Me despierto tarde arrullada por la lluvia y el viento, tras un fin de semana pasado por agua. ¿Recuerdan ustedes los huevos pasados por agua? Es uno de mis recuerdos de la infancia… Son todo un arte. Hay que dejar los minutos justos para que no cuajen como un huevo duro ni se queden cortos con una clara como babosa. La clara tiene que estar en su punto y la yema líquida. El secreto obedece a las reglas de la física o de la química -aquí me pierdo-, pero sí puedo asegurar que es pura ciencia. Tres minutos exactos. Como todo en la cocina y en la vida: tiempo y paciencia. Y cariño…
Las cosas con cariño salen mejor. No nos acostumbrarnos a dar cariño ni a ser amables. Antes que pedir, hay que sonreír, y el mundo se abre a tus pies. Es mágico. Como el huevo pasado por agua, al que acompañamos unas tiras de pan tostado y una pizca de sal, pizca que debe ser también científicamente medida por la punta de los dedos pulgar, índice y corazón. Volvemos al corazón. Y yo vuelvo a Libia, por tercera vez consecutiva. Y porque me preocupa sobremanera.
Bruselas decidió adelantar la conferencia de Berlín, prevista para finales de mes, visto el acelerado traslado de tropas de Turquía a Libia, y el desembarco de mercenarios rusos y turcomanos procedentes de Siria. Pero, sobre todo, por el intento fallido hace unos días del presidente ruso, Vladimir Putin, de lograr un alto al fuego citando en Moscú a los líderes libios en liza. El jefe del Gobierno de Unidad, Fayed el Serraj, respaldado por el Gobierno turco y Naciones Unidas, y el mariscal Jalifa Hafter, quien recibe su apoyo de Egipto, se encontraron en el territorio Kremlin. Pero no firmaron la tregua anunciada y pidieron más tiempo.
Las potencias se apresuraron a reunirse en Berlín este fin de semana y se comprometieron a poner fin a la injerencia extranjera en Libia. Rusia, Turquía, Estados Unidos, la Unión Europea y Egipto acordaron un alto el fuego permanente y un embargo de armas verificable. El interés de todos es que este país “pegadito” al Mediterráneo y, por ende, a Europea, no se convierta en una nueva Siria. Pero no nos engañemos, Hafter y El Serraj acudieron a Berlín, pero no se sentaron ni en la misma habitación. El desencuentro y la hostilidad es tan palpable que Rusia ha advertido de que habrá que vigilar el cumplimiento del alto al fuego. El acuerdo implica además del embargo de armas, el cese del traslado de tropas y mercenarios extranjeros.
El Serraj, nombrado por Naciones Unidas pero sin autoridad, no lo tiene claro y acusa a la Unión Europea de haber llegado demasiado tarde. El mariscal Hafter, el hombre fuerte en el conflicto, pide parecer a sus valedores, Egipto y Emiratos Árabes. Nos lo cuenta toda la prensa este fin de semana y yo no me canso de repetirlo. Mientras, Libia se convierte en la entrada a Europa para los millones de inmigrantes que se agolpan en el Sahel, esclavizados por las mafias, con el mar enfrente y la guerra a sus espaldas. Tiempo, paciencia y cariño… , también para el arte de la guerra.