashukuru Eco- School. Esta escuela cambió mi vida para siempre. Y yo no lo sabía cuando la descubrí. Nunca estaré más agradecida a ese día y ese momento.
Hoy día la escuela ha crecido, como mi hija. Es más grande y más independiente, como mi hija. Es una escuela que representa mucho más que una escuela, esta escuela representa un estilo de vida y una filosofía ante la vida. Es un hogar para los niños y niñas que viene a estudiar pero es un hogar y una familia también para quienes formamos parte de ella de alguna manera. Esta es la escuela que quiero para mi hija, esta es la vida que quiero ahora para ella y estos son los cimientos que quiero le marquen sus primeros años de su vida.
Una vida, una escuela y un hogar donde la veo feliz, libre y en contacto constante con la naturaleza. Una vida con valores sanos y con los que me identifico .
En estos tres años no puedo dejar de comparar la evolución de mi hija, la de la escuela Twashukuru y la de la ong de One Day Yes. Nacieron juntas, siguen creciendo a la vez, se hacen mayores. Van cumpliendo años. Mañana Didda cumple tres años.
Mi hija se llama Leo-Khadija, un nombre que responde a sus dos culturas y a sus dos vidas. Leo, su nombre occidental, por mi horóscopo y la fuerza del símbolo, y Khadija, el oriental, en memoria de su abuela keniana que falleció cuando ella iba a nacer. Aunque en España empezamos a llamarla Leo, aquí en Kenia es Didda y ella se reconoce ya como Didda (diminutivo de Khadija) aunque responde a los dos nombres.
Ella Responde sin hablar, aún no habla. Dicen que los niños y niñas con más de un idioma empiezan más tarde a hablar. Ella está lidiando con tres: swahili, inglés y español... Por eso ha decidido crear su propio idioma. Y en esas esta. Se comunica perfectamente porque es expresiva hasta decir basta pero no habla. Una expresividad con la que se defiende y que ayuda a la claridad en su discurso.
Ya no es un bebé. Es una niña. Una niña llena de vida. Una niña que cabalga entre dos mundos. Una niña que tendrá sus conflictos y sus incertidumbres por tener progenitores de mundos tan diferentes, pero una niña que aprenderá a vivir entre dos realidades tan distantes que le enriquecerán como persona. Eso espero. Porque no solo las realidades son diferentes por el lugar físico donde viven sus padres, su padre en la isla de Lamu y su madre en Valencia.Las realidades que ella vive con solo tres años también son muy diferentes por el simple hecho que sus padres entienden la vida de manera diferente.
Su papá y su mama tienen dos enfoques y perspectivas diferentes ante la vida. Se enfrentan a la vida con un background muy diferente y con aprendizajes que nada tienen que ver el uno con el otro. Una realidad que bien gestionada será positivo para ella.
Su mama ha nacido y vive entre algodones, una vida cómoda de la que escapa por una vida más comprometida; y su papá es un superviviente y un luchador con una vida llena de responsabilidades y dificultades. Los dos vienen de mundos diferentes, los dos son grandes luchadores a su manera.
Mi hija está como pez en el agua en la isla de Lamu. Parece que haya nacido aquí. Y es que ha pasado la mitad de su vida en Lamu. Con solo cinco meses ya pisó el terreno. Ya se vino a vivir a Lamu. Porteada por sus papas, venía a la escuelita, a la shamba, subía en barco, en burro, etc... Lo sonidos, los olores y los colores que hay aquí no le resultan novedosos ni diferentes como nos resultaría extraño para cualquiera de nosotros... Porque ella ha crecido con ellos y forman parte en ella, en su vida.
Yo la miro con cierta distancia y me doy cuenta que sus referentes vitales no son los mismos que los míos. Lo que para mí todavía resulta algo extraño, ella lo vive con normalidad. Lo que para mí sigue siendo "otra cultura" , para ella es "su cultura".
Cada día Didda va a la escuelita de su papá. Twashukuru Eco-School. La escuela que cambió mi vida. Siento que desde que descubrí esta vida, Lamu y la escuela vive conmigo independientemente de donde este. Ahora vuelvo a España , a Valencia , a mi vida de allí. Una vida que compaginó de manera natural y ya inconsciente con mi vida en Lamu. Porque cada mañana y cada día pienso y vivo Lamu.
Me llena de satisfacción ver que mi hija vive en este entorno y en esta realidad y que levantará su vida con unos cimientos más sólidos y fuertes que los míos. Y yo lucho para que así sea aunque a veces sea muy sacrificado y complicado.
Lucho para que este proyecto de vida, esta escuela y este estilo de vida sea lo que le rodea, le envuelva y le marque a ella en los primeros años de su infancia porque estoy convencida que con una infancia así, rodeada de tanto amor, tanta naturaleza, tantos valores humanos, tanta calma y tanta paz, su vida tendrá unos cimientos diferentes a muchos niños y niñas que crecemos en otros contextos occidentales. Su vida será más rica porque, no hay que olvidarse, que ella es de las personas afortunadas que vivirá entre aquí y allí y que tendrá lo mejor de cada lugar. No me olvido de eso y de quienes no pueden elegir. No me olvido de lo afortunada que somos de poder elegir.
Una infancia en un contexto como el que yo vivo ahora marca para siempre, consolida unos cimientos y educa a los niños y niñas en valores que en mi opinión se están perdiendo en el mundo occidental.
Tener tiempo para jugar, vivir y correr al aire libre, tener contacto real y diario con la naturaleza... Es la vida que ahora quiero para ella. Una vida sencilla. Una vida sana. Una vida con contacto de verdad con las personas. Una vida alejada de las pantallas. Una vida más humana. Ya tendremos tiempo de formar parte de esta otra vida más competitiva, menos humana y natural en algunas cosas pero con muchas más oportunidades. Ahora en su infancia, este estilo de vida es muy sano para las dos.
Una vida que compagine dos realidades y dos mundos. Dos mundos llenos de oportunidades y de valores que se complementan si se trabajan bien y si se tiene el privilegio de poder elegir. Soy de las personas convencidas en que la variedad de culturas es una riqueza absoluta y puede ser muy positiva. La convivencia entre varias culturas nos hace mejor personas. Y ella lleva esta variedad cultural en su sangre.
Por un mundo así y por una vida así y por muchos años más... ¡Feliz cumple Didda!
La semana que viene... ¡más!