VALÈNCIA. S. Craig Zahler se dio a conocer con Bone Tomahawk en 2015, una película sorprendente que nos descubría a un autor con una mirada propia, capaz de utilizar toda una serie de referentes, desde el conocimiento más absoluto, para reinterpretarlos desde el prisma de una personalidad poderosa.
Tiene Zahler la capacidad de subvertir las convenciones y las fórmulas hasta el punto de convertir sus películas en mecanismos reflexivos en torno a los géneros que aborda. Bone Tomahawk era un western, también una película de terror con violencia muy explícita y una comedia negra. Con su siguiente obra, Brawl in the Cell Block 99 (2017) continúo demostrando su querencia por el cine de serie B, por el estilo setentero, la crudeza expresiva y la furia trasgresora.
Ahora regresa con Dragged Across Concrete, presentada en el pasado Festival de Venecia, para seguir expandiendo su universo a través de una buddy movie en la que vuelve a demostrar que se encuentra al margen de cualquier tipo de etiqueta.
Los personajes de S. Craig Zahler siempre se encuentran atrapados o frente algún tipo de disyuntiva vital o moral que los confronta consigo mismos. Son seres que no parecen pertenecer al mundo actual, que se encuentran anclados en el pasado y son incapaces de entender el momento que habitan.
Los protagonistas de Dragged Across Concrete son una pareja de policías que acaba de ser suspendida después de haber sido grabada agrediendo a un delincuente. Brett (estupendo Mel Gibson) está a punto de cumplir los sesenta y no ha ascendido jamás de puesto, mientras su anterior compañero de trabajo (Don Johnson) es ahora jefe gracias a su habilidad con las alianzas políticas. Su mujer sufre de esclerosis múltiple y su hija adolescente es reiteradamente acosada por los chavales del barrio marginal en el que viven. Anthony (Vinde Vaughn) no tiene más ambición que pedirle a su novia que se case con él. Es un tipo sencillo y sin aristas.
Los dos se compenetran a la perfección, están acostumbrados a una convivencia profesional armónica. Brett con sus porcentajes sobre cualquier cuestión que se les plantea y Anthony con su parsimonia a la hora de masticar chicle o comida orgánica. Los dos piensan que están infravalorados. Hacen bien su trabajo, pero eso ya no es suficiente de cara a la galería. Por eso, tras ser degradados, deciden cruzar la línea que separa la ley. Su venganza es estructural. Su misión, quedarse con el dinero de unos criminales que están planeando un golpe, entre los que se encuentra un psicópata y dos pobres tipos que aceptan el encargo para salir de la miseria de sus cochambrosas vidas.
En realidad, la trama de Dragged Across Concrete resulta de lo más esencial. Dos polis amigos y una operación en la que se verán involucrados. Aquí lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta y qué valor tienen los personajes dentro de la historia. La forma en la que el director nos acerca a ellos, a través de largas conversaciones en las que dejan a un lado la máscara de las apariencias y nos ofrecen sus pensamientos, que basculan entre el sarcasmo y la sinceridad, resulta reveladora.
Esos pequeños momentos de aparente intrascendencia son en parte los responsables de la consistencia narrativa de la película en la que se alternan los medios tiempos con aislados estallidos de una violencia extrema con toques gore. Esos instantes de quietud se encuentran cargados de significado. Son en ellos donde encontramos el ADN de la película, reivindicando de alguna forma la necesidad de saborear, sin prisas, un buen bocado, al igual que hace el personaje de Vaughn en la película. Mientras, se va cocinando de forma extremadamente precisa una tensión y angustia atmosférica que envuelve cada paso de un itinerario marcado por la fatalidad desde el inicio.
Como ocurre con todas las obras con un atisbo de radicalidad en su seno, nos encontramos con una película ante la que resulta complicado permanecer indiferente. A muchos el universo que plantea Zahler les parece sórdido y banal, así como sádica la forma en la que parece despachar al género humano (algo que podría sentirse, por ejemplo, a través del personaje que interpreta Jennifer Carpenter).
Pero a Zahler le va la aspereza en su estado más puro, sin remilgos. Aunque también hay sensibilidad y cariño a la hora de describir a sus antihéroes marcados por las lacras sociales en un momento en el que parece complicado toparse con la ambigüedad y los planteamientos políticamente incorrectos. Dragged Across Concrete se encarga de desafiar todos esos clichés ofreciendo una lección de cine esquivo y antisistema. También es una hermosa y doliente muestra policiaco crepuscular que deja sin aliento.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto