VALÈNCIA. Se ha convertido en una de las referentes culturales de su generación. La publicación de su libro Reina (Caballo de Troya) y de su poemario Excepción (Letraversal) han coincidido en el tiempo del derrumbe, de la extrañeza absoluta. Hablamos con esta joven escritora por teléfono, mientras el mundo parece romperse tras nuestras ventanas. Ella se refugia en la escritura, en los libros y en su tertulia virtual literaria y filosófica en Youtube llamada La Mascarilla y que nace en plena cuarentena. Elizabeth analiza nuestra contemporaneidad con una finura exquisita. Su elegancia literaria y gestual se contagia a un pensamiento lúcido que parece estar destinado a guiar a una generación perdida.
- ¿Qué tal estás viviendo este confinamiento? Parte de la promoción del libro te pilló antes de este desastre. No sé si te ha dado tiempo a pensar a propósito de lo que estamos viviendo. Pensaba el otro día que Reina termina con el incendio de Notre Damme como gran símbolo de un tiempo pero este todavía lo va a ser mucho más, ¿no?
- Claro, yo estoy bien a nivel de salud y mis seres cercanos están también bien. A nivel de pensar sobre esto, yo critico mucho esta oleada que está surgiendo de libros como el que ha sacado Paolo Giordiano o Slavoj Žižek. Me parece que son cosas sobre las que no se pueden hacer apriorismos. Lo que nos interesará, creo yo, es leer sobre este asunto dentro de un tiempo. Pero no sé si este tipo de contenido hacen más mal que bien imponiendo marcos de pensamiento rápidos y acelerados que no sé si nos benefician.
- No sé si te ha pillado en España o en París porque una de las cosas que ha desvelado esta crisis es el sesgo de clase. No es lo mismo estar aislado en un chalet que en un piso de 50 metros cuadrados. Y me acordaba de lo que dices en el libro, que vives a las afueras de París en un piso pequeño compartido.
- Mi compañera de piso sí se ha quedado en París en el piso pequeño. Pero como yo estuve de promoción me quedé en Madrid en el piso de mis padres, así que soy afortunada. Pero, sin duda, hay un sesgo tremendo de clase en esta crisis.
- Has dicho que siempre hay algo morboso en toda literatura del yo, en esta autoficción de la que hablamos constantemente, pero que Reina se puede leer como una parodia de esa autoficción. ¿No sé qué tal estás sorteando esos efectos -si es que los hay- de la sobreeexposición? ¿Te ha afectado en lo público y en lo privado?
- No he tenido ningún conflicto con gente que aparezca en el libro. También es verdad que por la cantidad de entrevistas y exposición a medios que he tenido antes de la salida del libro no ha sido algo tan brutal. Es decir, el libro está ahí lanzado al aire pero también ayuda el hecho de que como estamos en medio de esta crisis y el confinamiento, casi pasa a un segundo plano ese aspecto morboso. Con lo cual, las redes sociales no han mostrado tanto morbo por mi intimidad. Con lo cual esto me ha venido casi bien, es decir, estoy bastante tranquila.
- En el libro hay una mezcolanza de alta cultura, con exponentes como Lacan, Derrida, Saussure y luego símbolos actuales como Bad Bunny o Rosalía. No sé si crees que esa hibridación es algo genérico y habitual en tu generación.
- Yo creo que es una cosa casi necesaria. Porque aunque leamos a autores como Lacan, Derrida o Saussure, eso conforma parte de nuestro imaginario con otros referentes de cultura pop que tenemos: las canciones que bailamos, los programas que vemos en la tele... todo esto también forma parte fundamental del sujeto que no se puede obviar. Y menos si se hace una literatura del yo, aunque ésta tenga un componente de sátira o parodia. Para mí, esta parte constituye lo que es propio de la mitología de nuestro tiempo y la cotidianidad de una generación. Por eso hay que dejar un rastro de ello. Y hay muchos autores que ya lo hacen: pienso en Rodrigo García Marina que empieza uno de sus libros de poesía con una cita del evangelio y otra de Enrique Iglesias. A veces, incluso, mezclar alta y baja cultura da a entender un privilegio intelectual y académico, en el sentido que es la gente que tiene un cierto capital cultural la que puede permitirse esa mezcla.
- En Reina hay una constante búsqueda del deseo de una generación que parece vacía. Leyendo algunas parte de tu libro me acordaba de una novela epistolar de Rousseau, Julia o la nueva Eloísa, porque ahí se decía: “Soy muy feliz; la felicidad me aburre. ¿Conoce algún remedio para esta desgana del bienestar”. Y, claro, pensaba que esta nostalgia de la generación Z no es tan nueva.
- Hay un montón de cuestiones que se repiten porque, en realidad, no son tan generacionales como aparentan ser. Hay muchas sensaciones que tienen raíces que no se sustentan solo en la coyuntura del momento histórico, sino que tienen que ver con mecanismos de estar en el mundo que perviven y se van sucediendo una y otra vez. La ausencia del deseo, el intento de construir relaciones humanas y sociales no es algo que ocupe solamente a la gente de la generación Z. Por eso, cuando a mí, por ejemplo, en la presentación de mi poemario Excepción, me preguntaron si yo podía representar una determinada voz generacional dije que no. Fundamentalmente porque la noción de generación sirve muchas veces para ocultar otras cuestiones más interesantes. Es más determinante la clase, el país, el género que la generación. La generación dictamina unas formas pero lo que construye la subjetividad son otros factores.
- Pero sí hay algo de vacío en tu generación. En el libro dices en un momento eso de “nada me llena”. Y me acordaba del concepto de tecnotristeza de Geert Lovink cuando se pregunta cómo hacemos para revertir un movimiento que termina en trauma. Él tiene una tesis, según la cual, en redes sociales, en vez de gestos vacíos y políticos, deberíamos ejercitar la táctica del silencio y dirigir nuestra energía a recursos que permitan crear espacios temporales de reflexión. No sé si lo compartes.
- Creo que la tecnotristeza no es generacional pero tampoco creo en esa idea de que el vacío obedece o se incrementa por el uso que demos de las redes sociales porque no considero que ese uso sea una causa. Más bien creo que es un síntoma, una expresión de un malestar que está presente pero no es lo que lo provoca. Por ejemplo, en circunstancias como las actuales de este confinamiento, las redes sociales ayudan a prevenir o suavizar ese vacío. Y permiten construir afectos y tener ventanas al mundo. Yo creo que el vacío viene por este concepto lacaniano de la falta constitutiva. Es decir, en un momento dado, hay que aceptar que esta falta, este desear algo más, está siempre presente en el sujeto y no es necesariamente negativo. También, como al final de Reina, muchas veces se puede integrar en un discurso vitalista o una celebración misma de la vida.
- Has dicho que quien se acerque a Reina para encontrar un manual sobre lo trans no lo va a encontrar, pero sí haces ciertas reflexiones interesantes, como que incluso en lo trans hay cierto machismo, ya que la portavocía intelectual siempre es de hombres. ¿Por qué?
- Por varios factores. El primero de ellos es que muchas mujeres trans, sobre todo las que realizan el tránsito cuando tienen 30 o 40 años, se ven en un grado de invisibilización social grande porque la posibilidad de que se le consideren como seres monstruosos o extraños es mayor y hay una fetichización brutal. Muchas de ellas acabaron en la prostitución. También el momento en el que se accede a ese privilegio de la posición social del hombre, es lo que digo de Paul B. Preciado, eso es ascender en una escala social. Pero yo asumo también que si yo puedo tener un altavoz es porque ocupo una posición privilegiada dentro del espectro de lo trans. Es mucho más fácil otorgarle la palabra a un hombre trans porque se ha visto en una posición más sencilla que las mujeres que tenían situaciones de precariedad y de clase mucho más jodidas.
- Sí, fíjate, hablas de género, sesgo social y me preguntaba también por el de la raza porque no es algo que se escuche habitualmente dentro del debate de lo trans, ¿no?
- Totalmente. Sobre todo en mujeres trans racializadas que se ven abocadas a la prostitución y esto es algo bastante común. Y sin embargo, todos los referentes académicos trans son siempre hombres trans blancos.
- Combinas la tradición de grandes diarios con la historia íntima y la gran historia y hay análisis interesantes políticos, cuando hablas de esa bicefalia del feminismo entre Podemos y el PSOE. En estos días me preguntaba cómo será la izquierda después de esta crisis. ¿Cómo va a ser el nuevo orden mundial?
- Yo estaba pensando en el caso de Estados Unidos porque me parecía que empezaba a asomar la posibilidad de un discurso muy peligroso por el espacio al que desplaza a la izquierda. Y es que había gente del partido republicano de ciertas órbitas alrededor de Trump que empezaban a asumir un discursos mucho más intervencionistas en la economía. Es decir, las voces que han hablado de implantar una renta básica desde la derecha y de ayudar a la población...no sé, se adivina como una deriva de la derecha más autoritaria e intervencionista y que pueda recabar apoyos en una población de clase obrera que ve cómo el establishment demócrata le da la espalda. Las elecciones que van a haber en Estados Unidos dentro de nada van a ser delirantes. Porque vas a tener a Donald Trump contra Joe Biden que representa el ala más liberal, conservadora y clásica de los demócratas y que, claramente, va a perder las elecciones. Así que nos encontramos en un punto donde va a ver otros cuatro años de trumpismo que le quita un enorme espacio a la izquierda. Mientras sucede todo esto en Estados Unidos, VOX hace aspavientos porque no encuentra un sitio o un lugar. La figura de Isabel Díaz Ayuso, por motivos extraños, cobra fuerza en el panorama político español. Y mientras tanto tienes toda la disputa de poder entre Nadia Calviño y Pablo Iglesias en los consejos de ministros. Con lo cual es muy difícil hacer previsiones en este momento porque es una situación tan extraña que es muy complicado, pero si se mantiene esa tendencia de una parte de la derecha a una deriva más autoritaria e intervencionista me preocupa, porque quedará menos espacio para la izquierda.
- Hablabas de Estados Unidos pero China es, probablemente, el mayor beneficiado de esta crisis. En dos meses se ha convertido del malo al bueno de la película.
- Y yo hacía bromas con esto en Twitter que me ponía al servicio del gobierno chino y que bienvenidos a nuestros nuevos amos y señores del gobierno de la República Popular China porque, a nivel geopolítico, van a salir de esto reforzadísimos. Mientras la Unión Europea pierde cada vez más peso y poder o Estados Unidos decide que todos trabajen y que mueran los que tengan que morir, China se alza como el faro que ilumina nuestras civilizaciones. Y eso va a ser una reestructuración absoluta.
- Me interesaba también de esa primera experiencia tuya en El Intermedio con 14 años y luego una aparición reciente en First Dates. No sé si alguna vez te has arrepentido de encender ahí esa sobreexposición o crees que es necesario estar en estos espacios e inocular ahí los mensajes.
- Hay un arrepentimiento posible porque, evidentemente, pierdes cosas por el camino. Muchas veces te lo preguntas: ¿estoy yo, personalmente, ganando más de lo que estoy perdiendo? Hay un momento en el que te das cuenta que las amenazas o deseos de muerte no hacen otra cosa que aumentar exponencialmente... esos días es chungo. De todos modos, creo que exponiéndose a la conversación pública es una cosa casi inevitable. Prefiero haberme curtido ya en esos programas ahora que todo fuera más lento. Lo he llevado bien y puedo gestionarlo. Tengo las redes afectivas para poder hacerlo.
- Por último, el libro se publica casi a la vez de tu poemario, Excepción. ¿Cómo trabajas simultáneamente el lenguaje de estos dos géneros y esos dos ámbitos: el más activista y el más artístico?
- Cada género literario tiene una serie de aspiraciones y géneros que deben tratarse y en mi cabeza, desde luego, yo sí los jerarquizo. La poesía, para mí, es el género más puro, luego está la novela y, por último, el ensayo. Cada uno actúa de formas distintas y, sobre todo, en la experimentación con el lenguaje que es lo que más me interesa en poetas como Berta Garcia Faet, Alejandro Pérez Paredes, Sara Torres son algunos ejemplos. Mientras que en Reina me parece muy importante contener un cierto modo de experimentación pero en las formas de narrar. El otro día hablaba con amigos de hilos históricos que recogía Reina en la escritura. No sé si podría calificar este libro político. La máxima aspiración artística está en ese lenguaje y el objeto de lo bello. Excepción y Reina comparten aspiraciones comunes que son la de construir belleza. Y aquello que sea la belleza ya es otra cosa que está por determinar. Así que después de Reina, no tiene para mí ningún interés volver a la autoficción. Lo próximo que haga seguramente será novela que no sea autoficción porque es el género que no he probado. Después de hacer teatro, poesía, narrativa corta o ensayo me apetece ir explorando. También los terrenos en los que una se siente incómoda son más ricos y más fértiles que lo que ya viene dado o ya sabemos hacer.