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el muro / OPINIÓN

El lado oscuro

25/07/2021 - 

Hace unos años, casi en mis inicios en estas mismas páginas, recién llegado y repartido ya entre la fauna el Gobierno del Botànic, escribí un artículo que titule “Sinergias”. Por aquel entonces era optimista o más bien ingenuo sobre el futuro inmediato de nuestra realidad social y política. Creí en el cambio.

En él sugería que, después de veinte años de rodillo popular en el que cada gobernante había hecho de su parcela un reino de taifas, era momento de un cambio drástico por el bien de la sociedad valenciana, su progreso, integración y normalización cultural que pasaba por la racionalización del gasto y la coordinación institucional. Si el nuevo Gobierno apostaba de boquilla por un cambio de modelo de gestión, o eso decía, y pregonaba un gobierno de honradez y sensatez, entonces, creí, que entre ellos hablarían para encontrar acuerdos institucionales y cumplir con sus promesas. Nada más alejado de la realidad a día de hoy. Son una mancha de aceite tóxico que se expande sin darnos cuenta. Más de lo mismo.

La decepción para muchos ha sido absoluta. No sólo no se racionaliza el gasto si no que va a más; no es que se controle y profesionalicen más los sectores y se creen equipos humanos en los que el paso del gestor de turno no se distinga, sino que se desnaturalizan con la perenne “colocación” como ha sucedido durante los últimos treinta años, ahora escondida en concursos de méritos. Ejemplos hay por doquier, pero sinergias ni una. Esto continúa siendo un gobierno de reinos de taifas en el que cada uno continúa haciendo lo que le place. Y además, se lo reparten ya con descaro. A plena luz del día. Sin  contemplaciones, excusas ni explicaciones.

El lado oscuro es aquel que se mantiene en silencio o escondido hasta que alguien lo descubre, o lo que antes se definía como el hecho de que periodismo es contar aquello que el poder no quiere que se sepa o el control sobre el desmadre político. El lado oscuro es ese sitio donde se encuentra la fina línea entre el bien y el mal. Y por aquí ha habido mucha oscuridad que como todo, al final, sale a la luz. Lo peor es el silencio y la ocultación. 

Mucho se ha hablado de la chapuza del Palau de la Música de Valencia ahora rebautizado como Palau Valencia, como si fuera un restaurante asiático, y del fracaso de nuestro ayuntamiento en su gestión política, pero poco de lo que nos cuesta hoy su mantenimiento. Me explico y así se entenderá lo de las sinergias.

Porque ese Palau de les Arts que nos costó en su día 400 millones de euros y continúa a medio gas y ocupación de espacios, ya no sé si por falta de liquidez o de ocurrencias, actúa como caja registradora con el beneplácito de un gobierno tripartito y “amigo” que de sinergias no sabe nada ni pasa por sus cabezas. 

Pues no le cobra Les Arts al de la Música por cada concierto que el de Valencia realiza en ese auditorio cuya calidad sonora es toda una duda, añadiendo además, otros gastos y el personal de uno para hacer las funciones del otro. Pues no cobra otro tanto por cada bolo de la Banda Municipal de Valencia. O sea, para entendernos, estamos financiando dos veces Les Arts para gozo de esos que sólo piensan en su carrera política personal pero de gestión y planificación van justitos.

Esto es, para aclararnos: pagamos dos orquestas, dos equipos de personal, incluidos técnicos, músicos y personal administrativo, dos espacios y su mantenimiento. También pagamos para que una orquesta y una banda sinfónica que ya pagamos de más puedan cumplir con sus funciones. Pero todo sale de nuestros bolsillos. ¿Eso son sinergias o simples facturas ocultas? Más bien, esto es inaudito. Pero ellos, allá que se esconden. Ahora que han cortado un poco el riego de las subvenciones culturales por orden suprema, que no autonómica, todos se quejan. Ya estaba bien, digo yo, de comprar voluntades. Por eso les ha estallado. Estaban sólo preocupados en eso y repartían el dinero oculto bajo mensajes subliminales de muros, mesas y compromiso que ahora han quedado al desnudo. No seré quien apoye a unos ni a otros. Ya se apañarán. Existente otras muchas necesidades. Y a ver si de verdad se manifiestan como neoliberales estos neoprogres que ni hacen ni dejan hacer, salvo si eres de la panda, aunque luego se maten entre ellos.

Debe de ser una nueva forma de gobernar. Esa en la que cada uno monta exposiciones a su capricho e interés, festivales de medio pelo para contentar a los suyos y no salen a la luz del lado oscuro. Hasta que los pillan. 

Me pregunto cómo es posible que estando la parcela cultural en manos del mismo partido no exista nadie con unos dedos de razón para dar un golpe en la mesa, levantar el teléfono y decir: oye que somos amigos, ¿sabes? O nadie de más arriba da de una vez un toque de atención frente a este desmadre. Será que también está sólo en lo suyo. Está a la orden del día.

Están más preocupados en sus cuotas de poder, en sus manipulaciones intelectuales, sus complacencias y favores, hasta en la censura de libros, antes que en la racionalización del gasto, el orden, la coherencia en la política cultural e incluso en el diálogo, que eso sí ya es muy preocupante.

Faltaba À Punt. Ese medio que no tiene audiencia, pide más no se sabe para qué, o sí, pero es capaz, por ejemplo, de derivar a la madrugada los conciertos que graba de la Orquesta de Valencia, pero que bien pagamos entre todos. ¿A eso le llamaban un canal en pro de la “cultura? Seamos serios que en la calle hay muchas necesidades frente a tanto cargo de pelaje cuestionable y bienvivir de lo público pero no por y para el público.

No tienen perdón. Unos por complicidad y otros por abuso    

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