VALÈNCIA. Quedarse en la cama estudiando o trabajando con el ordenador en vez de coger madrugar para coger ese autobús infernal con tiempo para llegar a clase o al trabajo sonaba mejor cuando no podíamos hacerlo. El coronavirus lo ha cambiado todo, y si los primeros días había gente que decía "oye, pues si me pilla, son 14 días de descanso", visto en perspectiva, no todo es tan sencillo. Así ha pasado con los estudios en todos los niveles. Durante la semana de fallas, el profesorado de prácticamente cualquier centro tuvo pocas o ningunas vacaciones pensando en cómo transformar su asignatura a partir del día 20 de marzo. El curso se agota y no podía parar en la recta final. Si las adaptaciones de las clases magistrales han supuesto un giro de 180 grados, las clases artísticas lo han sufrido más aún. ¿Cómo trasladar lo que se hace en un taller de la facultad de Bellas Artes o en la clase de un conservatorio o escuela de música a una habitación? Pues con tanta flexibilidad como imaginación.
"Afortunadamente esta situación nos la hemos encontrado a mitad del segundo semestre: la mitad de las asignaturas optativas de tercero y cuarto ya se habían impartido antes de navidad y las troncales de primero y segundo habían dado suficiente materia como para haber asumido los conocimientos", explica Antonio Cucala, vicedecano de Ordenación Académica y Jefe de Estudios de la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Politécnica de València. Haciendo números, de unas 120 asignaturas, "tan solo" una docena estarían en serias dificultades de darse tal y como están concebidas.
"Hay asignaturas de animación, diseño o creación de personajes que se pueden hacer desde casa, pero asignaturas de pintura y escultura es mucho más complicado", comenta Cucula. En este sentido, el trabajo para flexibilizar la manera de hacer y evaluar el trabajo del alumnado es casi lo que más tiempo les está llevando. Quetzál Garcés Oliver es la delegada de alumnos de la facultad, y ahora mismo la encargada de recoger todas aquellas cuestiones que preocupan o molesta al alumnado para poder trasladarlo a los profesores y profesoras.
La principal preocupación -comenta Garcés- es la falta de material: muchos alumnos y alumnas se fueron a pasar el fin de semana y las fallas a casas familiares donde no disponen el material para hacer que sí tienen en sus pisos de estudiantes o en la propia facultad. "Yo tengo la suerte de tener a mano un radial o un martillo para poder trabajar, pero hubo gente que le pillo sin ni siquiera una libreta y un lápiz", comenta la delegada. En este caso, "se han adaptado los trabajos a obras de formatos menores en vez de lienzos de 100x60, y material alternativos, como por ejemplo, hacer con plastilina lo que haríamos con escayola". Otro problema, que ya se ha comentado, es la brecha digital: gente que tiene dificultad en su acceso a internet o problemas con la plataforma. "Si al principio era complicado, todo esto se ha solucionando flexibilizando la manera de hacer las cosas. Si se le quiere poner solución a estas situaciones, se consigue", comenta Garcés.
Por parte del profesorado, al día parece estar faltándole horas: "me siento temprano por la mañana y me veo por la noche contestando algún e-mail de un alumno", cuenta Cucala, que también imparte asignaturas. Al horario habitual de las clases, que se suelen hacer online, hay que añadir que la atención personalizada no se ha dejado de hacer, pero ahora no consiste tanto en pasearse por la clase observando las obras o atendiendo dudas, sino pegándose al ordenador para ir contestando todo aquello que el alumnado plantee con la máxima premura posible para que vayan avanzando en su trabajo: "nos envían fotos con algún detalle de su obra y es la manera de que el profesor o profesora pueda ir corrigiéndole la técnica. Esto multiplica el tiempo dedicado en hacerlo".
Quedan dos temas aún por resolver: primero, la carga de trabajo al alumnado, que está siendo monitorizado por la Delegación de Alumnos. "Hay de todos, desde profesores que están aplazando trabajos a gente que está mandando más, pero las delegaciones de todas las facultades de la UPV estamos trabajando en red para evitar esa sobrecarga. Por lo que nos llega, no está siendo una práctica tan extendida". Lo segundo, ¿dar por finalizadas las clases o buscar alternativas para poder volver -tomando todas las precauciones posibles- volver a los talleres para poder evaluar algo de manera física? La UPV decidirá algo esta misma semana; el alumnado, a través de su delegación, se negaron -en principio- a alargar el curso escolar porque supondría tener que alargar alquileres y supondría un gasto extra; y piden que se expidan autorizaciones para que, quién lo necesite, pueda trasladarse desde su residencia actual hasta el lugar donde tenga el material y así poder hacer las tareas con más normalidad, aunque una parte del alumnado ya se ha resignado y pide los materiales por tiendas online.
La Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana cifró en más de 50.000 personas las que siguen recibiendo formación musical a través de las clases online de sus escuelas de música. La adaptación tampoco está siendo nada fácil: "hemos que tenido que ser muy rápidos para ponernos al día, buscando -por ejemplo- la plataforma para hacer las clases online que menos delay tengan entre imagen y sonido. El esfuerzo -sobre todo- es el de las familias, que han tenido que transformar su vida por completo". Esto lo cuenta Juan Luis Gonzálvez, jefe de estudios de la Unión Musical Horta de San Marcelino de Valencia. "Tocar junto al alumno o alumna ha pasado a un segundo plano, las clases se basan en escuchar lo que tocan y dar indicaciones poco a poco. Las clases colectivas son más complicadas aún, y es difícil más allá de impartir la teoría, mandar trabajo y corregirlo", explica.
"Las horas de trabajo de han doblado, tanto por el profesorado como para el alumnado", sentencia, porque además de la propia clase, la preparación y ensayo, sin ningún apoyo in situ es mucho más complicado; en este sentido, Gonzálvez vuelve a poner el foco en el esfuerzo que están haciendo las familias, especialmente con los niños y niñas y con los más mayores porque necesitan de su asistencia para conectarse a internet y a la plataforma. Por parte del profesorado, "hay un esfuerzo brutal por pensar, cada día, cómo hacer las clases de la manera más novedosa y divertida posible". La mayoría de sueldos del profesorado de las escuelas de música depende de la cantidad de personas que soliciten cursar los estudios. Si hay bajas -que las ha habido- por falta de recursos económicos o informáticos, su sueldo también baja. Algunas sociedades musicales ya han presentado ERTE.
Por otra parte, el material también está siendo un -relativo- problema, aunque en contados departamentos. Generalmente, cualquier alumno tiene consigo su propio instrumento y no depende de las escuelas para disponer de él. Algo diferente ocurre en piano y en percusión, donde -respectivamente- los pianos de pared se han transformado en teclados y cojines y cazuelas se suman a los parches y pequeños xilófonos (que sí es más habitual tener) para sustituir los timbales y las cajas.
En los estudios superiores, la situación no es mucho mejor. Agnès toca el contrabajo y estudia en la Conservatori Superior de Música Joaquín Rodrigo. Aunque de once asignaturas que tiene, unas siete son teóricas, hay otras, como orquesta o cámara, que directamente no se pueden impartir. La incertidumbre se acrecenta en estudios con difícil evaluación telemática. En este sentido, Agnès subraya que, como las clases no se pueden hacer, "nos envían trabajos todas las semanas, unos cinco, una carga muy importante en la que no se tiene en cuenta que psicológicamente no estamos igual", algo que también señala al alumnado de Bellas Artes.
En el plano económico, alargar el calendario escolar (que en el caso del conservatorio suele finalizar en la última semana de mayo) compensaría el no estar dando clases por las que se ha pagado una matrícula pero, al igual que señalaban desde Bellas Artes, alargar la vida en València supone un gasto extra-académico importante.
Tanto en Bellas Artes como en los estudios musicales, se acerca el momento más temido por los alumnos y alumnas: las evaluaciones; y muchos se preguntan de qué manera la situación afectará a sus notas habituales. Tanto Antonio Cucalla como Juan Luis Gonzálvez señalan que sin duda se flexibilizarán los criterios de evaluación, se le restará importancia a las pruebas escritas y también se la dará más al trabajo ya hecho: "como habitualmente hacemos evaluación continua, podemos seguir evaluando el trabajo de casi siete meses de trabajo en muchas asignaturas", comenta el vicedecano de Bellas Artes.