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bond vuelve a las librerías con "forever and a day"

El próximo 007: ¿un chino cojo?

La magnífica “Forever and a day”, la última novela de James Bond zanja, en parte, el debate iniciado cuando se dijo que los afroamericano Idris Elba y David Oyelowo, el inglés de ascendencia pakistaní Riz Ahmed o Gillian Anderson podrían tomar el relevo de Daniel Craig como agente del MI 6

7/01/2019 - 

VALÈNCIA.-  Cada vez que Daniel Craig anuncia que dejará de interpretar a James Bond se monta el lío a propósito de quién podría sustituirle. De momento, que haya paz: ha confirmado que protagonizará la próxima película (la 25º de la franquicia oficial), que se estrenará en 2020 y estará dirigida por Cary Joji Fujunaga, sobre todo conocido por las series True Detective o Maniac. A partir de ahí, misterio. La lista de posibles sucesores incluye elecciones más o menos obvias como Damian Lewis (Homeland), Tom Hardy (Mad Max), Henry Cavill (El hombre de acero) o Michael Fassender (X-Men), pero no faltan los nombres que hacen que a los puristas le de un parraque: ¿Idris Elba (Luther) o David Oyelowo (Selma)? ¡No, que son negros! ¿Riz Ahmed (Rogue One)? ¡Jamás, tiene pinta de paqui! ¿Guillian Anderson? (Expediente X) ¡Una mujer! Traer las sales. ¿Hannah Winterbourne (Headspace)? ¡Me muero, es trans! Sin embargo, técnicamente, cualquiera de ellos podría reemplazar al 007. Y un chino cojo también.

La respuesta a quién puede ser el próximo 007 tiene varias respuestas. Una de ellas, la administrativa, la tiene Forever and a day, la última novela del agente secreto británico y la segunda (tras la igualmente recomendable Trigger mortis, 2015) que firma Anthony Horowitz. Una respuesta que, además, es bien sencilla: si matas a un 007, su identificación pasa al siguiente para demostrar a los malos (SMERCH, Spectra, los rusos o quien sea) que si matas a un doble cero habrá otro para matarte a ti. Así, se puede liquidar a James Bond y sustituirlo por otro (incluso un marciano) sin faltar a la memoria de Ian Fleming. De hecho, Bond es el sustituto del agente Richard Blakeney. Pero ¿quién puede remplazarle a él? Eso es más complicado.

Aun obviando a los videojuegos y los cómics, hay que decir que no hay un solo James Bond sino muchos. Como la mayor parte de los seguidores del agente secreto lo son gracias al cine, se puede tomar la gran pantalla como referencia. Es evidente que el 007 de Sean Connery no se parece en nada al de su sucesor Roger Moore ni a los que interpretaron Pierce Brosnan o Daniel Craig, mucho menos a esa gran parodia que fue George Lazenby o a esa otra (a su pesar) que hizo Timothy Dalton. Y si de parodias hablamos, ahí están David Niven, Peter Sellers o Woody Allen en esa astracanada llamada Casino Royale (1967). En otras palabras, el margen de elección es amplio.

Bond, Jane Bond

Para ajustarse a la lógica de la serie, Bond el personaje tiene que ser de nacionalidad inglesa (o no podría ingresar en el MI 6), hombre con experiencia en el ejército y haber matado dos veces a sangre fría en acto de servicio (así es como se gana el doble cero). El sustituto de Craig podría ser evidentemente una actriz, pero habría que cambiarle el nombre (¿Jane Bond?). Lo que no tendrá sentido es un Bond abiertamente feminista aunque, por cierto, es mucho menos machista de lo que algunos afirman (del misógino de Ian Fleming, curiosamente, no se puede decir lo mismo). Las mujeres de la serie siempre han sido personajes empoderados que han tenido un papel importante en la trama y no son pocas las veces que le han salvado. Eso es innegable, aunque tampoco se pueden negar que, a la vez, son fantasías sexuales masculinas.

Una mujer puede tener una licencia para matar, podría ser el próximo 007, pero no podría llamarse ‘James’ (lógico) aunque sí apellidarse Bond. La decisión podría ser buena e incluso abrir una nueva dimensión a la saga, aunque si lo que queremos es a una doble cero, ya la tenemos: Scarlett Papava, la 004 de La esencia del mal (Sebastian Faulks, 2008).

En cambio, lo que sí se podría hacer es encargar algunas películas o una novela a una directora o escritora con la personalidad suficiente para añadir algún matiz al personaje. De momento, ninguna está detrás de alguna de las películas (oficiales o no oficiales) ni de las cerca de 50 novelas del personaje. Siendo puristas, sí hay una: Samantha Weinberg, quien firmó como Kate Westbrook Los Diarios de Monepenny (la secretaria de M., unida al agente secreto por una tensión sexual no resuelta).

¿Y un Bond gay?

¿Y podría haber un Bond homosexual? Es poco probable que EON Productions se atreva a hacerlo, y un poquito (pero solo un poquito menos) que lo hagan los herederos de Fleming. Un secundario homosexual no sería novedad, pero ¿un Bond homosexual? Lo dudo, aunque no solo nada lo impide sino que daría mucho juego.

Aquí hay que preguntarse cuándo podría haber un 007 homosexual. A diferencia de lo que ocurre en la gran pantalla, las novelas siguen situadas temporalmente en la misma época en las que Fleming las escribió. Forever and a day, por ejemplo, es una precuela de Casino Royale, y Trigger Mortis se sitúa entre Goldfinger y Operación Trueno. Solo (William Boyd, 2014) es un truño, pero un truño que se desarrolla en 1969 (Fleming murió en 1965), y El coronel Sun (Kingsley Amis, 1968) ocurre justo después de El hombre de la pistola de oro (la última que firmó Fleming y que, de hecho, Amis tuvo que acabar). John Gardner, Reymond Benson o Jeffrey Deaver sí que han actualizado el escenario temporal. El primero lo llevó a los 80, el segundo a los 90 y el tercero lo hizo renacer en pleno siglo XXI post-11S, pero parece que las próximas novelas volverán a esa Guerra Fría que la serie nunca debió abandonar.

Un Bond homosexual no debería sorprender a nadie, pero en el contexto de la Guerra Fría, un 007 que no sea blanco y hetero no tendría sentido, salvo que la novela aprovechara ese elemento como parte de la trama. Jugar con un 007 homosexual en los años 60 podría dar lugar a una novela llena de matices. Cabe recordar que en aquella época, están excluidos de los puestos clave del gobierno tanto en Gran Bretaña como en EEUU porque se suponía que eran más fáciles de chantajear. A día de hoy, no se conoce un solo caso que justificar lo que se bautizó como el ‘Terror Lavanda’, y que duró hasta bien entrados los años 90.

 ¿Y la raza? Otra vez interviene la cuestión temporal: cuanto más actual sea la trama, más sentido tiene. En las películas no debería ser ningún problema, y aun a riesgo de perder a los seguidores de Ku Klux Klan, sería un movimiento poco arriesgado que no debería afectar a la taquilla (que es de lo que se trata). Ejemplos hay: ¿Se acuerda alguien de cuando Nick Furia era blanco? A ver quién es el guapo que se atreve a sustituir a Samuel L. Jackson.

¿Qué tal la novela’

Sobre Forever and a day se puede decir sin temor a equivocarse que es de las mejores del agente secreto, muy superior a la mayoría de las que escribió Fleming, (que tampoco es decir mucho). Horowitz es un veterano con más de 50 novelas a sus espaldas (la mayoría de acción) y que ya fue elegido por los herederos de Arthur Conan Doyle para escribir dos continuaciones oficiales de las andanzas de Sherlock Holmes: La casa de la seda (2011) y Moriarty (2014)

El inglés ya demostró con Trigger Mortis (2016) que es capaz de imitar el estilo del creador del personaje y crear historias como las hubiera hecho él. De hecho, Ian Fleming Publications le facilitó cinco guiones de una serie para televisión que jamás se llegó a rodar, un lote que incluía algunas escenas ya redactadas. A eso se suma que se le ha concedido algo que solo podía pasar una vez: hacer la precuela de la serie, lo que ha permitido jugar con el personaje más que otros autores. Ahora ya sabemos, por ejemplo, con qué asesinatos ganó la licencia para matar, cómo se asignan los nombres de los doble-cero o de donde viene su afición a los martinis con vodka ‘agitado, no revuelto’.

Las críticas han sido tan buenas como merecidas. Como la anterior, es 100% Fleming con algunas gotas de humor y realpolitik. Es exactamente lo que un aficionado a la serie espera. Y ese también es el problema, y el que impide un Bond gay, negro o mujer: las novelas no funcionan por su originalidad sino por su capacidad de repetir el modelo anterior. La mayoría de los seguidores quieren más de lo mismo. La estructura están tan hecha con tiralíneas que se podrían intercambiar capítulos de Trigger Mortis y Forever… y nadie se daría cuenta.

Conclusión: no hay más límite para un nuevo Bond que la imaginación, siempre que se cumplan algunas premisas básicas que permitan identificar al protagonista de la saga. Entre el 007 que mata a sangre fría en Dr. No y el comeyogures que perdona la vida a Ernst Stavro Blofeld (Christoph Waltz) en Spectra, o entre el frío agente secreto de Casino Royale y el espía atormentado por la muerte de su mujer de Al servicio secreto de su majestad hay más diferencias que las derivadas del color, el sexo, la raza o la condición sexual. Pero como los lectores estamos todos en edad de taco rectal, la mayoría no aceptará nada que se vaya mucho del guión escrito por Fleming. Una pena que limita las infinitas posibilidades del agente.

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