el tintero / OPINIÓN

El reloj (parado) de la democracia

Las ganas de escribir, de comentar y analizar la actualidad empiezan a flaquear, no les voy a mentir. Uno se dedica a la comunicación y sigue el día a día de la política, pero a veces no sé si sería mejor seguir el fútbol, aunque como está el patio

18/09/2019 - 

El Rey abrió de nuevo ronda de consultas, recibió con su característica elegancia a todos los líderes y representantes políticos del Congreso de los Diputados, si nos ponemos en el lugar de Felipe VI no debe ser fácil mantener la compostura y conversar con muchos de ellos, imagino que en algunos casos se producirán lo que popularmente llamamos diálogo de besugos, pero es su función y cumple a la perfección con el protocolo establecido por la Constitución. Él cumple, pero los representantes que elegimos, hacen una dejación de funciones, no saben llegar a acuerdos y nos piden que volvamos a elegir.

Albert Rivera intentó protagonizar las últimas horas de este período y ofrecer un pacto in extremis siempre que Sánchez aceptara una serie de presupuestos que, pese a su lógica, el líder socialista no parece dispuesto a asumir. Así que al filo del final de la jornada toda España se sentó a cenar con la noticia de que volvemos a votar. Sí, más de medio año para formar gobierno o dejar que gobierne el partido más votado con una minoría simple, pero no ha habido forma. Me parece extraño e incluso grave que nuestra clase política no pueda ponerse de acuerdo en algo tan necesario como el gobierno de todos.

La reflexión que debemos hacer individual y colectivamente es qué estás pasando para que dialogar y pactar, dos acciones básicas en política, parezcan sueños irrealizables; mientras la interinidad nos demuestra que la vida funciona gracias a la burocracia y los funcionarios, pero los políticos son, al menos, temporalmente, prescindibles. La realidad se impone y demuestra que tal vez estamos ante una crisis de nuestra democracia liberal, el menos malo de los sistemas conocidos pero un sistema que debe mejorarse y rectificarse. Hay cientos de cargos públicos consumiendo muchos recursos del Estado que son ineficientes en sus labores. 

El español medio tiene derecho, y hasta la obligación, para estar cabreado, para no creer en la política y para considerarla uno de los problemas básicos porque el tamaño y estructura de los partidos y los cargos públicos, ha llegado a ser un problema para el resto de ciudadanos. Los que cargan con las subidas de impuestos, como las anunciadas por el ayuntamiento de Valencia, los que pagan tasas y multas, los que ven como el mercado laboral amenaza con una nueva crisis y los que saben lo duro que es ingresar el dinero y mantener todos los gastos. Mientras los políticos que están en un eterno stand by, cobran religiosamente unos emolumentos más que razonables y muchos de ellos sólo saben vivir de eso, del erario público y del puesto que les proporcione el partido. Sencillamente, lamentable.

El reloj de la democracia está roto, está parado, no suena, no marca las horas ni transmite la vitalidad necesaria para gobernar una sociedad. Quizá no es un reloj viejo, de esos que había en las casas de nuestros abuelos, de pie o de pared pero que siempre sonaban a las horas, las medias y los cuartos, tal vez es un reloj moderno, juvenil (como nuestros líderes actuales) pero de mala calidad, que funciona con pilas y que está apagado y guardado en el cajón de la mesita de noche. Habrá que renovar esta democracia, deberían entrar en política ciudadanos de mediana edad, con sabiduría y experiencia y con ganas de trabajar, de verdad, para los demás y no pensando sólo en tener trabajo y colocar a sus familiares y amigos.

España y la política merecerían más altura, más meritocracia, más prestigio y más elegancia. Nos piden que volvamos a votar a los mismos que no se han puesto de acuerdo y lo peor es que si las elecciones arrojan un resultado similar o entonces logran un acuerdo, y pensaremos que podían haberlo hecho antes, o acabaremos votando cada seis meses. Esto se nos puede hacer eterno. 

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