Griselda Blanco fue la narcotraficante colombiana que mayores cantidades de cocaína introdujo en Estados Unidos. Durante su estancia en prisión en este país inició una relación por carta con un joven traficante de crack. De ahí salió un romance y del enamoramiento, una relación enfermiza en la que el chaval fue dominado desde una celda. El documentalista Billy Corben relató esta historia con el trasfondo de las clases bajas estadounidenses de los 80, que ni trabajando les llegaba el dinero para vivir y tuvieron que recurrir al tráfico
VALÈNCIA. Esta semana ha saltado a los medios con bombo y platillo, debido a la situación política, la noticia de que Barcelona es la ciudad europea donde se consume más cocaína. El polvo blanco sigue causando una fascinación especial entre las gentes y se considera el súmmum de la diversión y el glamur. Ya han pasado los tiempos en los que se entendía que era inocuo, como recordaba El Drogas hace unos días en El Mundo pero, aunque la Encuesta Estatal de Drogas mostrase que en 2008 su consumo estaba en retroceso, si se miran las estadísticas de la Generalitat de Catalunya se observa un repunte en la demanda de tratamientos por adicción a esta sustancia desde 2014. El consumo no cesa.
Si hay unos documentales que muestran cómo prendió el consumo de esta sustancia en Estados Unidos esos son Cocaine Cowboys. Una saga del excepcional documentalista Billy Corben que consta de dos partes y una tercera titulada Reloaded que incluye material inédito que se quedó fuera de las dos primeras entregas.
Del primer capítulo, que explicaba cómo Miami logró la prosperidad como ciudad gracias al oro blanco, ya hablamos. Ahora merece la pena entrar en el segundo, que entra en terrenos más oscuros y menos glamurosos: El crack.
Mientras las clases altas se daban el festín con la cocaína, en las zonas degradas y castigadas por la epidemia de heroína de los años 70 causó sensación el crack. La diferencia con respecto a la cocaína al uso era que sus efectos eran mucho más rápidos y costaba menos dinero. Las consecuencias, al mismo tiempo, también eran más crudas y visibles.
Como muy bien explica este documental, en lugares como Oakland llegó un momento en que a los pobres no les salía rentable ni trabajar. Lo comenta un negro entrevistado en un programa de televisión de la época cuando explica que tienen la opción de ir a trabajar a lugares como el Burger King, pasarse todo el día en el curro y, al llegar a fin de mes, cobrar y comprobar que no les llega para vivir. En una situación así, era prácticamente imposible que gran parte de los jóvenes de estos barrios no se lanzaran de cabeza al tráfico de drogas sobre todo en una época en la que, esa misma población empobrecida generaba gran demanda.
Ese fue el caso de Cosby, el protagonista del reportaje. Porque si algo tiene el cine documental de Corben es que está realizado con los testimonios de las personas que vivieron los fenómenos a los que se refiere. Solo con su relato y las fotos de la época el material supera las grandes joyas del cine mafioso, como las de Scorsese, fundamentalmente por un detalle: Todo esto, encima, pasó de verdad.
Quizá por eso sus tramas no puedan ser llevadas a la ficción, porque serían increíbles. A Cosby lo que le pasó es que vio por la tele la detención de Griselda Blanco, la Reina o la Madrina de la cocaína, y le escribió una carta contándole cuánto la admiraba. A la presa le hizo tilín el chaval y se inició entre ellos un romance. La madrina llegó a sobornar con miles de dólares a los policías para que les dejasen tener relaciones sexuales en la cárcel.
Lo que sigue es menos relevante, se trata la biografía criminal de ella, que tenía ciertas inclinaciones psicópatas y asesinó a tanta gente que se creó demasiados enemigos. Fue la narcotraficante que más dinero obtuvo con el negocio y dominó a todas las superestrellas que ahora se han ido volviendo tan populares. No fueron exagerados los excesos del Scarface de Brian De Palma comparados con los suyos. Tuvo una mansión con un busto de bronce presidiendo el salón que poco tenía que envidiar a la megalomanía del famoso Tony Montana y tiraba de pipa directamente ella en la cara de sus enemigos.
Pero lo sorprendente cómo la mujer mueve los hilos desde su celda y secuestra la voluntad de Cosby al que ya no le permitió dar un solo paso sin que ella lo supiera. Sin embargo, el desenlace de su relación fue aún mejor. Fundamentalmente, porque no tiene ningún sentido. No en vano, fue real.
Cuando Cosby se reunió con el fiscal para testificar contra ella, pues Griselda planeaba secuestrar a JFK junior para intercambiarlo por su libertad, el "traidor" terminó ligando con su secretaria y acostándose con ella. Ese detalle arruinó la investigación por connivencia con el testigo. Entonces... no pasó nada. Uno se fue por su lado por donde había venido y la narcotraficante quedó liberada de los cargos. La salvó queriéndola condenar, lo que se tradujo en, lo dicho, que no le pasó nada a nadie. Lo último que se esperaría de una trama de narcotraficantes.
No hubo moralinas ni grandes historias que contar, cada uno se fue a los suyo. Después de haber movido las mayores cantidades de cocaína de la historia en Estados Unidos y haber estado rodeados de muerte y salvajismo, se fueron de rositas. Los negros de Oakland se reconvirtieron y dejaron por fin los trapicheos y salían al final felices bebiendo en la calle.
No dar crédito en cada escena por la veracidad del relato de unos hechos bien hilvanado es lo que hace de estos documentales verdaderas joyas. Además, huyen de aspectos más sensacionalistas que se han publicado en otros medios. Por ejemplo, el New York Post contó que Griselda era bisexual y también devoradora de mujeres cuando estaba puesta de cocaína en base, que es como le gustaba tomarla.
El documental se cerraba con la última imagen que había aparecido de ella, conseguida en un aeropuerto antes de morir. Cuatro años más tarde del estreno de Cocaine Cowboys II, Griselda Blanco fue asesinada a tiros en una carnicería de Medellín. Ese fue el punto y final de su historia y el comienzo de Cocaine Godmother, la película de Lifetime sobre su vida que iba a protagonizar Jennifer López, al final encabezó Catherine Zeta-Jones, pero que resultó un fiasco.
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