Mayte Oliver es la encargada del diseño de las camisetas que no llevarías jamás a una cena familiar, a no ser que quieras ser el primer plato
VALÈNCIA. Marica, bollera, bujarra o feminazi son solo algunos de los mensajes que transmiten las camisetas de 'Trashy Queen'. Mayte Oliver creó esta marca en 2007 con la intención de crear nuevos lenguajes que permitan a ciertos colectivos ubicados fuera de la esfera normativa a reafirmarse y empoderarse a través de la moda. Con 25 años lleva casi un año de autónoma y dedicándose plenamente a su marca, todo ello bajo el lema: "Tu basura, mi outfit".
Oliver se hacía ropa para ella misma con camisetas que compraba en los mercadillos de segunda mano, y sobre las cuales estampaba sus propios diseños. En su entorno varios amigos le pidieron camisetas para ellos también, por lo que decidió abrirse una cuenta de Instagram para sus diseños: "vi que a la gente le llamaba la atención, pero en ningún momento pensaba que fuera a convertirse en una marca y que pudiera vivir de ello". Para ella esta red social, en la que cuenta con más de 10.000 seguidores, fue un punto de partida clave; le permitía promocionarse sin necesidad de un presupuesto, y además podía conectar con sus clientes: "es la red que más puede visibilizar a un artista, y la interacción con la gente mola un montón, es súper directo".
Ella comenzó con la marca con la idea de que fuera una "concept store", para hablar de temas lgbt pero sin limitarlo solo a las camisetas y a la moda: "me gustaría expandir mucho más, pero como estoy sola y no tengo a nadie que invierta en mi lo que voy ganando lo voy reinvirtiendo". Ahora mismo solo vende camisetas, pero para un futuro le gustaría ampliar con otros productos como fanzines o tazas, quiere que el concepto pueda aplicarse a muchas más cosas.
Oliver ha conseguido de cierto modo apropiarse y "vender" insultos o conceptos que conciernen a los adolescentes hoy en día. Todo comenzó cuando ella se hizo una camiseta en la que ponía 'Feminazi': "me daba risa que me me compararan con un holocausto tan "chungo" solo por querer tener los mismos privilegios que un hombre". Sin embargo una simple prenda puede traer decenas de problemas: "con esta camiseta he tenido muchos problemas porque se puede leer de formas muy distintas. Mucha gente no lo ve como una forma de empoderarse a través de un insulto, sino que lo ve como una ofensa".
Pero para aquellos que no ven estos conceptos como una ofensa la marca ha resultado una gran ayuda. Oliver nos cuenta que tiene muchos compradores adolescentes que utilizan su marca como herramienta de expresión, jóvenes que se han puesto la camiseta con su familia y han salido del armario "así, sin decir nada". Y es que es lo que ella busca con la marca: "a mi me apetecía que una camiseta a parte de que sea bonita y tal te pueda ayudar a reafirmarte".
Se refiere a un público muy concreto y a través de un mensaje muy directo: "por una parte es muy arriesgado, porque a ver quien se atreve a ponerse una camiseta que ponga 'Marica', y más como están las cosas ahora". Pero aquellos que se se "atreven", lo hacen con orgullo: "igual yo me pongo la camiseta de 'Bollera' en un momento en el que estoy empezando a salir del armario y me siento poderosa".
Oliver también se centra bastante en la estética de los 2000. Todo lo que tenga que ver con los tribales, Chenoa, Britney Spears... referentes "súper guays" que según ella no valoramos como se debían. "Vuelve" a esta época porque le hace sentir "nostálgica": "yo echo de menos mi infancia y adolescencia, por eso cuando veo referentes de esa época me encanta".
Otro de sus proyectos más ambiciosos es el 'Upcyling', un modelo de reciclaje que aboga por darle más que una segunda vida a la ropa: "no solo es coser si tiene un roto, sino cambiarlo y meterle algo personal". Ella comenzó yendo a mercadillos y comprando prendas solo por el placer de "tunearlas": "a veces ves un pantalón no te llama nada, pero le metes unos fuegos y una cadena y mola un montón". También lo hace para defender la idea de hacer ropa nueva sin necesidad de comprarla, y demostrar que no hace falta recurrir a la fastfashion para vestir guay, sino que se puede hacer reciclando.