la opinión publicada / OPINIÓN

Dramedia en la izquierda española

27/07/2019 - 

VALÈNCIA. Analizar la política española te obliga a mencionar a menudo el aforismo de Karl Marx: la historia suele repetirse dos veces; la primera vez, como tragedia. La segunda, como farsa. Algo así podría decirse de la fallida investidura de Pedro Sánchez en 2016, que ostentaba el récord negativo de votos a favor (131) hasta que fue superado recientemente por el propio Pedro Sánchez (124). Sin embargo, no nos engañemos: la primera vez, la cosa también tuvo bastantes elementos grotescos y risibles, al igual que en esta ocasión el ridículo supremo cosechado por Unidas Podemos y el PSOE conlleva tintes dramáticos. 

En resumen: dramedia, ese género televisivo híbrido que nuestros políticos de izquierdas cultivan como ninguno, combinando sentido del espectáculo y talento a raudales para entretener al público con una pulsión autodestructiva que les hace perder en las negociaciones lo que ganaron en las urnas: el favor del público. 

Hay muchas cosas que decir de la doble derrota de Pedro Sánchez. La primera, que, muy claramente, el PSOE no quería un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, por muchas razones: compiten con ellos por el espacio de la izquierda (y Unidas Podemos aún no es lo que el PSOE quiere que sea, esto es: una dócil Izquierda Unida con el 5% ó 6% de los votos, que moleste lo menos posible); es más cómodo gobernar en solitario que con un socio, sobre todo si es un socio aficionado a escenificar las cosas, a los "zascas" en las redes sociales, a ganar el relato a costa de los hechos (es decir, más o menos igual que el PSOE, pero quizás con más ingenuidad); luego está la esperanza de que, si se repiten elecciones, el PSOE mejore y Podemos baje (o mejor aún: que se hunda); y, en definitiva, están los sillones. Que en un Gobierno hay muchos, pero mejor si son todos para un solo partido, y mejor si ese partido es el nuestro. Más a repartir.

¿Discrepancias políticas o programáticas? ¿Sí? ¿Dónde? De eso no se ha hablado en ningún momento. Ni falta que hacía. No hemos asistido a una verdadera negociación, sino a un simulacro de la misma. Ya saben: el dichoso relato, siempre. Por ese motivo, Pedro Sánchez se ha pasado dos meses dedicado a la vida contemplativa y sólo después de fijar la investidura, aprisa y corriendo, cara a la galería, se ha molestado en escenificar unas negociaciones de última hora, y sólo con el más importante de sus supuestos socios (con los otros, ni se ha molestado en reunirse). Ni siquiera me atrevo a apostar por si preferían este resultado o que Unidas Podemos hubiera aceptado la última propuesta socialista y así tener Gobierno.

Esto ha sido un teatrillo en pos de ganar el relato. Y, hasta la votación final y sus prolegómenos, parecía que Unidas Podemos llevaba la delantera, sobre todo con la sorprendente renuncia de Pablo Iglesias a ser ministro, que dejó a los socialistas sin argumentos. Pero luego, Unidas Podemos fue víctima de su obsesión por ganar la batalla por el relato, con escenas alucinantes, como la de Iglesias renunciando a un ministerio en pleno debate de investidura, a ver si así el relato se le ponía un poco mejor.

Pues bien: hoy, el relato va a comenzar a virar en favor del PSOE (ha comenzado ya), y más que virará. Sobre todo, si hay repetición electoral. Si no la hay, será porque alguno de los dos perdedores de las postelecciones se rinde. O bien Podemos, aceptando un pacto de legislatura o una participación en el Gobierno como mucho igual a la última oferta del PSOE, apoya la investidura, o bien Ciudadanos, supongo que aterrorizado ante una repetición electoral (que daría al traste definitivamente con la ambición presidencial del autoproclamado "líder de la oposición", Albert Rivera), se abstiene y permite que Sánchez gobierne en solitario.

El relato va a virar en favor del PSOE porque la gran mayoría del público no se va a detener a pensar en si Iglesias hizo tal cosa o Sánchez respondió tal otra, sino que se va a quedar con los grandes titulares: no hay Gobierno porque ambos partidos, que hicieron una campaña electoral avisando del terrorífico peligro de la ultraderecha fascista-franquista, luego han sido incapaces de alcanzar un acuerdo por quítame allá un ministerio. Y en ese relato de titulares, tiene mucho más que ganar el PSOE, que ya ganó el relato general de la negociación de 2016; una negociación en la que se alcanzó un pacto PSOE-Ciudadanos que aceptaba el programa electoral de este último partido como base programática, y en la que el papel de Podemos se limitaba a votar "Sí" sin poder influir en lo más mínimo sobre dicho acuerdo, pero que ahora se recuerda como la "ambición de Iglesias, que impidió echar a Rajoy". Que también es parte del relato, pero una parte menor. 

También se recuerdan, y se repiten a menudo, cosas que no son ciertas, como que Podemos en 2016 sólo tenía que abstenerse para que Sánchez fuera investido presidente (falso: tenía que votar Sí). Ahora pasará lo mismo, y el PSOE se ha dedicado con ahínco a que sea así, soltando mentiras evidentes, como que "Podemos quería todo el Gobierno", como si Iglesias hubiera pedido en 2019 lo mismo que en 2016 (es decir: medio Gobierno).

En el medio plazo, las cosas se le han puesto muy mal a Podemos. Víctima del relato, decidió aguantar el pulso hasta el final, y con ello dio al traste con el relato mismo, que ahora es esta ridícula y patética (pero entretenida, qué duda cabe) dramedia que nos ha tocado vivir. Las expectativas de unas nuevas elecciones, para este partido, son muy malas, con la sombra de Errejón acechando en el horizonte. Así que probablemente acepten en septiembre un pacto peor que el que llegaron a tener sobre la mesa en julio. 

Si no es así, su única esperanza es que en Ciudadanos, el otro partido que, muy probablemente, saldría trasquilado de una repetición de las elecciones, les entre un ataque de sentido de Estado y decidan abstenerse también. De esta manera, Sánchez podría lograr otro récord: una investidura positiva con 124 diputados, los mismos que le apoyaron en las dos derrotas de esta semana. O eso, o unas elecciones pensadas para propiciar la vuelta del bipartidismo, asentadas en el relato de que "con estos nuevos partidos no se puede hablar". 

Unas elecciones que también comportan un riesgo para el PSOE y Sánchez: aunque salgan vencedores del "relato de los hechos" (gracias a su potencia de fuego mediática, no a los hechos), esto no quiere decir que salgan indemnes, y que los votantes que apoyaron al PSOE "para parar a la derecha" estén encantados con este desenlace. Habría que ver qué pasa en una repetición electoral. El PP, indudablemente, recuperaría parte de ese voto que se le había ido a Ciudadanos o a Vox. Combinado con el previsible aumento de la abstención y con la división del voto entre Unidas Podemos y el nuevo partido de Errejón, es muy posible que el PSOE lo tuviera peor que ahora para alcanzar la mayoría en una investidura. Pedro Sánchez podría seguir ganando elecciones y perdiendo investiduras hasta que incluso "el relato" quedara hecho añicos. 

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