La gran obra que supuso el jardín del Turia, tuvo como coronación de todo ese proyecto la vanguardista y aún hoy en día futurista Ciudad de las Artes y las Ciencias, un escenario de película que ahora sirve de plató del esperado final de un drama que no podíamos ni imaginar
El debate entorno a los espacios públicos, el uso de los mismos, la necesidad de que una ciudad que sepa cuidar y conservar lugares emblemáticos (me viene a la mente los tinglados del Puerto tantas veces olvidados y nunca valorados como debieran), y también que sepa crear nuevos espacios para la cultura, la convivencia, el deporte y tantas actividades que se pueden desarrollar en un espacio urbano. El río en Valencia fue una conquista de la sociedad y finalmente pasó de su función natural a una función “artificial” pero lleno de naturaleza, podríamos decir que pasó de albergar agua y lodo a albergar árboles y deportistas. La cuestión es que la ciudad ganó uno de sus espacios más impresionantes.
Probablemente la obra que culminó el gran trazado de ese nuevo-viejo cauce, fue la famosa y tantas veces injustamente criticada Ciudad de las Artes y las Ciencias, un espacio creado por el gran arquitecto valenciano Santiago Calatrava que sigue dejándonos boquiabiertos a propios y extraños cuando nos sentimos liliputienses entre sus recintos, cualquiera de ellos impactante, original y de gran impacto visual. El Palau de les Arts, el Hemisfèric, el Museo Príncipe Felipe, el Umbracle o el Caixa Forum. Todos son obras de grandes dimensiones y de una arquitectura original e icónica que ha logrado configurar la imagen de la Valencia del siglo XXI para siempre, junto a la Marina Real en el Puerto de Valencia.
Y cosas de la vida, en ese espacio que además de albergar centros culturales del máximo nivel como la ópera, la escuela de música Berklee o el Museo de las Ciencias también es constante escenario de rodajes publicitarios y cinematográficos, hemos instalado el denominado ‘vacunódromo’ para realizar la vacunación masiva del covid19. La película de terror de la que todos somos protagonistas y que dura más de lo que ponía en el cartel, parece que puede acabar, pero para ello es imprescindible que el escenario que esta semana hemos inaugurado no baje el telón, no apague las luces y no dejen de rodar, dosis, viales, profesionales y por supuesto personas, los protagonistas inesperados de este maldito y asqueroso virus que ha logrado doblegar nuestro modo de vida y llenar el mundo de tristeza y destrucción.
Y hablando de espacios públicos, quizá este sea el record de visitantes en una semana al complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, triste record, pero esperanzador si logramos mantenerlo y batirlo cada semana. Lo que no podemos entender es que comience la escena final y a mitad se detenga todo, no se puede quedar la gente sin vacunar y no podemos organizar semejante escenario para dejarlo sin uso. Nuestros gobernantes deben trabajar sin descanso para adquirir vacunas y aumentar si cabe el ritmo de vacunación. En algún momento se hablaba de vacunar las 24hs, también se valoró el uso de estadios de futbol para realizar una macro vacunación. No quiero meterme en camisas de once varas, porque la semana está siendo bastante alterada en el terreno futbolístico. Quizá el viejo nuevo Mestalla, una de las obras que más bochorno pueden provocarnos a los valencianos, podría haberse utilizado para estos asuntos porque a estas alturas no sabemos si servirá para jugar a futbol o para qué.
No quiero ni puedo acabar sin recordar esos espacios públicos tan populares en España que son los campos de fútbol, junto a las plazas de toros, que además de convertirse en escenarios fantasmagóricos con partidos sin público, están viéndose amenazados por el poder y la ambición de los grandes equipos europeos que en los últimos días han propuesto crear una superliga donde sólo estén los mejores y los que más presupuesto tienen. El negocio es el negocio que suele decirse, pero uno se pregunta donde quedó la humanidad en el deporte, el juego como elemento de evasión y entretenimiento y no sólo como máquina de hacer dinero, la vinculación de un club a su ciudad y sus habitantes e historia. Es cierto que en este siglo tenemos que lidiar con la incertidumbre y el cambio, pero malditos sean cuando parecen un tráiler de otra película de terror y aún no ha acabado la que comenzó hace un año.