VALÈNCIA. El coronavirus ha cambiado radicalmente nuestros hábitos. Actos tan mundanos como ir a al bar o dar un paseo son cosa del pasado. Incluso ir al médico se ha convertido en un trámite que infunde miedo. Y aunque para muchos parece que la vida se ha puesto en pause mientras el coronavirus anda por las calles, el reloj sigue haciendo tic tac en muchos otros casos, y uno de ellos es el de las mujeres embarazadas.
Muchas de ellas, madres primerizas, esperaban con ilusión un momento único en sus vidas que ha culminado o culminará en unas circunstancias que hace nueve meses no estaban en las previsiones. Sin embargo, su proceso no puede congelarse, y los sentimientos de alegría y temor les inundan a partes iguales. Porque las ganas de tener en brazos a su recién nacido son infinitas, pero en tiempos de coronavirus, también hay miedo y muchos más nervios.
Los protocolos son cambiantes y existe falta de información sobre cómo actuar ante una situación excepcional como esta, que es nueva para todos. Las consultas con las matronas se hacen por teléfono y únicamente asisten a los ambulatorios para cuestiones imprescindibles como ecografías o análisis. Incluso hay quienes han visto cómo se adelantaba el parto por cesárea o han tenido que vivir finalmente la experiencia sin acompañante.
Pese a todo, ellas son valientes y resisten la angustia con fuerza y anhelando a ese pequeño bebé que dentro de poco completará la familia. Ese es el caso de Paula, residente en Gandía y embarazada ya de ocho meses. Es primeriza y los nervios están a flor de piel. "Hay muchos nervios porque no sabes a lo que vas y es todo nuevo", admite. Y es que a medida que se expandía el virus la intranquilidad se acrecentaba. "Estaba asustada porque no nos decían cómo nos iba a afectar y si podía transmitirse el contagio al feto. Luego ya nos dijeron que no". Después del primer susto, llegó una pausada calma.
En casa establecieron unas pautas de prevención. Cuando su marido llegaba a casa del trabajo la ropa iba directa a la lavadora y él a la ducha. Ella únicamente salía para ir al médico, pero llegó un punto en el que las visitas se restringieron y ahora las tiene de forma telefónica. "Las matronas ya no están pasando consulta por precaución y nos hacen las revisiones de manera telefónica a no ser que sea algo imprescindible como un análisis". Las ecografías también se mantienen, pero deben acudir al centro de salud bien protegidas. "Nos han dicho que vayamos con mascarilla, guantes y que seamos puntuales". Eso sí, deben acudir solas, sin acompañante. "Por suerte me queda un mes, espero que para entonces esté todo más tranquilo", admite.
Para Arancha, en cambio, es su segundo embarazo, pero los miedos son los mismos. La imposibilidad de revisiones completas como la medición de la frecuencia cardíaca del feto o su colocación hasta el momento del parto le angustia. Con 38 semanas, intenta sobrellevar esta situación como puede. Pasea por el pasillo de casa para lidiar con el hinchazón de las piernas y tener su mente ocupada para disipar la inquietud. "Emocionalmente estás más inestable y el hecho de estar encerrada acrecienta los nervios. Estoy más susceptible", reconoce.
Antes del confinamiento asistía al curso de preparación al parto, pero la matrona, previendo el desenlace de la situación, decidió adaptar la última sesión y hacer una introducción de los que hasta ese momento se sabía del Covid 19 y sus consecuencias en el parto. "Esa iniciativa me relajó porque no era vía telefónica, sino en directo y tranquiliza que te lo expliquen", señala.
Su pareja Jonathan está a su lado en todo momento, apoyándola. Autónomo y dedicado al mantenimiento de instalaciones eléctricas únicamente hace trabajos en domicilios donde no se reside para evitar el riesgo de contagios. "Decidí no trabajar para no traer el virus a casa o ser sintomático. Queremos estar más tranquilos", señala. Y es que los planes de la pareja pasan por dejar a su primera hija con los abuelos una vez nazca el nuevo miembro de la familia y no quieren exponerlos. Ni a ellos, ni a la pequeña. "El confinamiento no es bueno para nadie. No poder salir y tener tantas limitaciones angustia, pero te conciencias. No queda otra. Hay que hacer de tripas corazón", sostiene.
Soledad Carreguí, matrona y supervisora del servicio de partos del Hospital de La Plana, reconoce que cuando empezó a expandirse el contagio del coronavirus el hospital era un caos. "Empezamos a reinventarnos para hacer circuitos y evitar al máximo que las mujeres visitaran el hospital y los centros de salud, porque no es un sitio seguro", explica. En menos de una semana habían organizado junto a primaria un programa telefónico y centralizado toda la obstetricia en un único centro de salud.
"No había un protocolo claro y teníamos mucho miedo", reconoce. Y aunque lamenta que esta situación ha sido una barrera en la empatía y cercanía, asegura que las mujeres "son tan grandes y tienen tanta fuerza" que se han podido adaptar a la situación. "Son maravillosas". De hecho, en el departamento han tenido que prescindir de recursos como la epidural. "Los anestesistas tenían que atender a pacientes con procesos muy vitales como intubaciones, por lo que hemos trabajado mucho la no medicalización del parto".
Ante la falta de recursos, las matronas han decidido recurrir a otras alternativa como el óxido nitroso, bañeras de parto o inmersión en agua. "Lo intentamos hacer lo mejor que podemos. Habrá mujeres que incluso con todo nuestro esfuerzo no están contentas con el proceso porque no es la expectativa que tenían", reconoce Carreguí.
En un momento como este, estas 'hadas madrinas' de las embarazadas insisten en la importancia de empoderarse y decidir cómo será el camino hasta el desenlace. Y aunque muchas mujeres no lo conozcan, existe un documento llamado 'plan de parto' donde tomar decisiones. "Hay que animar a las mujeres a hacer su plan de parto en función de sus circunstancias, sus deseos, y la manera de decidir libremente es estar informada", señala Lola Soler, matrona de Atención Primaria en el departamento del Clínico.
Se trata de un documento institucionalizado donde se puede recoger desde cómo quiere la gestante que sea la dilatación a pedir que se hagan los menos tactos posibles, que todo profesional que entre se presente o que el cordón umbilical no se corte enseguida. "El plan de parto no debería hacer falta, porque debería haber una relación horizontal sin ningún tipo de abuso de poder en el proceso, pero esto a día de hoy todavía no ocurre", reconoce.
Alba, embarazada de ocho meses, baraja la posibilidad de dar a luz en casa. "En el hospital tienes más tranquilidad, pero conforme están los hospitales da miedo. Cuando me hagan la última ecografía si todo está bien y el bebé está bien colocado, tomaré la decisión". Y es que confía en que la situación esté más normalizada en mayo cuando tiene previsto el parto. .
También hay situaciones donde la realidad supera a la ficción. Eva se encontró de bruces con la pandemia en un embarazo de riesgo. Con 48 años y una fecundación in vitro, su ginecólogo empezó a ver que la situación se ponía tensa con la previsión de una llegada masiva de infectados de coronavirus a los hospitales. "En previsión de que empezara a complicarse la situación de los hospitales, que no hubiera camas de UCI y la cosa se desmadrara a mí me tocaba tener a la niña el 5 de abril y se adelantó por cesárea", explica.
Esta sanitaria tenía previsto dar a luz en el Peset. "Iba a tener en el bebé en la pública, pero la última vez que fuimos a monitores entramos por Urgencias, era un caos de gente de mascarillas, y ya no solo teníamos miedo de ser contagiados por los pacientes, sino que empezaran a caer sanitarios y hubiera personal mínimo. Yo estaba aterrada", recuerda. Camino llegó al mundo el 17 de marzo en La Salud y ahora las medidas de precaución en casa son extremas. "Limpiamos todo con lejía cuando llega del supermercado", reconoce.
A principio de semana, un jarro de agua fría caía sobre matronas y embarazadas. Un protocolo de la Conselleria de Sanidad prohibía la asistencia de un acompañante en el momento del nacimiento. Y es que las mujeres no podrían estar acompañadas en el momento de la dilatación y paritorio al entender que suponía un riesgo de contagio para la madre. Una decisión que generó malestar y sembró el desconcierto entre las parejas. Se rompía un momento único y de felicidad de los padres. Pero Sanidad rectificó fijando una distancia de más de un metro y medio de distancia entre acompañante y profesionales sanitarios.
Aunque las matronas consiguieron tumbar la decisión en cuestión de días, no todas las mujeres pudieron librarse de esta decisión. "Se sorprendió hasta el celerador", recuerda Nieves, quien dio a luz el pasado domingo en el Hospital de Dénia. Cuando recibió el sábado la noticia de que no podría contar con su pareja su reacción fue llorar mientras su pareja esperaba en el coche. "Llegas con toda la ilusión, madre primeriza y te quedas desilusionada". Sin embargo, el bebé dio una tregua con una falsa alarma y pudo volver a casa durante una noche para hacerse la idea.
"El sábado pasé fatal el día porque pensé en la mala suerte", lamenta. A pesar de todo, la pareja encontró un pequeño oasis al ser ingresada y permitir a su pareja estar en la habitación. "Esperamos bastante antes de bajar a dilatación, sobre las 12 me bajaron y hasta las 8 de la tarde no salió del niño. Le avisaba de todo por el móvil, de los centímetros que iba dilantando. Las matronas y el equipo de maravilla. Me decían, hago de matrona y de marido", recuerda. "Cuando ya di a luz llamaron al papá por videollamada". Un proceso de incertidumbre, tristeza y miedo que ha terminado, como no podía ser de otra forma, con final feliz.
Por suerte, esta situación, que incluso fue obviada por algunos departamentos sanitarios, acabó pronto. "Era una barbaridad, una atrocidad el protocolo", señala Carreguí. "Salimos a defender los derechos humanos de las mujeres". En la misma línea se manifiesta Soler, quien considera que a día de hoy el proceso del parto está muy medicalizado y considera este momento bueno para reflexionar sobre le modelo. "Hay que potenciar la figura de las matronas y hacer un esfuerzo por comprender e interiorizar los derechos humanos en el parto y acabar con la violencia obstétrica".
El puerperio tras dar a luz
Arancha no es nueva y ya ha recibido algunas pautas de su matrona, pero reconoce que no es lo mismo que tener un apoyo todos los días hasta conseguir que la lactancia esté bien establecida. Además, el miedo a acudir al centro de salud con un bebé recién nacido está muy presente. "La primera vez que día a luz me dieron automáticamente una cita con el pediatra a los tres días y ahora no me han sabido decir qué pasa, solo que llame al centro para pedir la cita. Entiendo que ante una situación nueva y desconocida se actué de esta manera. Prueba y error, pero está por medio una vida recién nacida", apostilla.
Eva, ya con su bebé en casa, asegura que surgen dudas de forma constante que acaba resolviendo cuando va a las revisiones, pidiendo hablar con la matrona. "Estás en un equilibrio inestable de si ir o no al médico", reconoce y asegura que estos niños vienen con book de fotos debajo del brazo al no poder recibir todavía a ningún familiar.
"El acontecimiento de un nacimiento es algo vital para una familia. El no poder compartir esto con ellos, no tener tanto apoyo de las tareas de casa o el estar muy hormonadas hacen el puerperio fastidiado y más en estas circunstancias", recuerda Carreguí. Mientras, Soler insiste en la necesidad de hacer comunidad. "Es una tribu de mujeres que ahora no nos podemos encontrar en presencia y no nos podemos tocar, pero podemos estar en contacto". Para ello, recomienda asociaciones y plataformas como e-lactancia, El Parto es Nuestro, Amamanta o Nacer en Casa.