Ese miércoles empezó todo. Diego Escriche, la mente detrás de la banda, cuenta los secretos de estos 24 meses
VALÈNCIA. Era miércoles y aunque en la sala Magazine casi siempre hay ambiente, esa noche había una expectación mucho mayor. Hacía tan solo unos meses, en agosto, Diego Escriche, que trabajaba entonces detrás de la mesa de sonido de la sala y que era conocido en la escena por tocar -entre otros grupos- en Acapvlco, decidió publicar un vídeo que hasta ahora había enseñado a unos pocos. Se trataba de Un atasco, una canción de pop rápido y letra pegadiza que entusiasmó a quien llegara a ella. El vídeo estaba grabado con una webcam y se veía simplemente a Diego cantando editado de una manera tosca. Un atasco venía con sorpresa: se estaba montando un grupo para desarrollar ese sonido y se iba a llamar La Plata.
Sin una sola pista más, se propuso un concierto de presentación del grupo. Sería el 23 de noviembre de 2016, en la sala Magazine, con Los Manises completando el tándem. Y la expectación de saber qué iba a ser ese grupo llenó de gente el garito esa noche. Y se dejó llevar. Fue una media hora de canciones de synth pop que funcionaban en el escenario y la pista de baile y traían un sonido nostálgico y carismático. 30 minutos que daban la bienvenida a un grupo que parecía destacar en la escena sin haber hecho el recorrido habitual por todas las salas de la ciudad. Faltaba que sonase Un atasco y comprobar que el público había hecho los deberes de aprendérsela y corearla.
Dos años después de este concierto, Diego Escriche, cantante y mente detrás de la banda, se sienta a hablar largo y tendido para Cultur Plaza y contar por qué La Plata ha tenido un recorrido tan brillante y vertiginoso, desvelando de paso algunos secretos de la escena y la industria musical. A la primera pregunta predecible, la primera respuesta inesperada:
-¿Hace dos años, te imaginabas llegar hasta donde habéis llegado?
-La verdad es que sí.
Y sigue la respuesta advirtiendo: “Como yo no soy músico (porque no he estudiado música, me considero más un ingeniero de sonido, un productor, un creativo…), puedo decir estas cosas, sabía cómo nos iba a ir”. Así de fácil, así de honesto. Asegura que cualquier grupo puede hacerlo, simplemente hay que saber lo que hay y estar en ciertas cosas. ¿Cuáles? Promotores, discográficas, público, underground, mainstream, festivales. “Tienes que pasar por ciertos sitios, y si lo haces, es fácil llegar hasta aquí”. Fue una opción tomada incluso antes de formar la banda, y según él, es una decisión que adoptan muchos pero que nadie admite. “Hay mucha falsa modestia”.
Con las ideas claras, Escriche se quiso rodear de gente que conocía de otros grupos y que encajaban con un perfil muy claro que él estaba buscando para el grupo, y que abarcaba tanto lo artístico como también la actitud y las ganas de trabajar. Aparecieron así Patricia Ferragud, Salvador Frasquet, Miguel J. Carmona y María Gea, y La Plata empezó a ser La Plata. Aunque Diego se encargaba de marcar las líneas maestras, el trabajo del resto de componentes de la banda no ha sido marginal ni mucho menos, y cada uno en lo suyo: mientras Escriche se dedica a cantar y componer, María Gea se encarga (junto a Ostap Yashchuk) del que se ha convertido en uno de los pilares imprescindible de su marca como ha sido diseño y la estética de la banda, o Carmona, que se encarga de la parte más gestora del día a día. Ferragud y Frasquet tienen un papel esencial a la hora de afilar las propuestas de Diego.
Encontrar una discográfica no fue tarea difícil. Ellos mandaron propuestas a algunas y otras fueron las que les buscaron a ellos, con tan solo unos meses y unos pocos conciertos a sus espaldas. Al final se decantaron por Sonido Muchacho, un sello independiente de Madrid, muy ligado a la figura de un grupo cercano a ellos: Juventud Juché. Con ellos sacaron un EP con tres canciones y nueve minutos desvelando dos canciones más y puliendo el que ya era su hit: Un atasco. Este disco pequeño era una especie de adelanto del que sería, casi un año después su disco debut, Desorden.
El LP estuvo producido por Carlos Hernández y contenía varias canciones que se habían construido más allá de las líneas maestras de Escriche. El trabajo, ahora candidato a convertirse en el Mejor Disco Español de 2018 según los Periodistas Asociados de Música, desplegaba el sonido que habían estado presentando durante el año y medio anterior, pero madurando letras sobre la soledad y el respeto, los dos temas sobre los que necesita hablar Escriche. Y no de una manera pedagógica, porque según él “no tiene nada que decir al mundo”, simplemente quiere contar algo tan político como que se mal-enseña a vivir en soledad (“yo soy una persona solitaria, aunque me encanta estar con la gente”) o que cada uno merece vivir y sentir su vida con el respeto de los demás. La compleja propuesta de Diego se amplía porque no siente la necesidad de compartirla ni enseñarla, sino que quiere vivirla para él, que la tiene muy clara, y la vive con coherencia y determinación. Hablar de él de una forma entendible es exponerse, y eso es lo último que busca. Él quiere hacer música a lo grande siendo lo suficientemente pequeño como para pasar desapercibido.
Esa vocación de desaparecer de un mapa en el que están sin quererlo así la comparte con el resto del grupo. Y eso ha resultado realmente complicado habiendo hecho más de 200 conciertos durante estos 24 meses. Salas de concierto, terrazas en pueblos, festivales pequeños, festivales gigantes… Promotores, discográficas, público, underground, mainstream, festivales.
Esta política de tocar en tantos sitios ha sido objeto de debate en el grupo, porque todos se posicionan en frente de la idea de de tomar la música para “simplemente ganar dinero”: “Nos dividimos entre estar muy en contra o ultra en contra. Hay festivales con los que nos hemos enfadado muchísimo, porque se nota cuando están hechos solo por la pasta y cuándo buscan respetar a los artistas de una manera justa”.
Han pasado dos años de aquel miércoles en la sala y Desorden, en palabras del propio Diego “está agotado”. ¿Qué es lo próximo? “Yo qué sé, no quiero meterme en esos plazos perversos de componer-girar-volver a componer”. Su futuro lo quieren dictar ellos mismos, como han estado haciendo todo este tiempo. A nivel personal, a Escriche le falta superar no sentirse juzgado por él mismo y acostumbrarse a la exposición. Mientras, se ha puesto a estudiar en los estudios Millenia y tiene ganas de producir a otras personas. A pesar de que La Plata quita tiempo, está desarrollando otros proyectos de forma paralela. Tan fácil, tan honesto. Tal vez esa sea la fórmula que les ha catapultado: saber dónde están, saber dónde quieren llegar, saber que quieren ser ellos mismos.